lunes, 21 de septiembre de 2020

Día del periodista deportivo: el deporte se tornó en la Argentina la concepción de un consumo, no de un culto higiénico para la salud y la conducta ( Dante Panzeri, 1978)

  En el día del periodista deportivo, vale homenajear a Dante Panzeri, a quien descubrimos, como es mi caso, en la escuela de periodismo deportivo, descubrimos su lengua filosa o mejor dicho su pluma filosa que no dudaba en denunciar los manejos espurios de dirigentes , así como tampoco se casó con el poder de turno o, como lo dice aquí que el deporte se ha convertido en “artículo de consumo”, más que una práctica beneficiosa para la salud. El artículo fue publicado en 1978, cuando el boom tecnológico de Internet era un sueño y los pases  y sueldos  de los jugadores eran un 1% de lo que son hoy ; los medios de comunicación  no tenían el peso que tienen hoy y, obviamente las redes sociales , era un remoto sueño. Eso sí, lo que se mantiene vigente es su utilización como opio.

 

  Masivamente considerados, los argentinos no somos deportistas. Somos clientes de consumos deportivos exitistas. Al deporte lo vemos y lo leemos mil veces más que cuanto lo practicamos. En aquel caso está, en este momento, el tenis. "La materia prima de todo desarrollo es la instrucción”, decía visionariamente el gran Sarmiento. Ello es también válido para el deporte. Nos educaron inicialmente para que lo hiciéramos. Diría, en la época de Aldao. Después nos deseducaron para que lo consumiéramos como un producto más. Y allí se explica la llamada decadencia de los deportes que una vez alguien denominó "varios", porque empezó a entenderse que deporte (a secas) era lo que tenía mucho público. El resto era lo que, en un almacén de ramos generales, las mercaderías de venta secundaria. "Varios".

  El pauperismo en que viven la Natación, el Atletismo y muchos deportes igualmente misérrimos dentro de la súper congestión de casi 50 que pretendemos fomentar unos pocos argentinos (que no alcanzamos para atender eficientemente ni una docena de ellos) fue explicado una vez por el auténtico Ricardo Lorenzo, Borocotó, diciendo: "Son deportes a los que les faltan cronistas".

   En aquel momento, yo no entendí lo que quiso decir mí entonces director. Pasados unos años, me di cuenta del meollo del asunto; y en carne propia. Por aquellas determinaciones que frecuentemente en la vida surgen de las circunstancias, y no de las decisiones humanas, Alberto Salotto y yo nos apoderamos de hoy increíbles espacios (6, 8, 10 páginas a veces) semanal (de El Gráfico para Natación, Atletismo, Ciclismo; en fin, los deportes a los que las mismas circunstancias nos habían volcado. Fue enorme la publicidad (servicio totalmente gratuito) que les dimos, y mc atrevo a asegurar que en el relativo auge que esos deportes tuvieron en aquellos años abarcados por 1943 a 1956 (allí Salotto se volcó al Automovilismo y yo al Fútbol) tuvo muchísimo que ver El Gráfico, claro está, con una concepción integral del deporte que seguía la línea de su inspirador inicial, Aníbal Vigil, ex nadador, waterpolista, y muchas cosas más, en el Club de Gimnasia y Esgrima. La tapa de El Gráfico era mucho más estimulante para un deportista que un Olimpia de hoy. Y eran 52 por año.

 

