La Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), estuvo conformada por treces personalidades destacadas el escritor Sábato, el jurista Ricardo Colombres, el ex rector de la UBA, Hilario Fernández Long; el cardiólogo René Favaloro, el científico Gregorio Klimovsky, el rabino Marshall Meyer, el obispo católico Jaime de Nevares, el obispo metodista Carlos Gattinoni, la periodista Magdalena Ruíz Guiñazú, el filósofo Eduardo Rabossi y los diputados radicales Santiago López, Horacio Huarte y Hugo Piucill ( el peronismo no envío representantes) con posterioridad la Comisión plasmó su investigación en el Informe Nunca Más.
Era la respuesta a la ley de autoamnistía o pacificación nacional con las cuales los militares se liberaban de culpa y cargo de las aberraciones cometidas y cuya derogación fuera la primera ley aprobada por el Congreso Argentino tras la restitución de la democracia. "Decláranse extinguidas las acciones penales emergentes de los delitos cometidos con motivación o finalidad terrorista o subversiva, desde el 25 de mayo de 1973 hasta el 17 de junio de 1982. Los beneficios otorgados por esta ley se extienden, asimismo, a todos los hechos de naturaleza penal realizados en ocasión o con motivo del desarrollo de acciones dirigidas a prevenir, conjurar o poner fin a las referidas actividades terroristas o subversivas, cualquiera hubiere sido su naturaleza o el bien jurídico lesionado. Los efectos de esta ley alcanzan a los autores, partícipes, instigadores, cómplices o encubridores y comprende a los delitos comunes conexos y a los delitos militares conexos", tal como indicara en forma textual la dictadura a cuya cabeza se hallaba Reynaldo Bignone,
El investigador Emilio Crenzel en su trabajo "Políticas de la memoria en Argentina. La historia del informe nunca más", enfatizó la importancia de aquel proceso histórico, piedra basal de la democracia argentina , aún con los debates y enormes divergencias que sigue suscitando.
Crenzel sostuvo :" El Nunca Más articuló las premisas forjadas por el gobierno de Alfonsín para pensar y juzgar la violencia política con esa narrativa humanitaria. Inscribió a los desaparecidos como sujetos de derecho sin presentar sus militancias, presentó las desapariciones como responsabilidad exclusiva de la dictadura y a la democracia como garantía de que el horror no se repita, cerrando las responsabilidades de la sociedad política y civil antes y después del golpe. Al presentar un relato integrado del sistema de desaparición, precisar su alcance nacional y su carácter sistemático, el Nunca Más enfrentó la negación dictatorial del crimen en la escena pública con una potencia inédita. La condición oficial de la CONADEP y el prestigio de sus integrantes, hizo creíble su relato y que su universo de lectores fuese masivo.
La verdad que instauró el Nunca Más, en su primer gran ciclo de expansión editorial, estuvo modelada por y se articuló con la justicia mediante su uso y legitimación en el juicio a las Juntas el cual expandió su legitimidad en el país y en el exterior.
Así, el Nunca Más se conformó en la matriz de un nuevo régimen de memoria sobre ese pasado. Es decir, en el modo dominante con el cual se lo pensó, recordó y representó. La articulación del Nunca Más con metas jurídicas dispares enfrentó a los organismos de derechos humanos y al gobierno de Alfonsín quienes se disputaron su calidad de intérpretes de su contenido y afectó su derrotero editorial al sancionarse las leyes de impunidad y el Indulto. Tras él, los organismos imaginaron al Nunca Más como medio de denuncia del crimen y, además, de la declinación de la voluntad de justicia del Estado y de la dirigencia política.
Desde 1995 ( ya con los indultos menemistas decretados bajo el eufemismo de pacificación nacional)el Nunca Más ingresó en un nuevo ciclo de difusión masiva al tornarse la transmisión del pasado a las nuevas generaciones una meta de múltiples actores. En ese contexto, dejó de ser medio de metas punitivas, adquirió la condición de vehículo de la memoria y, por ello, su interpretación política e histórica fue discutida. En ese proceso, fue reproducido literalmente y, a la vez, resignificado de forma ejemplar a partir de diversas lecturas sobre las violencias dictatoriales.
Así, el Nunca Más se conformó en la matriz de un nuevo régimen de memoria sobre ese pasado. Es decir, en el modo dominante con el cual se lo pensó, recordó y representó. La articulación del Nunca Más con metas jurídicas dispares enfrentó a los organismos de derechos humanos y al gobierno de Alfonsín quienes se disputaron su calidad de intérpretes de su contenido y afectó su derrotero editorial al sancionarse las leyes de impunidad y el Indulto. Tras él, los organismos imaginaron al Nunca Más como medio de denuncia del crimen y, además, de la declinación de la voluntad de justicia del Estado y de la dirigencia política.
Desde 1995 ( ya con los indultos menemistas decretados bajo el eufemismo de pacificación nacional)el Nunca Más ingresó en un nuevo ciclo de difusión masiva al tornarse la transmisión del pasado a las nuevas generaciones una meta de múltiples actores. En ese contexto, dejó de ser medio de metas punitivas, adquirió la condición de vehículo de la memoria y, por ello, su interpretación política e histórica fue discutida. En ese proceso, fue reproducido literalmente y, a la vez, resignificado de forma ejemplar a partir de diversas lecturas sobre las violencias dictatoriales.
Estos relatos introdujeron nuevos sentidos, incluso en abierta oposición a los del informe, al presentar la violencia estatal previa al golpe de Estado; explicar a las desapariciones como fruto de metas materiales o de los valores políticos y religiosos que el informe postuló violados por este crimen y al dejar de visualizar a la democracia como el orden político que aseguraba el lema. Pese a ello, estas intervenciones reprodujeron ciertas claves del informe, evitaron el examen histórico del pasado, cerraron la relación de la sociedad política y civil con el horror y la militancia política de los desaparecidos. Si los cambios que introdujeron estas intervenciones muestran la erosión del régimen de memoria fundado por el Nunca Más, las persistencias revelan las dificultades de la sociedad argentina para afirmar el carácter universal de los derechos humanos e inscribir este pasado en un relato histórico que incorpore a la política como atributo de sus protagonistas y razón de los desgarramientos.
Los usos del Nunca Más, ilustran el reconocimiento público de su carácter canónico, mientras sus resignificaciones evidencian que no fue ajeno a los tiempos políticos de la memoria colectiva. Estos procesos, complejos y contradictorios, explican porque, Nunca Más, es el único lema hoy en Argentina que, con dos palabras, resume un sentido sobre su pasado y su futuro. Dicho esto, sin embargo, es posible preguntarse ¿Qué procesos colectivos conjura pero también que fantasmas recorren a la sociedad argentina que invoca y hace uso, una y otra vez, del Nunca Más?
Papeles del CEIC # 61, septiembre 2010.Emilio Crenzel Políticas de la memoria en Argentina. La historia del informe nunca más.
Papeles del CEIC # 61, septiembre 2010.Emilio Crenzel Políticas de la memoria en Argentina. La historia del informe nunca más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario