Juan Manuel de Rosas construyó su liderazgo de una manera que
se confundían el Estado con el “restaurador de la leyes”, el país estaba divido,
sin medias tintas, o se estaba a favor del hombre que asumió por primera vez la
gobernación de Buenos Aires en 1829 y la ejerció hasta 1832, luego de un
interregno, retornó en 1835 , en los años posteriores ,comenzó una escalada de violencia en la
ciudad de Buenos Aires, cuya expresión máxima se produjo durante el segundo
gobierno de Juan Manuel de Rosas, entre 1840 y 1852,la violencia derivada en
miedo, primero y luego en terror, fue ejercido por la Mazorca, su fuerza parapolicial
que le fue ciegamente devota. Se basó en la desconfianza a todo el que lo rodeó
y buscó la docilidad política y personal. Su administración incluyó para sí
poderes de justicia. “El Ejecutivo era a la vez juez y verdugo actuando en
virtud de sus facultades extraordinarias. El miedo y la violencia estuvieron
subyaciendo siempre, pues oponérsele fue
un crimen, el ejercicio de la violencia y el terror respondieron a preocupaciones
directas de Rosas..
Rosas obligó a identificarse con la divisa punzó. “Fue
desplegada en cada pecho. Ninguna persona, cualquiera que fuese su condición se
atrevía a abstenerse de ella. El comediante en la escena, el sacerdote en el
altar, y hasta el niño en la cuna, eran del mismo modo obligados a usarla, era
vana toda otra resistencia; el miedo estaba en el corazón de la familia; la
atmósfera misma esta envenenada con un terror pánico; absorta de horror, se
doblegó y sometió”.
El encono proveniente de Francia por el bloqueo del
puerto junto a otros factores como el
exilio de hombres prominentes provenientes de la cultura provocó su caída el 3
de Febrero de 1852 en la batalla de
Caseros. Fue destituido de su cargo de gobernador y encargado de las relaciones
exteriores de la Confederación. Al ser
derrotado las fuerzas aliadas de Entre Ríos, Corrientes, Brasil y Uruguay,
comandadas por Justo José de Urquiza. Y luego de haber dominado la
Confederación argentina durante más de dos décadas, su poder se desmoronó por
iniciativa de un líder federal del litoral que desde 1841 gobernaba la provincia
de Entre Ríos. Urquiza, representante en su provincia de la unanimidad del régimen;
cuando asumió su cargo, se mantuvo leal a Rosas durante el transcurso de la
década de 1840. Pero durante ese período, otros cambios comenzaron a afectar de
manera más silenciosa el orden impuesto desde Buenos Aires. Mientras que la
provincia hegemónica venía experimentando un exitoso proceso de expansión
ganadera, en gran parte gracias a la crisis que sufrieron con las guerras de
independencia y las guerras civiles las provincias naturalmente destinadas a
vivir un proceso similar, como eran los casos de Entre Ríos y la Banda
Oriental, durante los años 40, Entre Ríos lograba recuperarse económicamente de
la devastación sufrida luego de 1810.
Tal recuperación actualizó las viejas
disputas entre la ex capital y el litoral. El monopolio ejercido por la primera
respecto al comercio ultramarino, la Aduana y la libre navegación de los ríos
se convirtió, finalmente, en una de las causas detonantes del conflicto que
derrocó a Rosas.
De hecho, la llamada “guerra grande” en Uruguay y el bloqueo
anglo- francés en Buenos Aires habían estimulado la economía entrerriana. Sus
estancieros -entre los que se encontraba el propio Urquiza- se habían
convertido en los proveedores de la sitiada Montevideo. Por ello, el gobernador
más poderoso del litoral tenía sumo interés en sostener el tráfico costero con
la capital uruguaya. Por otro lado, desde tiempo atrás, Rosas mantenían con
Brasil una situación conflictiva. Luego de la firma de los tratados que
culminaron con el bloqueo anglofrancés, Buenos Aires y el imperio brasileño
quedaron libres para enfrentarse en el escenario siempre disputado: la Banda
Oriental. Brasil apoyaba al gobierno de Montevideo; Rosas, a Oribe. La
pretensión de Brasil en su enfrentamiento con Rosas era mantener asegurada su
provincia más meridional, Río Grande do Sul, y lograr la libre navegación del
río Paraná. Rosas evaluaba esta pretensión como una muestra más de las
apetencias del imperio brasileño y de su ancestral deseo expansionista sobre el
Rio de la Plata.
El 3 de febrero de 1852, casi cincuenta mil hombres se
hallaban en el campo de batalla. Aunque repartidos paritariamente en tos dos
bandos, las tropas de Rosas no pudieron resistir el ataque del ejército
comandado por Urquiza. La victoria fue rápida y hubo alrededor de doscientas
bajas. Pocas horas después, la ciudad de Buenos Aires fue saqueada por soldados
dispersos de uno y otro bando, mientras Urquiza establecía su comando general
en Palermo, en la que había sido residencia y sede gubernamental de Rosas
durante toda su gestión.
La rápida y contundente derrota del ejército de
Rosas en Caseros -producto en gran parte de los errores estratégicos cometidos
por sus tropas- condujo al Restaurador de las Leyes a embarcarse inmediatamente
hacia Inglaterra, no sin antes embalar y llevar consigo su copiosa
documentación.
Los documentos oficiales de los años de su gobierno (que
incluían cartas y notas recibidas, y copia de las que él
había escrito o dictado) llenaron diecinueve cajones. Rosas partió al exilio,
que se prolongó hasta su muerte, en 1877, con muy escasos recursos; una vez
instalado en Inglaterra, no le fue posible vivir de las rentas de sus tierras
porque éstas le fueron confiscadas.
El reclamo acerca de sus bienes y la protesta escrita en tres
idiomas que distribuyó en Europa y América no lograron revertir la medida:
Rosas sufrió en carne propia la misma política que había aplicado a sus
enemigos durante su administración. Las penurias económicas fueron un tema
constante en sus cartas del exilio, como también las quejas y críticas hacia
aquellos parientes y amigos que, una vez caído en desgracia, le negaron su
ayuda. No obstante, supo agradecer a Urquiza, su oponente, el haber intentado
restituirle sus propiedades y el envió regular de una suma de dinero que el
vencedor de Caseros le giró a título personal. Una de las tantas paradojas de
los vaivenes políticos experimentados en aquellos tormentosos
años.
- Marcela Ternavasio - Historia Argentina 1806-1852,
Capitulo 9, Siglo XXI Editores , 2015, Buenos Aires.
González, C. (2006) Relatos del terror en Buenos Aires,
1833-1842. [En línea] Anuario del Instituto de Historia Argentina, (6).
Disponible en:
http://www.fuentesmemoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.56/pr.56. pdf
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