domingo, 10 de noviembre de 2019

En Argentina existe una falencia hacia la democratización respecto a la dignidad del ser humano, recibir del Estado un trato igualitario y respetuoso, vivir sin miedo y recibir un tratamiento equitativo, parejo para todos (Guillermo O’Donnell , 2007)

 El 29 de Noviembre se celebra el día del politólogo en homenaje a Guillermo O’Donnell , fallecido ese día en 2011 y considerado el más importante de Latinoamérica, sus textos y análisis  hoy son un referente para los cientistas sociales.  " Democracia delegativa". "El El Estado burocrático-autoritario" y democracia macro y micro",son marcadores para conocer el pasado y de él reflexionar sobre el presente.

En 2018,  aseguraban que para los politólogos latinoamericanos, Guillermo O’Donnell es parte de la identidad constitutiva de la profesión y de la comunidad científica. En tanto para el resto de los científicos sociales es un referente que ha sabido conjugar las teorías universales con la realidad regional, y la rigurosidad científica con criterios normativos y valores morales acerca de cómo funciona el mundo de la política.

Entrevistado por Página 12 en 2007, respondía sobre democracia en Latinoamérica en general y en Argentina en particular.

-¿Por qué considera débiles y menguadas a las democracias latinoamericanas?

–La democracia es siempre un horizonte abierto, que plantea esperanzas y cuestiones normativas inagotables, que tienen que ver con la realización de valores humanos y a veces con graves tropiezos... Por eso parto de la base de que hemos logrado algo sumamente valioso, que es el régimen político democrático, que marca una diferencia fundamental respecto del horror que pasamos, me refiero al llamado Proceso. La democracia política que hemos logrado significa que tenemos elecciones que son razonablemente libres y competitivas, la existencia de libertades de asociación, de expresión, de movimiento. Esto quiere decir que somos ciudadanos políticos. A partir de esto salen dos líneas de discusión. Primero, a esta democracia política hay que perfeccionarla, el régimen como tal y sus instituciones no funcionan totalmente bien. Una segunda línea de preocupación es que la democracia implica la vigencia, la consolidación y la expansión de varias ciudadanías: la social, la civil, la cultural, además de la política. Y mirando a la Argentina y a Latinoamérica, en estos otros aspectos de la ciudadanía tenemos un déficit grave. Por lo tanto, las tareas y las urgencias de la democratización debemos plantearlas no sólo en cuanto a mejorar el régimen político, sino también respecto de ese horizonte normativo: mejorar mucho las graves falencias que tiene Argentina, que tiene América latina, y avanzar en la conquista más plena de una ciudadanía civil, social y cultural.

–¿Cómo se expresan esas falencias y debilidades en la actualidad argentina?

–Hay materias en los derechos civiles en que falta mucho para que haya un tratamiento equitativo por parte del Poder Judicial y la policía, universalmente parejo para todos. En materia de género hay numerosas cuestiones pendientes, en cuanto a salud reproductiva, derechos femeninos... Y, en general, en cuanto a recibir del Estado un trato igualitario y respetuoso todos los ciudadanos. También, por cierto, el valor básico de los derechos civiles, que es poder vivir sin miedo: a pesar de que los miedos más inmediatos a la represión clandestina terminaron, todavía quedan muchos miedos a las arbitrariedades y la violencia. Esta es claramente una tarea de democratización respecto a la dignidad del ser humano, que está implicada en la propia idea de democracia. En cuanto a los derechos sociales, aunque con una distribución segmentada, nuestro país fue un país que se distinguió en el mundo por haber conquistado importantes derechos, desde relaciones bastantes equilibradas en lo laboral, acceso a una jubilación digna... Empezando con esa dupla terrible de Videla y Martínez de Hoz, continuando después en buena parte de los ’90, hemos experimentado paradójicamente una serie de regresiones. Y tanto el derecho civil como el derecho social, expandidos, efectivos, son sustento de la vida que un ser humano merece tener y, además, son el sustento de una mucho mejor democracia política, en tanto nos hacen a todos mucho más plenamente ciudadanos, nos habilitan no sólo a ejercer los derechos implicados, sino también a aprender y practicar las obligaciones consiguientes.

.¿Cómo se vinculan e interactúan estas deficiencias de la democracia con los “bolsones autoritarios” que desde los ’90 usted observa dentro del Estado?

–Contra buena parte de la literatura dominante contemporánea, me parece muy importante señalar que la democracia no sólo implica un régimen, también implica un Estado, que es el ancla indispensable de los derechos de las ciudadanías. Y un tema que aparece en nuestro país, que aparece en forma aún más dramática en América latina, es que a parte de los territorios no llega la legalidad del Estado, prevalecen legalidades mafiosas, patrimonialistas, informales, que coexisten y a veces se sobreponen a la legalidad estatal. Usé la metáfora de las “zonas marrones” para indicar regiones, pedazos de ciudades o zonas más extensas, donde esa legalidad estatal, que se supone es sustento de los derechos civiles, en realidad no es tan pareja. Eso muestra que la tarea de la democratización es también una responsabilidad directa del Estado, en el sentido de que debe tener la vocación de extender su propia legalidad a todo el territorio y todos sus habitantes.


–¿Cómo explica, desde la perspectiva de una democracia delegativa con una ciudadanía que limita su participación política al voto, el aumento en los últimos años de la protesta social y sus nuevas modalidades de expresión?

–Este es un fenómeno muy interesante y nuevo. Para empezar, las democracias delegativas son democracias... Hay una parte importante de la población que no se siente incómoda con las prácticas delegativas, con una salvedad: históricamente, la aceptación de prácticas delegativas suele ser temporaria y suele estar ligada a situaciones de crisis profunda, en las cuales hay una legítima expectativa de que emerja un tipo de poder que sea capaz de enfrentar y resolver problemas. Cuando estas construcciones de poder tienen éxito, pasan a pagar el precio de su propio éxito: las demandas son más diferenciadas, las exigencias de algunos electorados son mayores, intervienen más voces, reclaman actuaciones más transparentes, decisiones más controladas. La temporalidad de estas prácticas hoy está mostrando síntomas de relativo agotamiento. Todo esto coexiste con los reflujos de la crisis tremenda que vivimos y las diversas formas de participación que emergieron de ella, respecto de las cuales el Gobierno ha tenido el elogiable tino de no adoptar políticas represivas. Entonces confluyen dos cosas. Por un lado, la continuidad de formas de demanda que ahora se extienden, gran novedad, a temas medioambientales; y no me refiero sólo a Gualeguaychú, también en otros lugares del país hay protestas contra empresas contaminantes, lo que está perfilando una temática nueva, muy saludable. Por otro lado, para otras personas la etapa decisionista pasa a ser insuficiente, y aparecen cuestiones, como la crisis energética, como posible consecuencia de la falta de más voces en el proceso de toma de decisiones.

Fuente:

Javier Lorca, ,Entrevista con el politólogo Guillermo O’Donnell: “Nuestras democracias piden a gritos un pensamiento más latinoamericano”, página 12, 1 de Julio de 2007, citado en http://www.iade.org.ar/noticias/entrevista-con-el-politologo-guillermo-odonnell-nuestras-democracias-piden-gritos-un

Martín D'Alessandro, ¿Por qué Guillermo O’Donnell?, Página 12/7/2018
https://www.pagina12.com.ar/127706-por-que-guillermo-odonnell

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