El 29 de julio de 1966 es una bisagra en la historia argentina
Cuando se quiso poner fin a la autonomía universitaria, fue la noche que empezó la fuga de cerebros más grande de la historia
Allí se pone de manifiesto que el modelo de universidad pública, que de forma incipiente comenzaba a mostrar la potencia de la ciencia y la tecnología asumida como compromiso social, no era compatible con el papel asignado a la Argentina en la división internacional del trabajo. Retrospectivamente, “la noche de los bastones largos” hoy puede verse como el preludio de las políticas de terrorismo de estado que sobrevendrían en la Argentina con la dictadura cívico-militar de marzo de 1976.
El 29 de julio de 1966 la Guardia de Infantería de la Policía Federal se preparó para una misión especial: el Operativo "Escarmiento". Bajo la orden de Juan Carlos Onganía, a un mes del quinto golpe de facto en el país, tenía un objetivo central: el de golpear y detener estudiantes en las universidades públicas, y, así, imponer las primeras marcas de la intervención militar. El impacto se concentraría en la Universidad de Buenos Aires (UBA), el centro neurálgico de la vida académica. En cuestión de horas, los pasillos se colmaron de policías, que ocuparon Ciencias Exactas, Arquitectura y Filosofía y Letras. Encontrar a un policía dentro de una facultad alarmó a más de un estudiante, que intentó resistir la embestida sin éxito. Fue el principio de “La noche de los bastones largos”. Más de 150 estudiantes y profesores fueron encarcelados -aunque se detuvieron cientos más-, otros agredidos, grupos de investigadores fueron expulsados y muchos docentes partieron al exilio. Se ponía fin a la autonomía universitaria.
“El efecto inmediato tras la intervención furiosa de los militares en la universidad, que implicó un antecedente directo de la persecución sistemática de la dictadura, fue la fuga de cerebros más grande de la historia. Muchos de ellos se habían afianzado después de la modernización de mediados de los ´50 y tuvieron que exiliarse en institutos de investigación en el exterior. La pérdida fue irreparable”, dijo a Infojus Noticias el historiador Pablo Buchbinder, autor del libro "Historia de las universidades argentinas".
Investigaciones posteriores sostienen que luego del 29 de julio de 1966 renunciaron en la UBA alrededor de 1.380 docentes e investigadores y que el mayor número pertenecía a la FCEN. Más de 300 científicos emigraron hacia otros países. A partir de ese momento la fuga de cerebros iba a ser un mal crónico de nuestro país hasta 2003.
A los pocos días, el subsecretario de Estado para Asuntos Interamericanos de EEUU, Lincoln Gordon, justificó el hecho, sostuvo ante la prensa que el ataque a la universidad había sido justificado, porque allí se encubrían agitadores profesionales. En las páginas de New York Times Gordon explicaba que algunas universidades latinoamericanas se habían convertido en “asilos de gángsters”, de “estudiantes crónicos” o de “agitadores profesionales”.
Sin embargo, otro artículo de esos días del New York Times, sostenía: “Reclutadores universitarios listos para ubicar profesores”. Allí se contaba cómo algunas de las universidades como MIT y Harvard, así como sociedades científicas y académicas de Estados Unidos, “han establecido contacto con profesores argentinos en las últimas dos semanas para colaborar con su plan de partida”
Lo cierto, como señala Carnota, las bases de aquel proyecto académico “fueron minadas”. Esa base era la búsqueda de reunir “la excelencia académica con un proyecto político que incidiera y aportara a la realidad social y nacional”.