  Aquella Argentina no deportista, pero si consumidora de productos deportivos, consumió mucha Natación y mucho Atletismo, merced, en gran parte a ello. Lo afirmo con plena conciencia, porque el pauperismo de esos deportes coincidió con la desaparición de aquellos espacios harto generosamente regalados por simple apasionamiento de Salott y mío con esos temas. Fue entonces cuando comprendí lo que en un primer momento no comprendiera de la explicación de Borocotó. Los nombres de Bonnhöff, Yantorno, Triulzi, Eileen Holt, Ana Maria Schultz, Dominguez Nimo, Noenni Simonetto, Durañona, Kistenmacher, decenas como ellos, estaban en la publicidad deportiva como hoy los de quienes producen rentas comerciales por ser profesionales o supuestos amateurs con mercado. Creo que actualmente yo no sabría reconocer, ni en la calle ni en una fotografía que no aclare su nombre, a Conrado Porta, porque "no tiene cronistas". Lo más provechoso para , esos deportes, referido siempre al servicio de gran difusión que le dábamos en El Gráfico, no fue quizá lo que por ser El Gráfico lo que entonces era El Gráfico... obligaba El Gráfico a escribir y hablar sobre Natación y Atletismo al resto del periodismo. Y entonces se dio para esos deportes lo que ridículamente ahora oigo llamar época de oro, que en realidad no fue ni de antimonio, porque minoritarios como deportes fueron siempre. Pero tenían el estímulo propicionado (y hasta exagerador con: su natural reclutamiento de cultores. Logramos, para esos deportes pobres,' un caudal de clientes acordes con nuestras tendencias (obligadas. por la pobreza de instalaciones deportivas en todo el país y desde hace muchos años) a mucho más ver y leer que practicar deportes.

   No quisiera que se interprete que considero a la, publicidad el factor determinante de la difusión (o pauperismo, en el caso contrario) de los deportes que como la natación o el Atletismo no tienen posibilidades de ofrecimientos ruidosos para el apasionamiento que genera el consumo deportivo por oleajes exitistas (caso del Tenis;  en otro momento, del Rugby; hace muchos años, del Ciclismo). No, nada de eso. Es más: creo que Atletismo y. Natación, bastiones olímpicos y acaso últimas reservas del deporte semipuro, fatalmente morirían como deportes recibiendo los supuestos beneficios empresarios que hoy llegan a otros ex pobres. Por otra parte, tanto Salotto como yo no publicitarnos ni inventamos sistemáticamente falsos valores. Encontramos la posibilidad de hacer conocer a deportistas que el consenso mundial ocupaban (en el reparto olímpico de conjuntos) entre el 13° y 15° lugares; que lograron Plazas finalistas en 1948 y 1952 (Chaves, Kistenmacher, Triulzi; Simonetto, Bonnhöff); que eran los primeros en América del Sur con cierta holgura. Encontramos, también, una vida social muy diferente a la actual, en la que la juventud estaba menos ocupada en cosas raras. Pero que lo que allí acontecía llegaba a la gente de la calle porque periodísticamente estábamos con el deporte sano, y no solamente detrás de lo que tenía multitudes, creo que es justo evaluarlo como la causa que exteriormente más apuntaló en aquellos años a esos deportes que hoy se debaten en la indiferencia general, tanto porque "no tienen cronistas" (Borocotó) cuanto porque, hoy, ningún periodista podría impulsar a hacerse nadador o atleta a un muchacho que tiene las mismas o menos pistas y piletas que las pocas que existían en aquel entonces. Y es que el deporte, a partir de 1943, tornó en la Argentina la concepción de un consumo, no de un culto higiénico para la salud y la conducta. Sus efectos se padecen hoy. Y me temo que por mucho tiempo. Aquí se confundió apoyo al deporte con apoyo al campeón.

Fuente: Revista Geba ( 1978), citado en El Gráfico, Los deportes que no tienen cronistas, por Panzeri . 


Por Redacción EG · 30 de mayo de 2019


 

LA LARGA NOCHE DE LOS LAPICES ES UN TESTIMONIO EN CARNE VIVA Y A LA VEZ UNA REFLEXIÓN EN VOZ ALTA SOBRE ESTA HISTORIA , QUE ES LA DE ELLA Y TODA SU GENERACIÓN

