martes, 12 de febrero de 2019

EL COMBATE DE SAN LORENZO FUE UNA LUCHA POR IDEAS DE INNOVACIÓN DE FORMAS DE ENTENDER Y REFUNDAR LA SOCIEDAD , LA POLÍTICA Y LA ECONOMÍA QUE ATRAVESABAN AMBOS LADOS DEL ATLÁNTICO ( IGNACIO MARTINEZ,CONICET, 2013)


El combate de San Lorenzo del que el último 3 de Febrero se cumplieron 106 AÑOS , quedó grabado en la memoria de generaciones de alumnos argentinos a partir de la marcha  homónima que honrío  a José de San Martin y al heroísmo del sargento Cabral, quien dio su vida para salvar a su jefe.
El 3 de Febrero de 1813 se enfrentaron junto al Convento de San Carlos Borromeo en la actual localidad santafesina  en Argentina, las fuerzas independentistas rioplatenses vencieron a las españolas (realistas). Fue el único combate en territorio argentino que libraron tanto el Regimiento de Granaderos a Caballo como su creador, el entonces coronel José de San Martín.
Juan Parish Robertson, comerciante inglés, fue testigo del combate de San Lorenzo, y el relato que escribió en Londres constituye la fuente principal de las crónicas sobre dicha acción militar. Robertson había salido de Buenos Aires llevando mercadería para vender en el Para­guay, y en la posta de San Lorenzo se encontró casualmente con San Martín y sus granaderos y en la noche del 2 de febrero de 1813., el Jefe militar lo invitó a presenciar el combate que se libraría al día siguiente.
En el  libro “Letters on Paraguay, ” publicado en Londres en 1834, Robertson ,testigo del combate  relató  en colaboración con su hermano Guillermo los vivido junto al  futuro padre de la patria y Libertador de Chile y Perú..” Por la tarde del quinto día llegamos a la posta de San Lorenzo, distante como dos leguas del convento del mismo nombre, construido sobre las riberas del Paraná, que allí son prodigiosamente altas y empinadas. Allí nos in­formaron que se habían recibido órdenes de no permitir a los pasajeros seguir desde aquel punto, no solamente porque era inseguro a causa de la proximidad del enemigo, sino porque los caballos habían sido requisados y puestos a disposición del Gobierno y listos para, al primer aviso, ser internados o usados en servicio activo.
Yo había temido encontrar tal interrupción a través de todo el camino, porque sabía que los marinos, en considerable número, estaban en alguna parte del río, y cuando recordaba mi delincuencia en burlar su bloqueo, ansiaba caer en manos de cualquiera menos en las suyas. Todo lo que pude convenir con el maestro de postas fue que si los marinos desembarcaban en la costa yo tendría dos caballos para mí y mi sirviente y estaría en libertad de internarme con su familia a un sitio conocido por él, donde el enemigo no podría seguirnos” “
. “No dudé estar en manos de los marinos. ‘¿Quién está ahí?’, dijo autoritariamente uno de ellos. ‘Un viajero’, contesté, no queriendo señalarme inmediatamente como víctima confesando que era inglés. ‘Apúrese’, dijo la misma voz ‘y salga’. En ese momento se acercó a la ventanilla una persona cuyas facciones no podía distinguir en lo oscuro, pero cuya voz estaba seguro de conocer, cuando dijo a los hombres: ‘No sean groseros, no es enemigo, sino, según el maestro de posta me informa, un caballero inglés en viaje al Paraguay”. “Los hombres se retiraron y el oficial se aproximó más a la ventanilla.
Confusamente pude entonces discernir sus finas y prominentes facciones, sin embargo, combinando sus rasgos con el metal de voz, dije: ‘Seguramente usted es el coronel San Martín, y, si es así, aquí está su amigo míster Robertson’. “El reconocimiento fue instantáneo, mutuo y cordial, y él se regocijó con franca risa cuando le manifesté el miedo que había tenido, con­fundiendo sus tropas con un cuerpo de marinos. El coronel entonces me informó que el Gobierno tenía noticias seguras de que los marinos españoles intentarían desembarcar esa misma mañana, para saquear el país circunvecino y especialmente el convento de San Lorenzo. Agregó que para impedirlo había sido destacado con ciento cincuenta Granaderos a caballo de su Regimiento. Que había venido (andando principalmente de noche para no ser observado) en tres noches desde Buenos Aires. Dijo estar seguro de que los marinos no conocían su pro­ximidad y que dentro de pocas horas esperaba entrar en contacto con ellos”. “Son doble en número’, añadió el valiente coronel, ‘pero por eso no creo que tengan a mejor parte de la jornada’. “‘Estoy seguro que no’, dije, y descendiendo sin dilación empecé con mi sirviente a buscar a tientas vino con qué refrescar a mis muy bien venidos huéspedes.
