lunes, 23 de octubre de 2023

En la guerra contra el Hamàs se ha perdido el sentido de los límites de la humanidad, Hamás es Stalin, es Hitler, es el Daesh, es el mal ( Pilar Rahola)

Empiezo este artículo con una desesperanza que me paraliza. Aunque siempre me he sentido cómoda en el territorio de la palabra y nunca he rehuido una esgrima dialéctica en la defensa de mis convicciones, estos días tan terribles me han dejado sin aliento. Tengo la impresión de que la locura gana terreno a la razón, y de que no hay faros que pongan luz a tanta oscuridad.Todo lo que ha pasado y las reacciones que mucha de la gente que conozco ha tenido nos vierten a un vacío moral y a una podredumbre intelectual que nos retratan como una sociedad muy enferma. Se ha perdido el sentido de los límites de la humanidad y, en la confusión, el mal puro se ha hecho camino, banalizado por unos, justificado por otros; incluso, en algunos casos, aplaudido. No reconozco mi país, ni la civilización a la cual pertenezco, ni reconozco el rostro de muchos amigos. ¿Qué más habría tenido que hacer una ideología perversa, cruenta y terrorífica, para que algunos dejaran las consignas y las pancartas y, sencillamente, expresaran su dolor? ¿No habían violado a suficientes mujeres, no habían matado a suficientes bebés, no habían masacrado a suficientes familias enteras, no habían cazado suficientes jóvenes como si fueran conejos? . ¿Qué más habría tendio que hacer la ideología del mal, camuflada bajo una causa que usa y violenta, para que algunos de mis amigos, de mis colegas, de mi sociedad se hubieran horrorizado? ¿A cuánta más gente habría tenido que masacrar Hamás, para que una vida judía valiera la pena?. De hecho, es una pregunta muy ingenua. Al fin y al cabo, la mayoría de todos estos que levantan la bandera palestina a diestro y siniestro, y claman contra el Estado de Israel, convertido en el monstruo de todas las monstruosidades, nunca se han preocupado por el sufrimiento de los ciudadanos del Yemen, o de las mujeres de Afganistán, o de los torturados pueblos del Sahel, o de entender el enorme sufrimiento que también acumula el pueblo de Israel. Como dice el filósofo Alejo Schapire, el colapso de la URSS y el fracaso brutal del modelo económico comunista mutó el sujeto histórico de la izquierda más dogmática, y el obrero como oprimido por antonomasia fue sustituido por el musulmán en Occidente, y por el palestino en todo el mundo. "La alianza islam-izquierda ya es un lugar común", añade, y los ejemplos recorren la piel de la izquierda, desde el chavismo pro Hizbulá, o los vínculos de la ultraizquierda argentina con Irán, o las proclamas incendiarias del Petro colombiano, el Morales bolivariano o el Podemos español. El problema es que estas posiciones extremas han ido contaminando la izquierda más razonable, que acaba quedando catatónica e incapaz de vertebrar un relato propio. Sea como sea, la causa palestina se ha convertido en el sustituto de viejas consignas y en el bálsamo de todas las frustraciones acumuladas. El póster del Che Guevara ha mutado en la kefia palestina y esta mutación es capaz de digerirlo todo, matanzas, masacres, violaciones, cacerías, el fin de la civilización, en un proceso de banalización del terrorismo que destruye toda conmiseración. Y siempre encima de una montaña ingente de mentiras, manipulaciones y falseamiento de la realidad. Aparte de aplicar el triplete fatídico: deslegitimación de la propia existencia de Israel, justificación de la violencia de sus enemigos y demonización permanente de todo lo que hacen para defenderse. ¿Quiere decir eso que los palestinos no son las víctimas? De ningún modo. Son víctimas y estos días serán terribles para ellos. Y merecerán nuestro horror y nuestro dolor. ¿Pero de quiénes son víctimas? De todos los que los utilizan. De los países árabes, que nunca quisieron un estado palestino cuando podían haberlo creado. ¿O tenemos que