 En la madrugada del 17 de septiembre de 1976, Emilce Moler, de diecisiete años, estudiante secundaria, fue secuestrada de la casa de sus padres, en La Plata, por hombres armados pertenecientes al Ejército Argentino. Estuvo detenida-desaparecida durante seis meses, más tarde presa en la cárcel de Villa Devoto y finalmente bajo libertad vigilada, hasta los veinte años. Es sobreviviente de lo que dio en llamarse “la Noche de los Lápices”, ya que, efectivamente, su secuestro y posterior cautiverio –incluido todo el calvario imaginable– fueron parte de la suerte infausta que corrió ese grupo de adolescentes que eran sus compañeros de estudio y de militancia. "La Larga Noche de los Lapices" ( Marea),  su primer libro, está compuesto por relatos breves basados en sus propias experiencias y en sus escritos desde la cárcel.Es un testimonio en carne viva y a la vez una reflexión en voz alta sobre esta historia, que no es solo la de ella sino la de toda su generación : las pasiones de aquellos años, la frescura (distinta a la “inocencia”) con que estos adolescentes abrazaron sus ideales y los riesgos asumidos. También, es una respuesta a las nuevas generaciones en democracia. Por lo pronto, un mérito incontrastable de este libro es narrar los hechos más terribles con una espontaneidad y sinceridad en las que resplandece aquella chica de diecisiete años, portadora de una verdad que todavía nos interpela.

 Sobre la autora:

Emilce Moler

Emilce Moler nació en 1959, en La Plata, provincia de Buenos Aires. A los diecisiete años fue detenida-desaparecida, víctima y sobreviviente de lo que se conoció como la Noche de los Lápices. Después de recuperar su libertad se radicó en la ciudad de Mar del Plata. Desde los inicios de la democracia realizó actividades políticas, gremiales y participó en distintos organismos de derechos humanos. En forma paralela forjó una destacada carrera profesional y académica como docente e investigadora. Es doctora en Bioingeniería por la Universidad Nacional de Tucumán, magíster en Epistemología y profesora en Matemática por la Universidad Nacional de Mar del Plata. Fue directora de proyectos de investigación en temas de enseñanza de Matemáticas Superiores, Procesamiento de Imágenes Médicas y de Antropología Forense. Ha colaborado en la denuncia de represores ante la Justicia y participa de manera constante de actividades políticas y culturales tendientes a mantener viva la memoria sobre ese periodo, especialmente dirigidas a los jóvenes. Recibió numerosos premios y reconocimientos por su compromiso en el ámbito de los derechos humanos. Este texto testimonial es su primer libro.

Son pocas las sobrevivientes que, después de relatar una y otra vez ante la Justicia el horror, terminaron escribiendo su propia historia de vida. Es decir, no solo lo que percibieron a través de sus sentidos, como les piden los jueces a los testigos, sino también lo que sintieron después. Y cómo ven ahora la película de su existencia.

Martín Granovsky,del prólogo del libro)

Fuente: Moler, Emilce ( 2020)La larga Noche de los Lápices , Marea Editorial, Buenos Aires.





miércoles, 2 de septiembre de 2020

Alfonsín tuvo un rol decisivo para que Independiente y el Liverpool inglés jueguen la final Intercontinental en 1984

 Raúl Alfonsín y Ricardo Bochini se admiraban mutuamente. Tanto que el máximo ídolo de la historia de Independiente, tan brillante y reconocido en los campos de juego como ajeno al mundo de la política, sorprendió cuando hizo público su respaldo al entonces presidente de la Nación durante la campaña para las elecciones legislativas de 1987.

"Nunca me metí en política, sólo respondí lo que me preguntaron. A mí me gustaba Alfonsín, yo era hincha de Alfonsín... (sic), lo quería mucho y él me quería a mí. Era una persona humilde, que sabía de todo  y que agarró el país en una época muy difícil. Para mí, fue uno de los mejores presidentes que tuvo la Argentina", dice Bochini, en diálogo con LA NACIÓN.

Entre sus múltiples ocupaciones, ya fuese como abogado, político,estadista o promotor de los derechos humanos, quien hoy es considerado como "el padre de la democracia moderna" en nuestro país nunca dejó de atender su pasión por Independiente y hasta llegó a cumplir un papel clave en la disputa de la Copa Intercontinental de 1984.

El efecto de la Guerra de Malvinas

¿Por qué? ¿Qué fue lo que sucedió? Cuando Independiente y Liverpool se enfrentaron en Tokio hace 35 años, en la primera edición de la Copa Toyota Intercontinental, el recuerdo de la Guerra de Malvinas todavía estaba fresco. Cientos de jóvenes argentinos habían muerto en las islas y otros tantos habían regresado con las terribles secuelas de los campos de batalla. El clima de desconfianza entre ambos países era notorio. A comienzos de 1984, el gobierno argentino había enviado una delegación parlamentaria al Reino Unido, integrada por los senadoresAdolfo Gass y Julio Amoedo y los diputados José Horacio Bordón y  Federico Storani, que debió sortear varias "trampas" y algún encierro diplomático del Foreign Office.

