jueves, 17 de agosto de 2023

“La ilustración y fomento de las letras es la llave maestra que abre las puertas de la abundancia y hace felices a los pueblos” ( José de San Martín)

San Martín no se separaría nunca de sus libros. Su pensamiento de liberar a los pueblos del fierro español llevaba paralelamente la idea de crear bibliotecas y escuelas, porque sabía que los españoles le habían quitado el derecho de saber a los criollos, que solo tenían acceso a la literatura ordenada por el reinado de España. Cuando San Martín se hallaba en Mendoza organizando su glorioso Ejército de los Andes, solicitó al director supremo Juan Martín de Pueyrredón que le enviase una imprenta para estampar proclamas y boletines. Al acceder al pedido, en carta del 18 de noviembre de 1816, Pueyrredón expresaba: “Con la pólvora que saldrá dentro de ocho días, irá también la imprenta que me pidiera en su carta anterior; dicha imprenta sólo debe ser usada al servicio del ejército exclusivamente y no para el uso de los doctores”. Con la imprenta llegaba también una prensa chica, cincuenta resmas de papel, dos cajas de composición, un barrilito de tinta y ochocientas libras de tipo. El 14 de diciembre de ese año, San Martín acusaba recibo. Sin embargo, la imprenta no pudo cruzar la cordillera con el ejército pues los impresores que debían manejarla no habían llegado a tiempo. Gracias a esa situación, el 16 de febrero de 1817 el gobernador intendente de Cuyo Toribio Luzuriaga logró estampar el primer impreso que circuló en Mendoza, donde daba a conocer al pueblo la victoria de Chacabuco. El 26 de febrero de 1817 llegaban a Mendoza los impresores, don Manuel González y Ramón Astorga, quienes de inmediato se dirigieron a Chile para hacerse cargo de la imprenta que pondría en difusión la actividad del Ejército y de su nuevo gobierno patriota e informaría las nuevas órdenes a los distintos organismos gubernamentales y escuelas. A Buenos Aires, con sus libros En su traslado de Europa a Buenos Aires en 1811, el Capitán de los Andes trajo consigo su biblioteca (o “librería”, como él la llamaba). Cuando fue nombrado Gobernador de Cuyo en 1814, mandó a traer todos sus libros a Mendoza. Al disponerse a cruzar la cordillera, hizo encajonar todos sus ejemplares, se los llevó a Chile y los depositó en Santiago. San Martín no se separaría nunca de sus libros. Su pensamiento de liberar a los pueblos del fierro español llevaba paralelamente la idea de crear bibliotecas y escuelas, porque sabía que los españoles le habían quitado el derecho de saber a los criollos, que solo tenían acceso a la literatura ordenada por el reinado de España. Describir los distintos ejemplares que incluía la biblioteca de nuestro General sería un trabajo para varios artículos. La Biblioteca Nacional de Chile Luego del triunfo de Chacabuco, el gobierno chileno le otorgó diez mil pesos en retribución por sus servicios a esa patria, dinero que nuestro General donó para que se pudiera reabrir la Biblioteca Nacional de ese país, que se mantenía cerrada desde 1814 por decisión de las autoridades españolas. También donó gran parte de sus libros a dicha biblioteca. La Biblioteca Nacional del Perú Ya instalado como Protector del Perú, el 28 de agosto de 1821 decretó la instalación de la Biblioteca Nacional de ese país. Estaba convencido de que el gobierno español pensaba que la ignorancia era la columna más firme del despotismo y había puesto trabas a las ilustraciones del americano manteniendo encadenado su pensamiento para impedir que conociera su propia dignidad. El 17 de septiembre de 1822, en Lima, San Martín inauguró la biblioteca, a la cual había donado gran cantidad de sus libros. En uno de los