recordar que del 48 al 67 Jordania y Egipto ocupaban parte de Israel y nunca se preocuparon de los palestinos? De hecho, todas las guerras contra Israel no fueron por los palestinos, sino para destruir un estado judío y quedarse el territorio. Víctimas, los palestinos, de sus líderes, que nunca quisieron firmar ninguna paz. Víctimas de las ideologías islamistas, que nunca han querido un estado palestino, sino que usan la causa para imponer su locura islámica. Víctimas de los intereses geopolíticos, con un Irán que oprime y mata a su propia gente, y que utiliza la causa palestina para consolidar su posición en Oriente Medio y en todo el mundo musulmán. Y víctimas, víctimas dolorosas de sus organizaciones yihadistas, que los vierten a un ciclo de violencia demoníaco que no tiene ninguna salida. Víctimas de un Hamás que sitúa sus lanzaderas de misiles en hospitales y escuelas, que adoctrina a sus hijos en el odio más puro y que utiliza a su población como escudo humano.Como pasará ahora. ¿O alguien se imaginaba que Israel no entraría en Gaza para intentar acabar definitivamente con Hamás, después de que hayan penetrado en Israel, hayan masacrado su población de la manera más brutal y hayan causado lo que la escritora francesa Sabine Huynh dice "un Bataclan elevado a 1.000", y Bernard-Henri Lévy tilda de "pogromo árabe"? Y así, con la trampa de Hamás montada, el ciclo de violencia, terror y muerte continúa y continúa.Y continuará todavía más si aquellos que tendrían que diferenciar una causa noble, como es la creación de un estado, con las organizaciones terroristas más abyectas, banalizan completamente el daño que hacen. No es cierto que todos estos que levantan la bandera palestina defiendan a los palestinos. Al contrario, no condenando la maldad extrema de Hamás o la yihad o el resto de yihadistas, abandonan completamente los palestinos a sus manos. Es tal el vacío moral de esta izquierda que ha perdido todo sentido de la humanidad, que se han convertido en su peor caricatura: simples peones de una ideología totalitaria.Hamás es Stalin, es Hitler, es el Daesh, es el mal. Y es un mal que nos amenaza a todos. La ceguera de los que banalizan, justifican o los aplauden nos dejará ciegos a todos. No hay una causa palestina y una israelí, aunque hay un conflicto endémico y complejo. Pero mientras el dominio de la situación lo tenga el islamismo más totalitario, con Irán moviendo los hilos del conflicto, solo hay una causa: la de la civilización contra la barbarie.Yuval Noah Harari ha dicho que con la matanza han vuelto al corazón de las tinieblas, al ground zero, y David Grossman se ha preguntado "quiénes seremos cuando resurjamos de las cenizas". En estos tiempos oscuros, esta pregunta es aterradora. Publicado en El Nacional.Cat el 15 de octubre de 2023Link https://www.elnacional.cat/es/opinion/tiempos-oscuros-pilar-rahola_1110225_102.html

El legado político de Raúl Alfonsín: fue un hombre fuertemente comprometido con la defensa de los Derechos Humanos, el liberalismo político y los valores del republicanismo democrático; reivindicaba a la política en su sentido más fuerte, buscò un proyecto colectivo de bien común en un marco de respeto a las opiniones diversas y el necesario diálogo social pluralista ( Hernàm Fair, 2010)

El legado político de Raúl Alfonsín, repasa de forma conciso y recorre el legado político del ex presidente Raúl Alfonsín (1983-1989). Intenta alejarse de ciertos enfoques que, o bien tienden a santificar al dirigente de origen radical, o bien tienden a demonizarlo. Para ello, analiza brevemente las luces y sombras de su gobierno, colocando el foco en su legado positivo en defensa de la democracia, la recuperación de los valores éticos y los proyectos colectivos en la política y el resguardo de los Derechos Humanos. El Doctor Raúl Alfonsín (1927-2009), fue presidente de los argentinos durante el período 1983-1989 y símbolo del retorno a la democracia