En ese contexto, el partido programado para el 9 de diciembre en Tokio, primer enfrentamiento oficial entre un equipo de fútbol de la Argentina y otro de Inglaterra, fue corrido del plano deportivo y se convirtió en un tema de debate geopolítico. En Cancillería, en el Congreso Nacional y en la Casa Rosada se hablaba del encuentro. Y hasta se barajó la posibilidad de suspenderlo.

"Efectivamente no había ningún tipo de relaciones diplomáticas y la cuestión de jugar o no aquella final pasó a ser un tema central. A Independiente le había tocado enfrentarse a un equipo bien inglés como el Liverpool y debíamos tomar una decisión", recuerda a LA NACION.}.

Federico Storani, quien presidía la comisión de Relaciones Exteriore de la Cámara de Diputados.

La postura más radical la llevaba adelante el entonces subsecretario de Deportes de la Nación, Rodolfo "Michingo" O' Reilly, hombre proveniente del rugby -fue campeón como jugador del CASI y un reconocido entrenador de Los Pumas-, quien aconsejaba no jugar la final y así lo transmitía tanto en cónclaves políticos como en los medios de comunicación.

}"Como capitán de Independiente me vi en la obligación de salir a responder. ¿Por qué se podía jugar contra los ingleses al rugby o al tenis y al fútbol no? Ya habían pasado dos años de Malvinas y no había por qué mezclar la política con el deporte", sostiene Enzo Trossero..

Por consejo del presidente de la AFA, Julio Grondona, y con el visto bueno del resto de los dirigentes de Independiente encabezados por Pedro Iso, un grupo de jugadores concurrió al Congreso para manifestarse frente a diputados y senadores. "Fuimos a pedirles que nos dejaran jugar, que no mezclaran las cosas. La mayoría opinaba que no debíamos viajar y nosotros tratábamos de hacerles entender que no era un problema diplomático, que sólo se trataba de un partido de fútbol", precisa Jorge Burruchaga.}

La decisión final debía tomarla la mesa chica del gobierno. Se escucharon con atención las opiniones del canciller Dante Caputo, quien estaba a favor de jugar el partido y del vicecanciller Jorge Federico Sábato, quien instruía al resto de los funcionarios sobre la cuidadosa relación que debía mantenerse con Inglaterra. Alfonsín escuchaba. Él tenía la última palabra..

Desde un principio Alfonsín sostenía que no había que romper relaciones con Inglaterra, nos decía que debíamos estrechar lazos de todo tipo, porque para la cuestión de fondo -que era discutir la soberanía de Malvinas-, iba a ser peor. Encima, él era hincha de Independiente, así que lo comprendían las generales de la ley", agrega Storani, integrante de aquella mesa chica alfonsinista.T}

Tras analizar los "pro" y los "contra", Alfonsín aprobó el viaje. Hasta, cuentan allegados al expresidente radical, lo terminó viendo como una posibilidad de desdramatizar cualquier encuentro entre argentinos e ingleses, como si el fútbol pudiera terminar siendo una primera vía de intercambio pacífico entre dos países con la confianza astillada.

De todas formas, la gente, los hinchas y algunos jugadores, tenían un sentimiento especial. Las jornadas previas al viaje a Japón estuvieron cargadas de un clima nacionalista. La revista "El Gráfico", por ejemplo, despidió al equipo con un artículo titulado: "El país está con Independiente". Y los jugadores, vestidos con elegantes trajes de color beige y un escudo del club a la altura del pecho, fueron a la Casa de Gobierno antes de su viaje para recibir de manos del presidente el pabellón nacional.

De la "desmalvinización" al recuerdo de los soldados caído

Si el mensaje de los futbolistas y los dirigentes de Independiente había apuntado esforzadamente a desvincular la guerra de Malvinas con la final de Tokio en los días previos al viaje, la arenga del capitán, Enzo Trossero, en la noche anterior al partido sacudió nuevamente al plantel con el recuerdo de los soldados caídos y el dolor de las familias que no los vieron regresar.

