En sus escritos, Manuel Belgrano alienta la imperiosidad de
la educación, no se conformó con los conocimientos académicos de la
universidad española, tutelada por la censura siempre presente de la
Inquisición y las fuertes tradiciones del monopolio eclesiástico. Intentó y
logró acceder a la lectura de libros prohibidos y, con la dispensa del papa Pío
VI, pudo leer con fruición los famosos libros interdictos que eran los de la
Ilustración francesa –Montesquieu, Rousseau, señala Rafael Gagliano en Escritos sobre educación
de Manuel Belgrano.
En ese sentido, añade el intelectual que Belgrano recibió y fue influenciado por
las ideas de la Iglesia, pero se alejó del dogmatismo viviendo de manera
sencilla “ Podría decirse que la educación de Belgrano recurrió a una triple
apropiación de la cultura de su tiempo que lo constituyó como un liberal
ecléctico de personalidad polifacética, tensionada entre épocas. Como formación
de base sostuvo firmemente la tradición aristotélica tomista, con una fuerte
inclinación por el culto mariano de vida piadosa y austera. Belgrano siempre se
sostuvo como un católico sincero –filántropo y devocional–, pero no de
sensibilidad barroca, aliada a las prácticas externas del culto, afín a
supersticiones y milagrerías”
Además, buscó abrirse a otras ciencias :” Se sumergió en los estudios modernos de su época,
tanto en la solicitud y el aprendizaje de los idiomas vivos como en el de las
ciencias de la experimentación, en las trayectorias iniciadas por los trabajos
de Galileo y Newton: la Física comenzaba a ponderarse como el campo legítimo de
los estudios sobre la realidad material del mundo sensible”. Por último, también accedió a lo que en su
época estaba vedado, en síntesis unió lo tradicional, lo moderno y lo prohibido
que conformaron al al intelectual, funcionario de la administración colonial y
político-militar revolucionario que fue Belgrano a lo largo de los diferentes
períodos de su vida pública", añade Gagliano .
Por otro lado, siempre según Gagliano en : “En sus Memorias
del Consulado Belgrano postula una sociedad de individuos desprendidos de una
organización fundada en fueros, privilegios y prerrogativas. Confiar en una
sociedad de individuos y no en una comunidad de corporaciones demandaba
inteligencia y comprensión de los propios intereses de los sujetos, inscriptos
en horizontes de aprendizaje. Asume actitudes exigentes en el pasaje
intergeneracional de los saberes del trabajo, pero enfatiza siempre el carácter
social de los conocimientos públicos: «[…] obligar a los maestros a que hayan
de tener indispensablemente, uno o dos muchachos a quienes deberán enseñar el
arte u oficio que ejercen; al contrario está en razón en que de algún modo
retribuyan los beneficios que deben a la sociedad, y consiguen al mismo tiempo
la utilidad, así en el servicio inmediato que pueden reportar de los muchachos,
como en las obras que ejecutarán uno o dos años antes de salir de su poder». Es
decir buscaba que nadie quede afuera de la educación e instaba a los docentes a
formar otros, a fin de lograr pasaje intergeneracional.
Cuando Belgrano piensa la educación postula instituciones
–colegios, escuelas, academias– y lo hace también desde lugares de la cultura
pública –circulación de ideas en el periodismo, traducciones, libros,
bibliotecas, tertulias y vida social–. Sin pretenderlo intencionalmente se
diluyen las fronteras que forjan las nuevas ciencias del ciudadano: los que
estudian son los que trabajan y los que trabajan son los que estudian.
Como pedagogo criollo Belgrano sostiene con fuerza política
la educabilidad de todos los hombres y mujeres americanos, en su singularidad
específica e identidades concretas –como labradores, como jornaleros, como
artesanos, como huérfanos– y establece la educación como el origen de todo
progreso social, de toda regeneración moral y de toda reconstrucción económica.
La construcción de escuelas como ámbitos de educación ,
haciendo hincapié en la moral su utilidad al Estado y por consiguiente a toda la población “Debemos
tratar de atender a una necesidad tan urgente, como en la que estamos de
establecimientos de enseñanza, para cooperar con las ideas de nuestro sabio gobierno
a la propagación de los conocimientos, y formar el hombre moral, al menos con
aquellas nociones más generales y precisas con que en adelante pueda ser útil
al Estado, y seguir a mayores fomentos en ramas tan preciosas”.
Sin quedarse en la simple dialéctica, ampliaba su idea de cómo
desarrollarla , apelaba a que educadores y funcionarios de diferentes áreas se
comprometan seriamente en su edificación: “El modo de atenderla es muy sencillo y poco
costoso, y para verificarlo nada más se necesita que el que los cabildos, los
jueces comisionados, y los curas de todas las parroquias tomen con empeño un
asunto de tanta consideración, persuadidos de que la enseñanza es una de sus
primeras obligaciones para prevenir la miseria y la ociosidad y que de no
cumplir con un deber tan santo faltan a todos los derechos, y se hacen reos
ante Dios y ante la sociedad”.
A la Iglesia, que tanto conocía por su práctica así como a
su educación los instaba a que sean
portadores a partir de su influencia para que los padres comprendan la vitalidad de la educación desde niños :” Prediquen
los párrocos acerca del deber de la enseñanza a los hijos; estimulen a los padres
para que les den tan arreglada dirección, valiéndose de los medios que
proporciona su influencia en los espíritus; franqueen sus iglesias para los
exámenes públicos, en particular de la doctrina cristiana, y de las
obligaciones del ciudadano, a cuyo efecto podría trabajarse un catecismo por
alguno de nuestros sabios; distingan en público a los niños más aplicados, sin
excepción, y estamos ciertos de que muy pronto se conocerán los efectos
benéficos de la práctica de estas ideas que nada cuestan, y valen más que todos
los intereses que deben repartirse con este intento”.
Estaba a favor de que los docentes tengan un sueldo digno,
eso sí, les pedía que estén a la altura de las circunstancias y persistan:” Basta con que los maestros sean virtuosos, y
puedan con su ejemplo dar lecciones prácticas a la niñez y juventud y
dirigirlos por el camino de la santa religión y del honor y pudiendo enseñar a
leer bien, poco importa que su forma de letra no sea de lo mejor, suficiente es
con que se pueda entender”.
Convencidos de la necesidad de separar de nosotros males tan
graves por medio de los establecimientos de educación, adoptemos los arbitrios
propuestos u otros que se juzguen más fáciles y muy pronto veremos cambiar el
aspecto moral y físico de la patria
Fuente: Gagliano, R ( 2011) Escritos
sobre educación: selección de textos , Belgrano, Manuel , UNIPE , Buenos Aires.
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