en nuestro país. Como todo hombre político, Alfonsín tuvo sus aciertos y sus desaciertos, sus luces y sus sombras, sus blancos y sus negros. Entre las luces, debemos destacar que desde antes de la llegada del Proceso, defendió la importancia fundamental de los Derechos Humanos. En ese contexto, fue cofundador en 1975 de la Asamblea permanente por los Derechos Humanos y luego se opuso a la trágica Dictadura militar del período 1976-1983. Una vez en el poder, juzgó a la cúpula militar encargada de crímenes de lesa huma Por un lado, no dudó en confrontar con los sindicatos peronistas y sus intereses burocráticos corporativos a partir del intento de la Ley de Reordenamiento Sindical (Ley Mucci). Por el otro, se opuso, en una primera instancia, a las políticas neoliberales de la Dictadura a partir de un plan de desarrollo neokeynesiano (Plan Grinspun). Finalmente, se enfrentó a la corporación militar derogando la fatídica Ley de Auto amnistía que defendía el peronismo ortodoxo liderado por Ítalo Luer y, en un proceso inédito y no repetido en toda América Latina e incluso en el mundo, enjuició a los cabecillas del Golpe del ´76, aunque señalando, desde antes de su arribo al poder, la necesidad de fijar tres niveles de responsabilidad por los crímenes del “Terrorismo de Estado”. En dicho marco cabe destacar, además, su fuerte discurso crítico del autoritarismo y la intolerancia que reinaba en el país y el necesario respeto a la pluralidad de opiniones y el disenso que son propias del sistema democrático. Además, debemos señalar la desactivación de toda idea de conflicto con Brasil a partir de la conformación de una relación bilateral que sería antecedente del Mercosur (Acuerdo de Foz de Iguazú), la consulta popular y el acuerdo de paz con Chile de 1985 (Acuerdo de Beagle), su crítica al embargo cubano por parte de Estados Unidos y a las nefastas políticas neoliberales de la Dictadura y del binomio Reagan-Thatcher, su oposición casi solitaria a la trágica Guerra de Malvinas de 1982 y al “modelo neoconservador” de Carlos Menem (1989-1999) y su defensa en favor de la Ley del Divorcio (1987), lo que le valió la oposición de los sectores ultraconservadores vinculados a la Iglesia católica. Entre las “sombras”, debemos señalar, en primer lugar, su imposibilidad de acabar con el largo problema de la hiperinflación y sus sucesivos fracasos, en ese sentido, en el campo económico y social a partir de la aplicación del Plan Austral de 1985 y del Plan Primavera de 1988. Por otro lado, aunque siempre había planteado los tres niveles de responsabilidad, podemos incluir también entre sus sombras las leyes de Punto Final (1986) y Obediencia Debida (1987), que garantizaron la “impunidad” a los oficiales medios y bajos y la firma del Pacto de Olivos de diciembre de 1993, que le permitió a Carlos Menem (1989-1999) reformar la Constitución para ser reelegido como Presidente poco después. Finalmente, podemos señalar la imposibilidad de controlar al poder sindical y su posterior inclusión en el seno del Gobierno a partir de 1987, con la incorporación de algunos sindicalistas peronistas del gremio de Luz y Fuerza (con Carlos Alderete a la cabeza) en el Ministerio de Trabajo. En ese contexto, si la revalorización de los principios democráticos fue positivo para terminar con el autoritarismo del Proceso, cabe mencionar la desilusión causada por la promesa incumplida de oponerse al “pacto sindical militar”, la utopía deshecha de garantizar que “con la democracia se come, se cura y se educa” y la ruptura del vínculo de representación política iniciado tras la famosa frase “La casa está en orden”, de abril de 1987, y el posterior acuerdo con el Coronel Aldo Rico para garantizar el “perdón” a los militares “carapintadas” que se habían sublevado contra el orden constitucional. Es motivo de fuerte controversia si Alfonsín no pudo, no supo o no quiso enfrentarse fuertemente a los militares