"Somos un grupo de hombres y vamos a demostrárselo a los ingleses.Esto no es una guerra, pero daremos una respuesta como equipo. ¿Quién no tiene un amigo, un familiar o un vecino que no haya llorado por un soldado caído? Yo fui soldado, hice la colimba; me podría haber tocado a mí o a cualquiera de ustedes. Tenemos un país que nos está mirando que nos está apoyando y no podemos defraudarlo. Vamos a salir ganando de esa cancha o no salimos", alentó Trossero a sus compañeros.}

El arquero Carlos Goyén era el único uruguayo del equipo, pero vivió aquel momento con la misma intensidad. "Por más uruguayo que sea, uno no puede estar ajeno a una circunstancia así y mucho menos cuando se trata de un país hermano, latinoamericano y, por sobre todo, un país en el que yo estaba viviendo y que me estaba dando de comer", recuerdo Goyén.

"Pero cuando entramos en la cancha no hubo ninguna guerra, jugamos un partido de fútbol. Me hubiese gustado tener mano a mano a un gurka o  un asesino profesional, pero los que estaban enfrente eran deportistas, jugadores de fútbol como nosotros. Nos respetamos mutuamente", resalta el arquero, una de las figuras del triunfo por 1-0 sobre el Liverpool.

Burruchaga y Enrique: el año que vivieron en peligro

"¡Fuck you, men! ¡¿Qué te pasa? ¿Qué me mirás?!", disparaba el "Loco" Carlos Enrique, con rostro serio y la mirada clavada en uno de los jugadores de Liverpool, durante la formación de los equipos previo a saltar al campo de juego del estadio Olímpico de Tokio. Al lateral de Independiente, con sólo 19 años, le costó asumir que no habría venganza en el choque contra los ingleses. En parte por su juventud pero también porque la guerra le dejó sus huellas mientras realizaba el servicio militar en el Batallón de Arsenales 601 de Monte Chingolo.}

"Con los años me di cuenta de que había sido una falta de respeto, que no debí hacerlo, pero era muy joven y además venía de vivi situaciones muy tristes durante Malvinas, como no saber si me iban a  mandar a pelear o ver cómo un amigo se te suicida dentro del cuartel",

Cuenta el Loco Enrique. Había sido uno de los primeros conscriptos de 1982, por lo que su destino debía ser el sur, la zona del conflicto.

Pero gracias a una gestión de los dirigentes, se lo autorizó a permanecer en Buenos Aires para poder entrenarse con Independiente y también con el seleccionado juvenil.}

"Un día nos alistaron a todos en el patio, nos hicieron armar los bolsos, cargar los lanza granadas en la espalda y nos subieron a los camiones. Estuvimos ahí varias horas, lo único que quería era poder llamar a mi exmujer y decirle: "Cuidate y cuidame a la nena". Y hablar con mis viejos", relata.

Julio era uno de sus protegidos dentro del cuartel, un joven silencioso e intelectual. "Era un buen pibe, calladito... y en la colimba a veces te agarran otros que son más salvajes. Yo les decía:"Al que lo quiera gozar, lo c... a trompadas". El 2 de abril, cuando comenzó la guerra, mi hija cumplió su primer año. Un par de días después, fui y me dijeron que Julio se había disparado con un fusil. Mirá que soy un negro fuerte y orgulloso, pero me acuerdo y se me caen las lágrimas", se conmueve el Loco.

Cuando José Omar Pastoriza le dio la orden de marcar a Craig Johnston, la figura del equipo inglés, el "Loco" tardó seis segundos en tirarse en plancha sobre su tobillo. "El Pato ya me había mandado a marcar a Renato Portaluppi en la final de la Libertadores. 'Si lo marcás bien ganamos la Copa', me había dicho. Contra Liverpool, me pidió quehiciera lo mismo con Johnston. 'Quédese tranquilo, que no la va a tocar', le respondí".