Fuentes:
Un punto de quiebre, Página 12, 28 de Julio de 2016
https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-305404-2016-07-28.html
A 50 años de la noche de los bastones largos, Universidad Nacional de San Martín , 29 de Julio de 2016http://www.unsam.edu.ar/tss/a-50-anos-de-la-noche-de-los-bastones-largos/
A 50 años de la noche de los bastones largos
http://www.archivoinfojus.gob.ar/nacionales/la-noche-que-empezo-la-fuga-de-cerebros-mas-grande-de-la-historia-9283.html
Cuando se quiso poner fin a la autonomía universitaria, fue la noche que empezó la fuga de cerebros más grande de la historia
Allí se pone de manifiesto que el modelo de universidad pública, que de forma incipiente comenzaba a mostrar la potencia de la ciencia y la tecnología asumida como compromiso social, no era compatible con el papel asignado a la Argentina en la división internacional del trabajo. Retrospectivamente, “la noche de los bastones largos” hoy puede verse como el preludio de las políticas de terrorismo de estado que sobrevendrían en la Argentina con la dictadura cívico-militar de marzo de 1976.
El 29 de julio de 1966 la Guardia de Infantería de la Policía Federal se preparó para una misión especial: el Operativo "Escarmiento". Bajo la orden de Juan Carlos Onganía, a un mes del quinto golpe de facto en el país, tenía un objetivo central: el de golpear y detener estudiantes en las universidades públicas, y, así, imponer las primeras marcas de la intervención militar. El impacto se concentraría en la Universidad de Buenos Aires (UBA), el centro neurálgico de la vida académica. En cuestión de horas, los pasillos se colmaron de policías, que ocuparon Ciencias Exactas, Arquitectura y Filosofía y Letras. Encontrar a un policía dentro de una facultad alarmó a más de un estudiante, que intentó resistir la embestida sin éxito. Fue el principio de “La noche de los bastones largos”. Más de 150 estudiantes y profesores fueron encarcelados -aunque se detuvieron cientos más-, otros agredidos, grupos de investigadores fueron expulsados y muchos docentes partieron al exilio. Se ponía fin a la autonomía universitaria.
“El efecto inmediato tras la intervención furiosa de los militares en la universidad, que implicó un antecedente directo de la persecución sistemática de la dictadura, fue la fuga de cerebros más grande de la historia. Muchos de ellos se habían afianzado después de la modernización de mediados de los ´50 y tuvieron que exiliarse en institutos de investigación en el exterior. La pérdida fue irreparable”, dijo a Infojus Noticias el historiador Pablo Buchbinder, autor del libro "Historia de las universidades argentinas".
Investigaciones posteriores sostienen que luego del 29 de julio de 1966 renunciaron en la UBA alrededor de 1.380 docentes e investigadores y que el mayor número pertenecía a la FCEN. Más de 300 científicos emigraron hacia otros países. A partir de ese momento la fuga de cerebros iba a ser un mal crónico de nuestro país hasta 2003.
A los pocos días, el subsecretario de Estado para Asuntos Interamericanos de EEUU, Lincoln Gordon, justificó el hecho, sostuvo ante la prensa que el ataque a la universidad había sido justificado, porque allí se encubrían agitadores profesionales. En las páginas de New York Times Gordon explicaba que algunas universidades latinoamericanas se habían convertido en “asilos de gángsters”, de “estudiantes crónicos” o de “agitadores profesionales”.
Sin embargo, otro artículo de esos días del New York Times, sostenía: “Reclutadores universitarios listos para ubicar profesores”. Allí se contaba cómo algunas de las universidades como MIT y Harvard, así como sociedades científicas y académicas de Estados Unidos, “han establecido contacto con profesores argentinos en las últimas dos semanas para colaborar con su plan de partida”
Lo cierto, como señala Carnota, las bases de aquel proyecto académico “fueron minadas”. Esa base era la búsqueda de reunir “la excelencia académica con un proyecto político que incidiera y aportara a la realidad social y nacional”.
Fuentes:
Un punto de quiebre, Página 12, 28 de Julio de 2016
https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-305404-2016-07-28.html
A 50 años de la noche de los bastones largos, Universidad Nacional de San Martín , 29 de Julio de 2016http://www.unsam.edu.ar/tss/a-50-anos-de-la-noche-de-los-bastones-largos/
A 50 años de la noche de los bastones largos
http://www.archivoinfojus.gob.ar/nacionales/la-noche-que-empezo-la-fuga-de-cerebros-mas-grande-de-la-historia-9283.html
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