y a los sindicatos peronistas y si terminó traicionando a la ciudadanía con su famosas y desafortunadas frases “Felices Pascuas” y “La casa está en orden”. Del mismo modo, se ha acusado a Alfonsín de defender un sistema de democracia “formal” en el que el régimen democrático de gobierno solucionaría todos y cada uno de los problemas, lo que lo habría llevado a dejar a un lado el componente de justicia social propio del peronismo tradicional. Para otros, en cambio, Alfonsín garantizó la democracia, la unidad nacional y la paz social con las llamadas “leyes del perdón” y no pudo hacer nada frente a la presión corporativa de los grandes empresarios (especialmente la Sociedad Rural Argentina), los militares (quienes le hicieron varios levantamientos) y la burocracia sindical (que le realizó 13 paros generales de la mano del gremialista Saúl Ubaldini y se opuso a muchas de sus medidas desde los parlamentarios de extracción peronista en el Congreso). En ese contexto, algunos destacan la fuerte presión de los militares tendientes a realizar un nuevo Golpe de Estado en 1987, o hacen mención al “Golpe de mercado” de febrero de 1989 del sector agroexportador en confluencia con algunos otros sectores del establishment nacional e internacional para desbaratar al gobierno del líder radical. Finalmente, algunos otros señalan la idea de que Alfonsín “pactó” con Menem a fines de 1993 para garantizar una división de poderes más republicana que acercara al país a un sistema de parlamentarismo de tipo europeo en un contexto en el que el triunfo del dirigente justicialista en las elecciones a realizarse en mayo de 1995 presidenciales estaba prácticamente asegurado. No es nuestra intención inmiscuirnos en el detalle de estos largos debates que fueron, son y seguirán siendo motivo de largas y acaloradas polémicas. Lo que queremos destacar es que, con sus aciertos y sus desaciertos, sus virtudes y sus errores, Alfonsín fue un hombre fuertemente comprometido con la defensa de los Derechos Humanos, el liberalismo político y los valores del republicanismo democrático. A diferencia de muchos de los actuales políticos, formados a partir de imágenes construidas desde el marketing electoral y las encuestas de opinión, o con pretensión de ser gerentes dedicados a la “gestión” pública del Estado, como si este fuese una empresa privada que debe maximizar sus ganancias y optimizar la eficiencia, Alfonsín reivindicaba a la política en su sentido más fuerte, como búsqueda de un proyecto colectivo de bien común en un marco de respeto a las opiniones diversas y el necesario diálogo social pluralista. No era una especie de “santo”, como se lo quiso mostrar tras su inmediato fallecimiento desde los grandes medios de comunicación de masas y una porción de la sociedad, quizás intentando redimirse inconscientemente tras haber respaldado el Golpe militar y la “gesta patriótica” de Malvinas. Tampoco era un “demonio”, como sigue sosteniendo una porción importante de la izquierda nacional y algunos estratos medios. El ex Presidente de origen radical tuvo muchos errores y muchos aciertos, como todo hombre que se digne de tal, pero sobre todo, tuvo fuertes e irrenunciables convicciones políticas. Muchas veces ellas lo obligaron a chocar con la fortaleza de algunas corporaciones que lo llevaron a retroceder. En otros casos, como en el tema económico, fue la propia incapacidad de su Gobierno lo que lo llevó, en gran medida, a entregar el mando unos meses antes de terminar su mandato. Es justo reconocer, de todos modos, más allá de ciertas cuestiones que no supo, no quiso o no pudo hacer, su honestidad intachable en la función pública, cuando desde 1989 en adelante no vemos más que corrupción y enriquecimientos personales en el manejo de la Cosa Pública. Debemos reconocer también su histórica defensa de los Derechos Humanos, no sólo como respeto a la diversidad y el pluralismo de opiniones, a la posibilidad