A Burruchaga le tocó cumplir con el servicio militar en el Regimiento de Infantería "1" de Patricios. Autor de goles históricos, como el de la final de la Libertadores ante el Gremio o aquella corrida interminable en la definición frente a Alemania en la final del Mundial de México '86, debía recibir la baja cuando estalló el enfrentamiento bélico en Malvinas. Pese a los esfuerzos de la dirigencia de Independiente, quedó "a disposición de la Patria".

"Me llamaron de nuevo, me cortaron el pelo y quedé a disposición durante toda la guerra. Estaba obligado a ir a firmar al regimiento y después me iba a entrenar. La verdad es que tenía un miedo enorme", admite el mediocampista, que sería vendido al Nantes de Francia tras la Intercontinental. '¿Te acordás de fulano?', me preguntaban; falleció...". Yo estaba en el juvenil, en un sudamericano o en medio de una copa. Fueron momentos terribles", rememora.

Sin embargo, Burruchaga nunca catalogó sus triunfos ante a los ingleses como una venganza. "De ninguna manera trasladé aquella copa o el partido de cuartos de final en México '86 a lo que pasó en la guerra. Nunca lo sentí como una recompensa respecto de una guerra tonta, injusta, absurda y en la que murieron muchos chicos que fueron a algo para lo que no estaban preparados", afirma.

La final de Tokio y el "gol del mundo"

Lejos de las especulaciones, el partido fue correcto. A los 6 minutos del primer tiempo, José "Mandinga" Percudani sacó provecho de un pase largo de Claudio Marangoni y definió ante la salida de Bruce Grobbelaar, una de las figuras del Liverpool.

"Hicimos ese gol tempranero y después jugamos a nuestro ritmo. La diferencia en el marcador fue mínima pero el resultado fue justo.Independiente tenía un equipo bárbaro, nos conocíamos de memoria", destaca Burruchaga.

Percudani, autor del "gol del mundo", jugaba de niño a que era Daniel Bertoni. Y su hermano Walter simulaba ser Bochini. Su papá Alberto les había inculcado desde siempre ese amor por Independiente y hasta su madre Isabel estaba involucrada en esa simpatía por el Rojo. En su casa de Bragado, se hablaba del "Chivo" Pavoni, de Semenewicz, de Pancho" Sá...

"Estaba predestinado, mi familia es fanática de Independiente. Y gracias a la confianza del Pato Pastoriza pude quedar en la historia porque yo no venía siendo titular. Había perdido el puesto con Bufarini, que jugó la Copa Libertadores, pero ante Liverpool decidió ponerme por mi velocidad y terminé convirtiendo el gol", se enorgullece Percudani.

Trossero sostiene que el Rojo había llegado como "punto" y que para la mayoría Liverpool era el favorito. "Decían nos iba a pasar por arriba que tenían un equipo muy poderoso, que contaban con figuras como Grobbelaar, el central Alan Kennedy, Johnston, los delanteros Kenny Dalglish y el gales Ian Rush. Pero les ganamos con mucha autoridad", afirma.

"Aquel tanto ante el Liverpool y mi hija Constanza, que tiene 6 años y por supuesto ya es hincha del Rojo, fueron los mejores goles de mi vida. Me dicen "Mandinga" e hice el gol del mundo para Los Diablos ante los ingleses incluso antes que el de Maradona en el Mundial", se jacta Percudani.

El brasileño Romualdo Arpi Filho pitó el final del encuentro y los jugadores de Independiente desataron su festejo. Se abrazaron, cantaron y saludaron a sus derrotados colegas del Liverpool. En la zona de vestuarios, Dalglish se acercó a Trossero e intercambiaron sus camisetas, en uno de los gestos como los que podía haber imaginado Alfonsín.

Argentinos e ingleses se habían enfrentado en un partido de fútbol sin ir más lejos. A su regreso al país, los campeones fueron recibidos en la Casa de Gobierno con la copa. Es que de alguna forma, aquel hombre con sus decisiones había jugado también una parte importante de la final Intercontinental de 1984.

Fuente: Alfano, Carlos :"Raúl Alfonsín y su rol decisivo en la Intercontinental que Independiente ganó en 1984", La Nación,  2 de diciembre de 2019 .