párrafos de su discurso dijo: “La biblioteca es destinada a la ilustración universal, y es más poderosa que nuestro ejércitos para sostener nuestra independencia”. Cabe recordar aquí aquella triste noticia de que en el incendio soportado por la Biblioteca Nacional del Perú en 1943, de los seiscientos volúmenes que había donado el general San Martín en 1821 solo fueron salvados siete, que contienen su firma y su ex libris [sello o estampilla que indica quien es el propietario de un libro]. Una revolución educativa Como Protector del Perú, varias fueron las órdenes que dictó para todos los establecimientos educativos, tales como la enseñanza obligatoria de las primeras letras, la incorporación de las lenguas vivas y la instalación de una biblioteca en cada escuela. En todos los conventos regulares existentes en el territorio del Perú ordenó incorporar una escuela gratuita de primeras letras y los prelados tendrían la obligación de hacer un curso para enseñar a sus alumnos. Los docentes debían concurrir a capacitaciones extras cuando el ministerio lo exigiese. El 23 de febrero de 1822, en el decreto que imponía estas renovaciones educativas, San Martín decía: “La prosperidad de los pueblos está en razón de las verdades que conocen y no de las ideas que adquieren: en los tiempos de agitación, así como en la tranquilidad, las desgracias nacen de la ignorancia de ciertas verdades, que por falta de medios para difundirlas, no solo carece de ellas el pueblo, sino que confunde las nociones inexactas que recibe...” Educación y sociedad Cómo le preocuparía la cultura del pueblo a nuestro Libertador que, el 17 de octubre de 1815 —mientras era Gobernador Intendente de Cuyo y formaba su Ejército para el cruce de los Andes— desde el Plumerillo envió una circular a todos los preceptores de las escuelas públicas que, en parte, decía: “La libertad de los pueblos libres es aun despreciada por los siervos porque no la conocen. Nosotros palpamos con dolor esta verdad. La independencia americana habría sido obra de momentos si la educación española no hubiera enervado [debilitado] la mayor parte nuestro genio. Pero aun hay tiempo, los pobladores del nuevo mundo son susceptibles de las mejores luces. El destino de preceptor de primeras letras que usted ocupa le obliga íntimamente a suministrar estas ideas a los alumnos. Recuerde usted que esos tiernos renuevos dirigidos por manos maestras formarán algún día una nación culta, libre y gloriosa. Para excitar el espíritu patriótico en los niños como en el común de las gentes, cumplirá usted, exactamente desde esta semana y todos los jueves, la superior orden de que las escuelas se formen en la Plaza Mayor a entonar la Canción Nacional. Sin educación no hay sociedad: los hombres que carecen de ella pueden muy bien vivir reunidos, pero sin conocer la extensión de los deberes y derechos que los ligan, en cuya reciprocidad consiste su bienestar“. También la Biblioteca Nacional en Buenos Aires recibió una donación post mortem. Acompañando una carta del 7 de marzo de 1856, desde París, el yerno del Libertador, don Mariano Balcarce, cumpliendo un deseo de su padre político, enviaba al Director de la biblioteca un baúl con libros que habían pertenecido al Libertador. “Los gobiernos interesados en el progreso de las letras no deben cuidar solamente de que se multipliquen las escuelas públicas, sino de establecer en ellas el método más fácil y sencillo de enseñanza que, generalizándose por su naturaleza, produzca un completo aprovechamiento y se economice el tiempo necesario para la adquisición de otros conocimientos”. José de San Martín, 14 de septiembre de 1822 Fuente: Diarios Los Andes, 17 de Agosto de 2017.

