domingo, 17 de mayo de 2020

La destitución de Illia y una “desobediencia debida en defensa de leyes que no se concretó ( 2016)


  El Dr. Arturo H. Illia fue derrocado la madrugada del 28 de junio de 1966 hace casi 45 años. El general Julio Alsogaray y un pelotón de la Policía Federal a las órdenes del coronel Luis Perlinger lo obligaron a abandonar la Casa Rosada.

  El sociólogo Gustavo Druetta, en un artículo publicado en 2016 , le agrega un componente desconocido, hubo un grupo de oficiales que intentó desobecer las ordenes  emitidas por a jerarquía del ejército y mantener Illia  comandando el país.
 
  Así lo expone Druetta :”Si una parte importante de los oficiales subalternos del Ejército se hubiese podido enterar de la actitud del teniente de Granaderos Aliberto Rodrigáñez Ricchier jefe de la guardia en Balcarce 50 desde el 27 de junio, dispuesto a defender al
presidente de la República y comandante en jefe de las FF.AA., y hubiesen imitado su ejemplo, la cadena de mandos se habría quebrado y el golpe hubiese fracasado”

  Según el relato de Druetta  dicho joven oficial comunicó al jefe de las tropas
desplegadas en la Plaza de Mayo que ordenara abrir fuego a su sección de treinta hombres –un sargento, un cabo 1ro.y 28 conscriptos- si intentaban penetrar por la fuerza en la sede gubernamental.
  
  Sorprendidos los altos mandos militares se comunicaron con el jefe del Regimiento de Granaderos a Caballo coronel Marcelo Delía, pidiéndole que ordenara a su oficial desconocer el deber y la tradición de la escolta presidencial. Mientras Rodrigáñez, de 24 años, se aprestaba a combatir, su jefe Delía les contestaba a los generales que concurriría
a la defensa de la legalidad con todo el regimiento si se producía un enfrentamiento.

  Sin embargo.el teniente volvió a negarse a rendir ante una orden personal del general Alsogaray y sólo desistió cuando el propio Illía lo relevó de resistir.
 
  Retirado con el grado de coronel, su actitud valerosa remite a la famosa cuestión de la “obediencia debida”. Aquel jefe de la escolta presidencial eligió priorizar su misión en lugar de someterse a sus superiores golpistas, lo que suponía una fidelidad suprema a la
razón de ser de los granaderos y a las tradiciones sanmartinianas.

 El golpe del 66, fue el predecesor sor no solamente en el tiempo, sino también en las prácticas e ideología de la asonada del Proceso  de Reorganización Nacional,  no encontró ningún joven granadero que defendiera, con o sin el aval de su jefe de regimiento, a la presidenta y comandante en jefe, Isabel Martínez de Perón. El valor de la “desobediencia debida” en defensa de la Constitución había sucumbido a los desastres de la guerra civil, sustituida por la obediencia ciega en ambos lados de la contienda. Esa que una justicia
tuerta imputa a uno sólo de los contendientes.


 Druetta G.( 2016) “La caída de Illia, y el heroísmo constitucional,Clarín.,Buenos Aires.



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