¿Fue la revolución de mayo una verdadera revolución?, se preguntaba en 2009 Liliana , Aguia, rompiendo con los moldes canónicos que desde la escuela fueron enseñados “el 25 de Mayo fue la revolución que cortó los lazos con España y comenzó con el proceso que culminaría con la independencia en 1816".
Afirmaba entonces que La investigación histórica reciente acuerda que Mayo no es la respuesta política de una nación originaria que encuentra la coyuntura para cortar los lazos coloniales.
Se basaba en las investigaciones de José C. Chiaramonte que señalaba :"El 25 de mayo de 1810 no marcó la irrupción en la historia de una nacionalidad argentina preexistente, en busca de su organización como Estado".
Proseguía rompiendo los moldes enseñados y aprendidos durante décadas: Dado que el 25 de Mayo y la revolución era “Un mito derivado de la preocupación por fortalecer el sentimiento nacional y apoyado en el principio de las nacionalidades –inexistente en tiempos de las independencias- según el cual las naciones contemporáneas habrían surgido de nacionalidades previas, algo también ajeno a los casos de la mayoría y más importantes naciones de Europa y América.
Explicaba apoyada en el escrito artículo de Chiaramonte que sostenía que “La nación es producto y no causa de mayo por lo tanto los proyectos de organización nacional no se basaron en sentimientos de identidad sino en prácticas contractuales".
Otro destacado historiador Jorge Myers, en la misma línea de Chiaramonte y Aguia agrega, “La Revolución de Mayo no marcó el nacimiento de la Nación Argentina, no marcó la consumación de un proyecto revolucionario previamente elaborado, y no marcó tampoco el momento del logro de la independencia”, en ese sentido marca la instancia de ruptura :” por primera vez, un gobierno formado por criollos toma el poder de lo que, mucho más tarde, pasaría a llamarse República Argentina. Y si bien inicialmente no tenía un proyecto de independencia, su valor radica en señalar el fin del antiguo régimen en estas tierras.
Apoyándose en el relato que Halperin Donghi hace de los días de mayo, enfatizando el papel de las milicias al sostener que termina la resistencia de los miembros del cabildo a cambiar sustancialmente los integrantes de la junta del 24 , cuando se amenaza con abrir los cuarteles y en ese caso la ciudad sufriría lo que se ha intentado evitar”.
Afirma:No hay duda de que la amenaza de usar la fuerza de las milicias fue el elemento decisivo ¿Basta esto para negar el carácter popular de la revolución que comenzaba y asimilarla entonces a las revoluciones militares que no iban a escasear en el futuro?
La conclusión de los historiadores, no parece demasiado evidente: la transformación de las milicias en un ejército regular, con oficialidad profesionalizada, es un proceso que está apenas comenzando, y por el momento los cuerpos milicianos son, más bien que un elemento autónomo en el conflicto, la expresión armada de cierto sector urbano que sin duda los excede. ¿Este sector puede ser llamado popular? .He aquí una pregunta que quienes han negado tajantemente el carácter popular de la Revolución de Mayo han omitido formularse, y acaso sea necesario imitar su prudencia. No es dudoso en todo caso que ese sector hallaba más fácil que su rival encontrar eco en la población urbana en su conjunto: que su consolidación y su emergencia como aspirante al poder
había aislado de ella a los grupos más limitados que tenían su destino
ligado al viejo orden. Señalado esto, no se ha resuelto por cierto el problema del carácter de la revolución, que no es idéntico al del porcentaje de la población de Buenos Aires que participó en la jornada del 25: es la concreta política del poder revolucionario la que puede dar la clave para resolverlo.
Sobre estos Waldo Ansaldi se preguntaba sobre la relación revolución/democracia. “Hay dos conceptos que aparecieron con el proceso de las revoluciones de independencia y que surgieron fuertemente unidos: democracia y revolución. Estas dos palabras fueron la apelación de los grupos criollos que aspiraban a ser dirigentes de las colonias que estaban independizando. Si inicialmente estos conceptos aparecieron unidos, en muy poco tiempo se disociaron.
“Con ello se perdió, acentúa Ansaldi, en primer lugar, la idea de revolución, que fue casi inmediatamente reemplazada por la idea –y la demanda- de orden. En segundo lugar, se perdió la apelación a la democracia como tipo de régimen político para constituir en nuestras sociedades. En cada uno de los países latinoamericanos, hubo un desplazamiento de una petición de principios de revolución y democracia a una petición en la cual la consigna principal era la de un orden centralizado. Este cambio se expresó de diferentes maneras en cada una de nuestras sociedades, pero en todos los casos la disputa por la constitución de un nuevo orden político se resolvió con la constitución de un orden excluyente. Con todo, más tarde o más temprano, en todos los países de la región estos procesos tuvieron finalmente desenlaces no revolucionarios y fueron exitosamente redireccionados por los sectores conservadores, quienes se limitaron a llevar adelante transformaciones fundamentales en las estructuras del Estado y no en las de la sociedad.
Las revoluciones de independencia fueron entonces revoluciones políticas que devinieron revoluciones pasivas dependientes, así el Congreso de Tucumán que declaró la Independencia el 9 de julio de 1816 muy pronto, a menos de un mes de iniciadas las sesiones, decretó el “fin de la Revolución, principio del orden”.
El Congreso de Tucumán era expresión de un cambio político en la correlación de fuerzas de la fase inicial de las revoluciones de independencia. Hacia 1820, en toda la región la revolución había pasado a ser sinónimo de violencia y anarquía, y contra ella se erigían las pretensiones de orden..