miércoles, 9 de agosto de 2023

HÈROES MUSULMANES DEL HOLOCAUSTO, JUSTOS ENTRE LAS NACIONES ÀRABES, UN FENÒMENO POCO CONOCIDO QUE FUE REAL

Los "Justos entre las Naciones", fueron la luz en la oscuridad del Holocausto. De modo personal, ellos jugaron sus vidas para salvar a judìos. Llama la atenciòn lo sucedido con musulmanes , cuyos paìses fueron colaboracionistas de los nazis. Se destaca entre ellos, Muhammad Amin al-Husayni, el Mufti de Jerusalem, nacido en la capital israelì en 1895 fue un líder nacionalista árabe y un líder religioso musulmán en su calidad de Gran Muftí de Jerusalén. Antisemita acérrimo, encabezó numerosos pogromos contra los judíos durante el Mandato Británico de Palestina, además de convertirse en el principal aliado islámico del Tercer Reich durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando el Centro islámico Hussainiyat Al-Rasool Al-Adham se inauguró en el barrio predominantemente judío de Golders Green en el 2017, ellos prometieron ponerse en contacto con los residentes judíos. En enero del 2019, planeaban lanzar una enorme exhibición sobre los héroes musulmanes que salvaron judíos durante el Holocausto. Los musulmanes locales se indiganron. Algunos en especial estaban furiosos por el hecho de que el Centro islámico se asociara con Yad Vashem, el museo de recuerdo del Holocausto en Israel. Al enfrentar una feroz oposición, el Centro islámico canceló la exhibición. Es una lástima, porque la historia que planeaban contar es una historia vital: entre los miles de héroes identificados por Yad Vashem como “Justos entre las naciones” por haber arriesgado sus vidas para salvar judíos, muchos fueron musulmanes. Sus extraordinarias historias merecen ser conocidas. Aquí hay cuatro musulmanes que arriesgaron sus vidas para salvar judíos durante el Holocausto. No permitamos que los extremistas borren su historia. Dr. Mohamed Helmy Mohamed Helmy nació en Sudán de padres egipcios y cuando tenía 21 años se fue a Berlín para estudiar medicina. El Dr. Helmy se asentó en Alemania, eventualmente avanzó en su profesión hasta convertirse en jefe del departamento de urología del hospital Robert Koch en Berlín. Allí, en el año 1933, vio que todos los médicos judíos eran despedidos. Por un tiempo breve, el Dr. Helmy fue encarcelado junto con otros egipcios que vivían en Alemania, pero eventualmente fue liberado y le permitieron seguir practicando la medicina. A pesar del peligro, el Dr. Helmy habló públicamente en contra de las políticas nazis. uando estalló la guerra y los judíos comenzaron a ser arrestados en Berlín, el Dr. Helmy arriesgó su vida para salvar a una familia. Él era buen amigo de una mujer judía llamada Anna Boros y le dijo que podía quedarse en una cabaña que él tenía en un pintoresco barrio de Berlín llamado Buch. Las autoridades alemanas investigaron al Dr. Helmy varias veces, sospechando que él estaba escondiendo judíos. Entonces arregló para que Anna se escondiera con otra familia. “La Gestapo sabía que el Dr. Helmy era nuestro médico de familia”, testificó Anna posteriormente, “y sabían que él tenía una cabaña en Buch, Berlín. Él se las arregló para evadir todos los interrogatorios. En esos casos me llevaba con amigos con quienes me quedaba varios días, presentándome como su prima de Dresden. Cuando el peligro pasaba, yo regresaba a su cabaña… El Dr. Helmy hizo todo por mí debido a la generosidad de su corazón y le estaré eternamente agradecida”. Sin que Anna lo supiera, el Dr. Helmy incluso obtuvo documentos del Instituto islámico central en Berlín, declarando (falsamente) que Anna se había convertido al islam y se había casado con un hombre egipcio en la casa del Dr. Helmy, porque creyó que eso podría salvarla de la deportación si llegaban a descubrirla. El Dr. Helmy también ayudó a la madre de Anna, Julie, a su padrastro Gerog Wehr, y a su abuela, Cecilie Rudnik, a encontrar refugio con otras familias y los ayudó con problemas médicos durante la guerra. En 1944, los Wehr fueron encontrados e interrogados y ellos revelaron que el Dr. Helmy los estaba ayudando y escondiendo a su hija. El Dr. Helmy corrió a pasar a Anna a otro lugar más seguro y para despistarlos, entregó