sábado, 14 de abril de 2018

El Mundial es el mayor evento deportivo, el mayor negocio,el mayor y más prepotente atropello de una organización de mafiosos, el gran juego del odio y del deseo

Un nuevo Mundial comenzará, durante un mes, millones de personas en todo el planeta estarán pendientes de los avatares y resultados de 32 selecciones de los cinco continentes, reunidas en 8 grupos, cuyos miembros irán, fatalmente, reduciéndose. Unos ganarán, despertando pasiones y ansiedades incontrolables, un inmenso amor a la camiseta que quizás sea confundido con un gigantesco amor a la patria. Otros perderán, probablemente mucho antes de lo esperado, derrumbando sueños, incendiando esperanzas, dinamitando promesas de amor eterno a 11 traidores incapaces de haber cumplido el mandato que les fue encomendado: hacer feliz a su pueblo.

Un nuevo Mundial comenzará y a nadie le será indiferente. Nadie, en su sano juicio, podrá decir que éste, el mayor espectáculo, el mayor negocio, el mayor evento deportivo, el mayor y más prepotente atropello de una organización de mafiosos, el mayor y más esperado momento de felicidad de una nación sobre todas las demás; éste, el gran juego del odio y del deseo, de la aspiración sublime a la victoria y la postración sombría de la derrota, le es indiferente. Pobres los espíritus indolentes a los que el fútbol no los lleva ni a la repugnancia ni al amor.

Hay muchas formas de entender el fútbol. Creo que la menos importante es aquella que nos regalan, día a día, los comentaristas deportivos o los especialistas en estrategia futbolera, aspirantes a directores técnicos de equipos que jamás tocarán una pelota. Al fútbol se lo vibra en los estadios, pero se lo entiende fuera de ellos. Al fútbol, como a la política, se la entiende en la calle, en los barrios de arriba y en los de abajo, en el barro de los “potreros”, de los estadios improvisados donde juegan y sueñan los hijos de los más pobres. Al fútbol se lo debe entender en las lujosas oficinas donde despachan los dueños del dinero con el que se administra el negocio de comprar y vender atletas cuyas piernas harán felices a millones de personas. Al fútbol se lo entiende, como a la política, en la arena movediza de la contradicción.

Creemos que el deporte puede ser utilizado como una herramienta de opresión y desinformación, como un opio tranquilizador, que adormece y despista al análisis crítico; o como un espacio en el que es posible reconocer muchas de las tantas agonías y sueños, desconsuelos y utopías sobre las que se construye el presente y el futuro de nuestras sociedades. Por los ojos del fútbol es posible mirar, inmiscuirse, entrar, participar en los intersticios, las grietas, las hendiduras difusas del conflicto social. No se trata de pensar que en el fútbol se pueden “observar” las luchas que atraviesan nuestras sociedades, sino de reconocer que el fútbol está hecho, construido, edificado, de las luchas que nos atraviesan a todos nosotros. Y que entender el fútbol es una forma de entendernos a nosotros mismos, como intelectuales, como trabajadores y trabajadoras, como nación y pueblo. Por eso, como no podría ser de otra manera, al fútbol se lo ama y se lo odia, se lo admira y abomina; por eso, durante noventa minutos, podemos abstraernos de todo, temblando de miedo y emoción junto a “nuestros” muchachos, para luego, segundos después, guardarnos la pasión en el bolsillo, dirigiendo nuestra furia contra los que usan el deporte para aturdir a la gente, para aumentar su ganancia insaciable, para manipular gobiernos, para pisotear derechos. Pobres los espíritus indolentes a los cuales el fútbol les es indiferente. Otros explicarán el poder por ellos. Otros harán política por ellos.

Gentili , P. :" Eentender el fútbol, sumergirse en la contradicción". Cuadernos del Mundial Brasil 2014 Número ,1 Junio de 2014 Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales - CLACSO

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