domingo, 28 de julio de 2019

Íntima y ardorosamen­te, deseo contribuir al trabajo de saqueo de las arcas del Estado, aspiración noble que ustedes tienen que comprender es la más intensa aspiración del corazón de todo candidato a diputado (ironía de Roberto Arlt a los políticos en la década del 30)

En los años 30, el escritor, periodista y gran lector de la realidad argentina, con ironía se dirigía a los políticos recomendandoles. que cambien su discurso 
Arlt proponía con ironía "Si usted quiere ser diputado, no hable en favor de las remolachas, del petróleo, del trigo, del impuesto a la renta; no hable de fidelidad a la Constitución, al país; no hable de defensa del obrero, del empleado y del niño. No; si usted quiere ser diputado, exclame por todas partes:

-Soy un ladrón, he robado… he robado todo lo que he podido y siempre.

Explicaba que la gente se "enternecería " frente a tanta sinceridad.
Artlt explicaba "Todos los sinvergüenzas que aspiran a chuparle la sangre al país y a ven­derlo a empresas extranjeras, todos los sinvergüenzas del pasado, el pre­sente y el futuro, tuvieron la mala costumbre de hablar a la gente de su honestidad. Ellos “eran honestos”. “

Ellos aspiraban a desempeñar una administración honesta.” Embaldosaron y empedraron a la ciudad de honestidad. La palabra honestidad ha estado y está en la boca de cual­quier atorrante que se para en el primer guardacantón y exclama que “el país necesita gente honesta”.En  definitiva, sobre el país se ha desatado tal catarata de honestidad, que ya no se encuentra un solo pillo auténtico. No hay malandrino que alar­dee de serlo. No hay ladrón que se enorgullezca de su profesión.

Entonces, siempre con  sorna, Arlt  escribía en sus aguafuertes porteñas" : Y la gen­te, el público, harto de macanas, no quiere saber nada de conferencias. Ahora, yo que conozco un poco a nuestro público y a los que aspiran a ser candidatos a diputados, les propondré el siguiente discurso. Creo que sería de un éxito definitivo.

Les brindaba a los políticos , la clave para captar votos,

Señores:

Aspiro a ser diputado, porque aspiro a robar en grande y a “aco­modarme” mejor.

Mi finalidad no es salvar al país de la ruina en la que lo han hundi­do las anteriores administraciones de compinches sinvergüenzas; no, se­ñores, no es ese mi elemental propósito, sino que, íntima y ardorosamen­te, deseo contribuir al trabajo de saqueo con que se vacían las arcas del Estado, aspiración noble que ustedes tienen que comprender es la más intensa y efectiva que guarda el corazón de todo hombre que se presenta a candidato a diputado.

Robar no es fácil, señores. Para robar se necesitan determinadas condiciones que creo no tienen mis rivales. Ante todo, se necesita ser un cínico perfecto, y yo lo soy, no lo duden, señores. En segundo término, se necesita ser un traidor, y yo también lo soy, señores. Saber venderse oportunamente, no desvergonzadamente, sino “evolutivamente”. Me per­mito el lujo de inventar el término que será un sustitutivo de traición, so­bre todo necesario en estos tiempos en que vender el país al mejor postor es un trabajo arduo e ímprobo, porque tengo entendido, caballeros, que nuestra posición, es decir, la posición del país no encuentra postor ni por un plato de lentejas en el actual momento histórico y trascendental. Y créanme, señores, yo seré un ladrón, pero antes de vender el país por un plato de lentejas, créanlo…, prefiero ser honrado. Abarquen la magni­tud de mi sacrificio y se darán cuenta de que soy un perfecto candidato a diputado.

Cierto es que quiero robar, pero ¿quién no quiere robar? Díganme ustedes quién es el desfachatado que en estos momentos de confusión no quiere robar. Si ese hombre honrado existe, yo me dejo crucificar. Mis camaradas también quieren robar, es cierto, pero no saben robar. Vende­rán al país por una bicoca, y eso es injusto. Yo venderé a mi patria, pero bien vendida. 

Ustedes saben que las arcas del Estado están enjutas, es de­cir, que no tienen un mal cobre para satisfacer la deuda externa; pues bien, yo remataré al país en cien mensualidades, de Ushuaia hasta el Chaco bo­liviano, y no sólo traficaré el Estado, sino que me acomodaré con comer­ciantes, con falsificadores de alimentos, con concesionarios; adquiriré ar­mas inofensivas para el Estado, lo cual es un medio más eficaz de evitar la guerra que teniendo armas de ofensiva efectiva, le regatearé el pienso al caballo del comisario y el bodrio al habitante de la cárcel, y carteles, impuestos a las moscas y a los perros, ladrillos y adoquines… ¡Lo que no robaré yo, señores! ¿Qué es lo que no robaré?, díganme ustedes. Y si ustedes son capaces de enumerarme una sola materia en la cual yo no sea capaz de robar, renuncio “ipso facto” a mi candidatura…

 Me propongo vender el Congreso e instalar un conventillo o casa de departamento en el Pa­lacio de Justicia, porque si yo ando en libertad es que no hay justicia, señores…
Fiinalizaba, Arlt , "Con este discurso, la matan o lo eligen presidente de la República.
Roberto Arlt,: "¿Quiere ser Usted diputado?", Aguafuertes porteñas" ( 1933)


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