de expresar las disidencias tras décadas de hegemonismo y autoritarismo, sino también en su lucha (no siempre acertada y eficaz) por terminar con la desnutrición, el hambre y las desigualdades sociales (Plan Alimentario Nacional). Un hombre que tuvo el coraje y el valor de oponerse, casi en soledad, a la trágica Guerra de Malvinas de 1982 y de criticar al neoliberalismo de Reagan y de Menem cuando muy pocos lo hacían, si bien terminaría pactando con este último su posibilidad de presentarse a la reelección. Pero además, se trató de un hombre que se atrevió a juzgar a las Fuerzas Armadas, en un contexto sociohistórico y cultural en el que nadie en toda la región latinoamericana, e incluso en todo el mundo, se había animado a realizar hasta entonces. El legado del “Nunca más” no es sólo un par de palabras huecas y sin sentido, sino que simboliza el fin de una época trágica para nuestro país, la época más trágica que hemos vivido y que Nunca más podemos repetir. Esa frase, y el juzgamiento a los militares, adquiere la importancia de que actúa performativamente, en el sentido que le otorga la pragmática de los actos de habla de John Austin, construyendo discursivamente una nueva realidad, del mismo modo que la Declaración de los Derechos Humanos de 1945 inauguró performativamente la vieja idea rousseauniana de que los hombres nacen libres e iguales y deben permanecer como tales. Si bien el reciente Golpe de Estado de Honduras es una amenaza y una alerta importante para la región, parece no existir en la actualidad aquel peligro acechante de que retorne el régimen dictatorial a nuestro país. Además del relativo respaldo al régimen democrático que se observa actualmente en la ciudadanía, los diversos poderes dominantes ya no tienen aquel consenso social necesario para regresar a esa trágica etapa, al menos no en las condiciones de los años ´70. Gran parte de este avance democrático, iniciado con orgullo y tesón por las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y continuado y profundizado por el actual Gobierno, se lo debemos al ex presidente Alfonsín. Es cierto que la democracia sin igualdad social no es una democracia realmente completa y acabada. Alfonsín no logró extender este tipo de democracia institucional al campo social, garantizando la promesa de curar, educar y alimentar al Pueblo. Su estrecha relación con los grupos más concentrados de la “Patria contratista”, favoreciendo numerosos negociados económicos para este sector, al igual que su trágico final en medio de los saqueos, la hiperinflación y las ollas populares exigiendo comida en un contexto de incremento de la pobreza, la desocupación y la desigualdad social, también forman parte de su innegable legado y cimentarían el profundo cambio político, económico, social y cultural producido con la llegada al poder de Carlos Menem. Dijimos anteriormente que Alfonsín no debe ser beatificado como un santo, tal como se lo ha presentado épicamente desde la gran mayoría de los medios de comunicación de masas tras su fallecimiento. Tampoco debería ser señalado como el Padre de la democracia, ya que hubo muchos “padres” que, como las Madres de Plaza de Mayo y algunos dirigentes políticos de ese entonces, contribuyeron, y mucho, en esta lucha por una sociedad más justa, plural e igualitaria. El presidente Alfonsín cometió también grandes errores políticos. Un legado negativo que no logró controlar e incluso agravó la hiperinflación, que otorgó las Leyes de Punto Final y Obediencia Debida, que realizó el Pacto de Olivos con Menem, que no logró extender la democracia al 6/2/23, 11:36 campo de la igualdad social, que defraudó a mucha gente que creía que la democracia de por sí traería consigo justicia social y bienestar para todos, o que se sintió defraudada por el acuerdo con el sector militar a partir de 1987. Como señalara Claudia Hilb en un revelador trabajo, “Alfonsín prometió demasiado”. Sin embargo, sus