“No tuve dificultad en persuadir al coronel de que me permitiera acompañarlo hasta el convento. ‘Recuerde solamente’, dijo, ‘que no es su deber ni oficio pelear. Le daré un buen caballo y si ve que la jornada se decide contra nosotros, aléjese lo más ligero posible. Usted sabe que los marineros no son de a caballo’. A este consejo prometí sujetarme y, aceptando su delicada oferta de un caballo excelente y estimando debidamente su consideración hacia mí, cabalgué al costado de San Martín cuando marchaba al frente de sus hombres, en oscura y silenciosa falange”. “Justo antes de despuntar la aurora, por una tranquera en el lado del fondo de la construcción, llegamos al Convento de San Lorenzo, que quedó interpuesto entre el Paraná y las tropas de Buenos Aires y ocultos todos los movimientos a las miradas del enemigo.
El coronel San Martín, acompañado por dos o tres oficiales y por mí, ascendió al campanario del Convento y con ayuda de un anteojo de noche y por una ventana trasera trató de darse cuenta de la fuerza y movimientos del enemigo. “Cada momento transcurrido daba prueba más clara de su intención de desembarcar y tan pronto como aclaró el día percibimos el afanoso embarcar de sus hombres en los botes de siete barcos que componían su escuadrilla”
“Fue un momento de intensa ansiedad para mí. San Mar­tín había ordenado a sus hombres no disparar un solo tiro. El enemigo aparecía a mis pies seguramente a no más de cien yardas. Su bandera flameaba alegremente, sus tambores y pitos tocaban marcha redoblada, cuando en un instante y a toda brida, los dos escuadrones desembocaron por atrás del convento y flanqueando al enemigo por las dos alas, comenzaron con sus lucientes sables la matanza que fue instantánea y espantosa” “Las tropas de San Martín recibieron una descarga solamente, pero desatinada, del enemigo, porque, cerca de él como estaba la caballería, sólo cinco hombres cayeron en la embestida contra los marinos.
Todo lo demás fue de­rrota, estrago y espanto entre aquel desdichado cuerpo. La persecución, la matanza, el triunfo siguieron al asalto de las tropas de Buenos Aires. La suerte de la batalla, aun para un ojo inexperto como el mío, no estuvo indecisa tres minutos”. “La carga de los dos escuadrones instantáneamente rompió las filas enemigas y desde aquel momento los fulgurantes sables hicieron su obra de muerte tan rápidamente, que en un cuarto de hora el terreno estaba cubierto de muertos y heridos. “Un grupito de españoles había huido hasta el borde de la barranca y allí, viéndose perseguidos por una docena de granaderos de San Martín, se precipitaron barranca abajo y fueron aplastados en la caída. Fue en vano que el oficial a cargo de la partida les pidiera se rindiesen para salvarse.
En tanto,  Ignacio Martínez, investigador del CONICET, analiza el suceso respondiendo a la pregunta ¿Qué fue lo que movilizó a San Martín a involucrarse en esos combates en tierra americana?
-Llos valores que movían la batalla no estaban condensados todavía en torno a un sentimiento nacional argentino, ya que en 1810 esa nación como la conocemos hoy todavía no existía. “Podríamos decir que en San Martín, como en muchos de los protagonistas de esos sucesos, pueden haber confluido un sentimiento patriótico, que refería a la patria chica, al lugar de origen y al mismo tiempo un sentimiento de identidad americana”, señaló. “San Martín regresa por las ideas”, subrayó.
Martínez concluye:” fue una lucha por ideas de innovación, de formas de entender y refundar la política, la sociedad y la economía que atravesaba de un lado y del otro el Atlántico y la experiencia más fuerte en nuestro territorio fue la guerra, que logró comprometer a toda la población. San Martín fue uno de los grandes “ingenieros” de esa movilización, fue uno de los que trató de organizar esa empresa gigantesca, la guerra revolucionaria, que movilizó alrededor de 14.000 hombres, con todo lo que ello implicaba. Era un esfuerzo que involucró a toda la población profundamente, y uno de los protagonistas de todo eso, sin dudas, fue San Martín”, concluyó.
El arcón de la historia “El combate de San Lorenzo relatado por un testigo ( 3/2/1813)

Paradiso, Ana “Reflexiones a 200 años del combate de San Lorenzo”, . CCT Rosario, sobre investigación de Ignacio Martínez. Investigador asistente. CONICET-UNR., 1 DE Febrero de 2013

No hay comentarios:

Publicar un comentario