a las autoridades una carta falsa de Anna diciendo que se estaba quedando con su tía en la ciudad de Dessau. Anna, sus padres y su abuela sobrevivieron la guerra gracias al Dr. Helmy y a otros berlineses que ayudaron a refugiar a la familia. Anna y sus p arientes se fueron a vivir a los Estados Unidos y de inmediato comenzaron a escribir cartas al senado de Berlín pidiendo que se reconociera la valentía del Dr. Helmy y sus amigos. En el 2013, Yad Vashem nombró a Mohamed Helmy un "Justo entre las naciones" por arriesgar su vida para ayudar a judíos durante el Holocausto. Salahattin Ulkumen Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, Selahattin Ulkumen, un funcionario civil turco de 30 años, era el cónsul general de Turquía en la isla griega de Rodas. En la isla vivían casi 2.000 judíos, muchos de los cuales podían remontar sus raíces hasta la expulsión de los judíos de España en 1492. La mayoría de estos judíos tenían nacionalidad griega o italiana, pero algunos tenían papeles turcos. Cuando Alemania comenzó a deportar a los judíos de Rodas en 1944, Ulkumen entendió que él podía ayudar a salvar a los judíos turcos de la isla. Retrato de identificación de Slahattin Ulkumen, cónsul general turco en Rodas. El 19 de julio de 1944, la Gestapo local ordenó que todos los judíos se reportaran en la estación de tren de la isla. Su destino era el campo de exterminio Auschwitz-Birkenau. Ulkumen se acercó a Ulrich Kleeman, el general a cargo, protestando, le dijo que Turquía era neutral y demandó que todos los judíos con ciudadanía turca –y sus cónyuges– fueran liberados de inmediato. Ulkumen recordó después que “El comandante alemán dijo que, de acuerdo con las leyes nazis, todos los judíos son judíos y tienen que ir a campos de concentración. Yo me opuse. Le dije que de acuerdo con la ley turca no hay diferencia si el ciudadano es judío, cristiano o musulmán… le dije que reportaría a mi gobierno si él no liberaba a los judíos turcos y que causaría un incidente internacional. Entonces accedió”. El discurso de Ulkumen era en gran parte inventado: él no tenía ordenes de salvar a los judíos turcos y estaba actuando por su propia iniciativa. Más aún, la ley turca no dictaminaba que los cónyuges de turcos tenían ciudadanía turca. Todo eso lo inventó en el momento. En total, Ulkumen salvó a 13 ciudadanos turcos y otros 40 judíos con conexiones turcas. En algunos casos, él intervino personalmente para ayudar a judíos individuales a evadir la deportación. Albert Franko estaba casado con una mujer turca. Al saber que él tenía esta conexión turca, Ulkumen hizo bajar a Franko de un tren que ya estaba en camino a Auschwitz. En otro caso, Ulkumen se acercó a una ciudadana turca judía, Matilda Toriel, mientras estaba en fila para reportarse a las oficinas centrales de la Gestapo e insistió que su esposo, quien era ciudadano italiano, también fuera liberado. En total, Ulkumen logró agregar otros 25-30 nombres a la lista de judíos turcos de la Gestapo, insistiendo que esos judíos eran turcos y que simplemente tenían los documentos vencidos. Después de la guerra, Albert Franko, Matilda Toriel y otros judíos que Ulkumen salvó contaron a Yad Vashem sobre su valentía. En 1989, Selahattin Ulkumen fue reconocido por Yad Vashem como "Justo entre las naciones". Otros nombres de "Justos de la Humanidad", musulmanes, fueron Khaled Abdul Wahab, un terrateniente rico en el pintoresco pueblo de Mahdia, en Túnez. Él albergó judíos y salvó a mujeres judías de ser atacadas por los soldados alemanes y Lime Bella que en 1943, con 22 años, siendo ama de casa ,vivía con su esposo Destan en la aldea albanesa de Shengjerji. En 1943, durante el mes sagrado para el islam, el Ramadán, 17 judíos escaparon de la ciudad de Tirana al campo, y encontraron refugio en la aldea de Lime. Lime y Destan, como otros musulmanes albaneses, se adherían a un intenso código de honor llamado “besa”, que exige proteger a los huéspedes a toda costa. Fuentes:r Miller,Yvette Alt(2023).Héroes musulmanes del Holocausto. Ashlatino.com, 4 de Julio de 2023 El Gran Muftí de Jerusalem ¿Entonces, qué debo hacer con ellos? preguntó Hitler…(2022), Radio Jai, Argentina.