múltiples errores y desaciertos no pueden hacernos olvidar su fuerte legado a favor de una república democrática en la que todos y cada uno de los ciudadanos podemos expresar libremente nuestras opiniones políticas sin miedo a ser “desaparecidos” por pensar o sentir diferente a lo impuesto desde el poder. Un legado que recuerda la importancia fundamental que adquiere la política, actualmente vinculada a la búsqueda de intereses meramente particulares y a la corrupción, en la búsqueda de un proyecto colectivo que nos permita vivir y proyectar un futuro mejor para nuestra sociedad. Un legado, en suma, en el que las convicciones y las ideas van por encima de los manejos de marketing a partir de la profusión de encuestas y de la visión de una tecnocracia gerencial que, ahora de la mano de la nueva derecha moderna de Macri y De Narváez, hace política desde la antipolítica. Recapitulando, entonces, se trata de un hombre con sus luces y sus sombras, con sus aciertos y sus errores, con sus blancos y sus negros. En este breve ensayo conmemorativo, que no olvida ni quiere olvidar los grandes errores cometidos durante su larga historia política, pretendemos enfatizar su indiscutible legado a favor de la república democrática. En los tiempos actuales de falta de convicciones, de manejo particularista de la Cosa pública, de resabios autoritarios que nos vienen del Proceso y que retornan cíclicamente en el discurso cuasi-fascista de la “mano dura”, de no respeto a las opiniones ajenas, de rechazo e intolerancia al conflicto y a la pluralidad social como constitutivas de la democracia, de candidatos formados en el puro marketing político, o con pretensiones de administrar tecnocráticamente el Estado como si fuese una empresa que debe maximizar las ganancias individuales, el legado positivo de Alfonsín, con sus fuertes convicciones ideológicas, su honestidad intachable y su firme reivindicación de la política, el disenso y el respeto de los Derechos Humanos, debe y merece ser destacado como un ejemplo a seguir para las futuras generacionesHernán. Fair, Hernàn ( 2010) El legado político de Raúl Alfonsín. Revista Nº9 "TEORIA POLITICA E HISTORIA IV"

jueves, 12 de octubre de 2023

Hamas es violento, codicioso y egoísta, nutre de vuestra sangre mientras evoca el nombre de Alá en vano; utiliza a inocentes como escudos humanos, utiliza mezquitas como arsenales, miente y estafa ( Joan Manuel Serrat)

Se conociò una carta del cantante españoñ Joan Manuel Serrat a los palestinos de Gaza, el artista oriundo de Barcelona critica a la polìtica terrorista y en nombre del Islam, para las muerte y el odio. Crìtica al grupo Hamas, al decir:" Yo sé que ustedes están hartos de ser mantenidos como rehenes por ese demonio, esa terrible bestia, que está en Gaza, pero también está en Irak, en Afganistán y en todas partes". Aboga por poner coto a esta situaciòn:" Ustedes son un pueblo destinado a florecer en paz! ¡Su majestuosa historia ofrece abundantes testimonios de creatividad en la literatura, la ciencia, la música". La carta completa: > Es con el corazón apesadumbrado que les escribo hoy. Gaza está > ardiendo. La frontera con Israel está bajo fuego. Niños en ambos lados de la frontera están aterrorizados, traumatizados, heridos en cuerpo y alma. ¡Valiosas vidas se pierden a cada instante! ¡Corre la sangre! ¡Abundan el dolor y las lágrimas! > > Lamentablemente eso nos es familiar, demasiado. Estoy sentado en mitad de la noche en mi hogar catalán junto al mar. Ese mar que es nuestro, el Mediterráneo, nuestra cultura, el de nuestro pueblo andariego, el de los sin hogar, los nostálgicos, los constructores, los sobrevivientes. > Nuestros sueños son como las olas, y dialogan con la luna y las estrellas sobre la eternidad. > >Desde ese fatídico día de 1995 cuando asesinaron a Rabin , dediqué gran parte de mi vida pública a cantar y a hablar por la paz entre judíos y palestinos. Vi el proceso