martes, 5 de febrero de 2019

Rosas era a la vez juez y verdugo actuando en virtud de sus facultades extraordinarias, durante su mandato el miedo y la violencia estuvieron subyaciendo siempre, pues oponérsele fue un crimen, el ejercicio de la violencia y el terror respondieron a sus preocupaciones directas


Juan Manuel de Rosas construyó su liderazgo de una manera que se confundían el Estado con el “restaurador de la leyes”, el país estaba divido, sin medias tintas, o se estaba a favor del hombre que asumió por primera vez la gobernación de Buenos Aires en 1829 y la ejerció hasta 1832, luego de un interregno, retornó en 1835 , en los años posteriores  ,comenzó una escalada de violencia en la ciudad de Buenos Aires, cuya expresión máxima se produjo durante el segundo gobierno de Juan Manuel de Rosas, entre 1840 y 1852,la violencia derivada en miedo, primero y luego en terror, fue ejercido por la Mazorca, su fuerza parapolicial que le fue ciegamente devota. Se basó en la desconfianza a todo el que lo rodeó y buscó la docilidad política y personal. Su administración incluyó para sí poderes de justicia. “El Ejecutivo era a la vez juez y verdugo actuando en virtud de sus facultades extraordinarias. El miedo y la violencia estuvieron subyaciendo siempre, pues oponérsele  fue un crimen, el ejercicio de la violencia y el terror respondieron a preocupaciones directas de Rosas..

Rosas obligó a identificarse con la divisa punzó. “Fue desplegada en cada pecho. Ninguna persona, cualquiera que fuese su condición se atrevía a abstenerse de ella. El comediante en la escena, el sacerdote en el altar, y hasta el niño en la cuna, eran del mismo modo obligados a usarla, era vana toda otra resistencia; el miedo estaba en el corazón de la familia; la atmósfera misma esta envenenada con un terror pánico; absorta de horror, se doblegó y sometió”.

El encono proveniente de Francia por el bloqueo del puerto  junto a otros factores como el exilio de hombres prominentes provenientes de la cultura provocó su caída  el  3 de Febrero de 1852  en la batalla de Caseros. Fue destituido de su cargo de gobernador y encargado de las relaciones exteriores de la Confederación. Al  ser derrotado las fuerzas aliadas de Entre Ríos, Corrientes, Brasil y Uruguay, comandadas por Justo José de Urquiza. Y luego de haber dominado la Confederación argentina durante más de dos décadas, su poder se desmoronó por iniciativa de un líder federal del litoral que desde 1841 gobernaba la provincia de Entre Ríos. Urquiza, representante en su provincia de la unanimidad del régimen; cuando asumió su cargo, se mantuvo leal a Rosas durante el transcurso de la década de 1840. Pero durante ese período, otros cambios comenzaron a afectar de manera más silenciosa el orden impuesto desde Buenos Aires. Mientras que la provincia hegemónica venía experimentando un exitoso proceso de expansión ganadera, en gran parte gracias a la crisis que sufrieron con las guerras de independencia y las guerras civiles las provincias naturalmente destinadas a vivir un proceso similar, como eran los casos de Entre Ríos y la Banda Oriental, durante los años 40, Entre Ríos lograba recuperarse económicamente de la devastación sufrida luego de 1810. 

Tal recuperación actualizó las viejas disputas entre la ex capital y el litoral. El monopolio ejercido por la primera respecto al comercio ultramarino, la Aduana y la libre navegación de los ríos se convirtió, finalmente, en una de las causas detonantes del conflicto que derrocó a Rosas.

De hecho, la llamada “guerra grande” en Uruguay y el bloqueo anglo- francés en Buenos Aires habían estimulado la economía entrerriana. Sus estancieros -entre los que se encontraba el propio Urquiza- se habían convertido en los proveedores de la sitiada Montevideo. Por ello, el gobernador más poderoso del litoral tenía sumo interés en sostener el tráfico costero con la capital uruguaya. Por otro lado, desde tiempo atrás, Rosas mantenían con Brasil una situación conflictiva. Luego de la firma de los tratados que culminaron con el bloqueo anglofrancés, Buenos Aires y el imperio brasileño quedaron libres para enfrentarse en el escenario siempre disputado: la Banda Oriental. Brasil apoyaba al gobierno de Montevideo; Rosas, a Oribe. La pretensión de Brasil en su enfrentamiento con Rosas era mantener asegurada su provincia más meridional, Río Grande do Sul, y lograr la libre navegación del río Paraná. Rosas evaluaba esta pretensión como una muestra más de las apetencias del imperio brasileño y de su ancestral deseo expansionista sobre el Rio de la Plata.

El 3 de febrero de 1852, casi cincuenta mil hombres se hallaban en el campo de batalla. Aunque repartidos paritariamente en tos dos bandos, las tropas de Rosas no pudieron resistir el ataque del ejército comandado por Urquiza. La victoria fue rápida y hubo alrededor de doscientas bajas. Pocas horas después, la ciudad de Buenos Aires fue saqueada por soldados dispersos de uno y otro bando, mientras Urquiza establecía su comando general en Palermo, en la que había sido residencia y sede gubernamental de Rosas durante toda su gestión.

La rápida y contundente derrota del ejército de Rosas en Caseros -producto en gran parte de los errores estratégicos cometidos por sus tropas- condujo al Restaurador de las Leyes a embarcarse inmediatamente hacia Inglaterra, no sin antes embalar y llevar consigo su copiosa documentación. 

Los documentos oficiales de los años de su gobierno (que incluían cartas y notas recibidas, y copia de las que él había escrito o dictado) llenaron diecinueve cajones. Rosas partió al exilio, que se prolongó hasta su muerte, en 1877, con muy escasos recursos; una vez instalado en Inglaterra, no le fue posible vivir de las rentas de sus tierras porque éstas le fueron confiscadas.

El reclamo acerca de sus bienes y la protesta escrita en tres idiomas que distribuyó en Europa y América no lograron revertir la medida: Rosas sufrió en carne propia la misma política que había aplicado a sus enemigos durante su administración. Las penurias económicas fueron un tema constante en sus cartas del exilio, como también las quejas y críticas hacia aquellos parientes y amigos que, una vez caído en desgracia, le negaron su ayuda. No obstante, supo agradecer a Urquiza, su oponente, el haber intentado restituirle sus propiedades y el envió regular de una suma de dinero que el vencedor de Caseros le giró a título personal. Una de las tantas paradojas de los vaivenes políticos experimentados en aquellos tormentosos años.                     

- Marcela Ternavasio - Historia Argentina 1806-1852, Capitulo 9, Siglo XXI Editores , 2015, Buenos Aires.
González, C. (2006) Relatos del terror en Buenos Aires, 1833-1842. [En línea] Anuario del Instituto de Historia Argentina, (6). Disponible en: http://www.fuentesmemoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.56/pr.56. pdf

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