Aguiar, Liliana ( 2009) ¿Fue la revolución de mayo una verdadera revolución?, Universidad de Córdoba, Argentina.
http://bicentenario.unc.edu.ar/bicentenario-escuelas/foros/el-bicentenario-de-la-revolucion-de-mayo.-algunos
Afirmaba entonces que La investigación histórica reciente acuerda que Mayo no es la respuesta política de una nación originaria que encuentra la coyuntura para cortar los lazos coloniales.
Se basaba en las investigaciones de José C. Chiaramonte que señalaba :"El 25 de mayo de 1810 no marcó la irrupción en la historia de una nacionalidad argentina preexistente, en busca de su organización como Estado".
Proseguía rompiendo los moldes enseñados y aprendidos durante décadas: Dado que el 25 de Mayo y la revolución era “Un mito derivado de la preocupación por fortalecer el sentimiento nacional y apoyado en el principio de las nacionalidades –inexistente en tiempos de las independencias- según el cual las naciones contemporáneas habrían surgido de nacionalidades previas, algo también ajeno a los casos de la mayoría y más importantes naciones de Europa y América.
Explicaba apoyada en el escrito artículo de Chiaramonte que sostenía que “La nación es producto y no causa de mayo por lo tanto los proyectos de organización nacional no se basaron en sentimientos de identidad sino en prácticas contractuales".
Otro destacado historiador Jorge Myers, en la misma línea de Chiaramonte y Aguia agrega, “La Revolución de Mayo no marcó el nacimiento de la Nación Argentina, no marcó la consumación de un proyecto revolucionario previamente elaborado, y no marcó tampoco el momento del logro de la independencia”, en ese sentido marca la instancia de ruptura :” por primera vez, un gobierno formado por criollos toma el poder de lo que, mucho más tarde, pasaría a llamarse República Argentina. Y si bien inicialmente no tenía un proyecto de independencia, su valor radica en señalar el fin del antiguo régimen en estas tierras.
Apoyándose en el relato que Halperin Donghi hace de los días de mayo, enfatizando el papel de las milicias al sostener que termina la resistencia de los miembros del cabildo a cambiar sustancialmente los integrantes de la junta del 24 , cuando se amenaza con abrir los cuarteles y en ese caso la ciudad sufriría lo que se ha intentado evitar”.
Afirma:No hay duda de que la amenaza de usar la fuerza de las milicias fue el elemento decisivo ¿Basta esto para negar el carácter popular de la revolución que comenzaba y asimilarla entonces a las revoluciones militares que no iban a escasear en el futuro?
La conclusión de los historiadores, no parece demasiado evidente: la transformación de las milicias en un ejército regular, con oficialidad profesionalizada, es un proceso que está apenas comenzando, y por el momento los cuerpos milicianos son, más bien que un elemento autónomo en el conflicto, la expresión armada de cierto sector urbano que sin duda los excede. ¿Este sector puede ser llamado popular? .He aquí una pregunta que quienes han negado tajantemente el carácter popular de la Revolución de Mayo han omitido formularse, y acaso sea necesario imitar su prudencia. No es dudoso en todo caso que ese sector hallaba más fácil que su rival encontrar eco en la población urbana en su conjunto: que su consolidación y su emergencia como aspirante al poder
había aislado de ella a los grupos más limitados que tenían su destino
ligado al viejo orden. Señalado esto, no se ha resuelto por cierto el problema del carácter de la revolución, que no es idéntico al del porcentaje de la población de Buenos Aires que participó en la jornada del 25: es la concreta política del poder revolucionario la que puede dar la clave para resolverlo.
Sobre estos Waldo Ansaldi se preguntaba sobre la relación revolución/democracia. “Hay dos conceptos que aparecieron con el proceso de las revoluciones de independencia y que surgieron fuertemente unidos: democracia y revolución. Estas dos palabras fueron la apelación de los grupos criollos que aspiraban a ser dirigentes de las colonias que estaban independizando. Si inicialmente estos conceptos aparecieron unidos, en muy poco tiempo se disociaron.
“Con ello se perdió, acentúa Ansaldi, en primer lugar, la idea de revolución, que fue casi inmediatamente reemplazada por la idea –y la demanda- de orden. En segundo lugar, se perdió la apelación a la democracia como tipo de régimen político para constituir en nuestras sociedades. En cada uno de los países latinoamericanos, hubo un desplazamiento de una petición de principios de revolución y democracia a una petición en la cual la consigna principal era la de un orden centralizado. Este cambio se expresó de diferentes maneras en cada una de nuestras sociedades, pero en todos los casos la disputa por la constitución de un nuevo orden político se resolvió con la constitución de un orden excluyente. Con todo, más tarde o más temprano, en todos los países de la región estos procesos tuvieron finalmente desenlaces no revolucionarios y fueron exitosamente redireccionados por los sectores conservadores, quienes se limitaron a llevar adelante transformaciones fundamentales en las estructuras del Estado y no en las de la sociedad.
Las revoluciones de independencia fueron entonces revoluciones políticas que devinieron revoluciones pasivas dependientes, así el Congreso de Tucumán que declaró la Independencia el 9 de julio de 1816 muy pronto, a menos de un mes de iniciadas las sesiones, decretó el “fin de la Revolución, principio del orden”.
El Congreso de Tucumán era expresión de un cambio político en la correlación de fuerzas de la fase inicial de las revoluciones de independencia. Hacia 1820, en toda la región la revolución había pasado a ser sinónimo de violencia y anarquía, y contra ella se erigían las pretensiones de orden..
Aguiar, Liliana ( 2009) ¿Fue la revolución de mayo una verdadera revolución?, Universidad de Córdoba, Argentina.
http://bicentenario.unc.edu.ar/bicentenario-escuelas/foros/el-bicentenario-de-la-revolucion-de-mayo.-algunos
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