de paz levantarse y caer como los senos de una mujer respirando durante la noche. Vi muchas oportunidades desperdiciadas. Lamentablemente mucha obstinación, ignorancia y estrechez de miradas se cruzaron por el camino. Un absurdo orgullo pisoteó numerosas esperanzas. Canté y hablé. A veces discutí y abracé a extraños. Muchas veces me conmoví hasta las lágrimas e hice los amigos más inesperados. Amigos por quienes cruzaría fronteras bajo fuego para darles protección. Y hoy yo digo esto: tenemos un enemigo común, un enemigo terrible, y tenemos que unirnos para vencerlo. Ese enemigo es el fanatismo, amigos míos. Ese enemigo es el extremismo en todas sus grotescas manifestaciones. Ese enemigo está encarnado por todos aquellos que colocan a D*os por encima de la vida, que pretenden que D*os es su espada y su escudo y que combaten por él. Todos ellos son víctimas de un horrible fanatismo. Yo a menudo hablé contra el fanatismo en mi país, porque lo considero detestable. Muchas veces arriesgué mi carrera y mi bienestar en esa lucha. Ahora veo el horrible rostro del fanatismo, veo sangre en sus manos y conozco uno de sus muchos nombres: Hamas. Ustedes conocen a este terrible monstruo. Saben que viola a vuestras mujeres y envilece a las inocentes mentes infantiles. > Ustedes saben que educa para el odio y la muerte. > Ustedes saben que es chauvinista y violento, codicioso y egoísta, y que se nutre de vuestra sangre mientras evoca el nombre de Alá en vano, se oculta como un ladrón y utiliza a inocentes como escudos humanos, utiliza mezquitas como arsenales, miente y estafa, y los usa a ustedes como rehenes. ¡Yo sé que eso es verdad y que ustedes lo saben! Pero no pueden hablar por miedo. Pero yo sí puedo hablar. > > Tengo el privilegio de vivir en una democracia donde las mujeres no son objetos, sino ministros, donde un cantante puede decir lo que se le antoja. Yo sé que ustedes no tienen ese privilegio (pero estoy seguro de que algún día lo alcanzarán, inshalla). > > Yo sé que ustedes están hartos de ser mantenidos como rehenes por ese demonio, esa terrible bestia, que está en Gaza, pero también está en Irak, en Afganistán y en todas partes. ¡Pero ustedes son un pueblo destinado a florecer en paz! ¡Su majestuosa historia ofrece abundantes testimonios de creatividad en la literatura, la ciencia, la música! > > A veces los veo en las calles, haciendo manifestaciones de apoyo a los monstruos, gritando muerte a los judíos, muerte a Israel. Pero yo no les creo. ¡Sé dónde está vuestro corazón! Está donde está el mío, con mis hijos, con la tierra, con el cielo, con la música, con laesperanza. Yo sé que en el fondo de vuestros corazones ustedes desean la derrota de la bestia llamada Hamas que los ha aterrorizado y asesinado, que ha convertido a Gaza en un estercolero de pobreza, enfermedad y miseria, y los ha sacrificado en su sangrienta locura de orgullo y codicia. > > Mis hermanos, lloro por ustedes y también por nosotros. Lloro por mis compatriotas que sufren por las bombas de ETA arrojadas en todas partes. Lloro por los soldados secuestrados y muertos, por las familias enlutadas, por la inocencia perdida para siempre. Pero lloro especialmente por ustedes porque conozco vuestro sufrimiento. Sólo espero que Israel pueda hacer la tarea que debe ser hecha y finalmente logre librarlos de este cáncer de fanatismo llamado Hamas. Y espero que un resto de compasión aún exista en sus corazones para que dejen de usarlos a ustedes y sus hijos como escudos humanos. > Y quizás tengan una oportunidad de caminar despacio el uno hacia el otro y daros tímidamente las manos, miraos en los ojos llenos de lágrimas y deciros con voz ahogada: "Shalom, salam. Ya basta. Ya basta, hermano mío". > > ¿Quieres un café? Quédate un poco, hablemos, conocemos las palabras y las canciones y sabemos cuál es el camino. > Shalom. Salam. Con un corazón quebrado que aún añora el amor. Vuestro amigo, J.M.Serrat