lunes, 4 de enero de 2021

A 40 años del “Mundialito”, el torneo que le salió caro a la dictadura uruguaya

No tuvo la repercusión del Mundial 78 en Argentina ni tampoco la utlización pergeñada por el Proceso de Reorganizacióin Nacional para tapar las atrocidades que hacía la dictadua Argentina, tampoco fue LPinochet que aprovechó el Estadio Nacionakl para utiliizarlo como campo de cooncentración.Sin embargo, hace 40 años, hubo un Mundialito en Uruguay. Entre fines de 1980 y principios de 1981, Además del anfitrión, protagonizaron el Mundialito la Argentina, Brasil, Alemania Federal, Italia y Países Bajos. La presencia de este último, dos veces subcampeón mundial hasta ese momento, se debió a que Inglaterra había decidido no viajar a raíz de la fecha del certamen.La dictadura uruguaya de 1973-1985 había lanzado un plebiscito para el 30 de noviembre de 1980, es decir, menos de un mes antes del inicio del Mundialito, en el que se proponía el voto a un proyecto de reforma con la idea de proponer unas elecciones con un candidato único, Gregorio Álvarez, con la idea de sacar provecho a una especie de boom económico a partir de la euforia por el inminente inicio del torneo de fútbol. Por esos meses atronaba en los medios una marcha que decía “Bajo un sol y nueve franjas/y por ser mejor entre mejores/van detrás de una esperanza/los campeones del fútbol mundial/Bajo un sol y nueve franjas/nuestra Patria será un gran hogar/con la Copa de Oro/damos un tesoro/de amor, paz y libertad”. La etapa inicial del campeonato contuvo dos grupos de tres equipos cada uno. En el A estuvieron el anfitrión, Italia y el conjunto invitado, y en el B, la Argentina, Alemania y Brasil. De cada zona surgió un finalista: Uruguay y el equipo verde-amarelo, las mismas selecciones que habían definido, aunque sin que aquella vez se tratara de una final, el Mundial Brasil 1950. El local se clasificó con dos victorias (sendos 2-0 sobre Países Bajos e Italia, que igualaría entre sí en un tanto), y la canarinha, con una igualdad (1-1 vs. Argentina) y un triunfo (4-1 a Alemania). El vigente campeón del mundo igualó en puntos (3) con Brasil, pero quedó detrás en diferencia de goles (superó a los germanos por 2-1). El estadio Centenario, sede de Brasil 4 vs. Alemania 1.El estadio Centenario, sede de Brasil 4 vs. Alemania 1. La final tuvo el mismo resultado que aquel que decidió Brasil '50: con un 2-1 a la verde-amarela, Uruguay festejó triunfal. Con un lazo entre el inolvidable Maracanazo y el festejo como dueño de casa: Roque Máspoli, el arquero de la gesta en suelo adversario, era el director técnico de este nuevo campeón. Y así Uruguay extendió su fama de casi invencible en el Centenario. Lo hizo en un lindo torneo, que con 19 tantos en siete partidos tuvo un buen promedio de 2,7 conversiones por encuentro. El interés que generó la competencia se sustentó en buena parte por el renombre de los figuras que participaron, como Diego Maradona, Ramón Díaz, Mario Kempes, Daniel Passarella, Leopoldo Luque y Américo Gallego por la Argentina; Toninho Cerezo y Sócrates por Brasil; Harald Schumacher, Klaus Allofs y Karl-Heinz Rummenigge por Alemania Federal; Waldemar Victorino (con tres, fue el único autor de más de un gol en el certamen), Venancio Ramos, Rubén Paz y Ariel Krasouski por Uruguay; Carlo Ancelotti por Italia, y los hermanos Van De Kerkhof e Jan Peters por Países Bajos. En la inusual fecha del 30 de diciembre de 1980 se inició el Mundialito o también llamada “Copa de Oro de la FIFA” en dos grupos de tres equipos, con la idea de invitar a las seis selecciones de países campeones del mundo hasta ese momento para conmemorar los 50 años del Mundial ganado por Uruguay en 1930, razón por la cual se ideó jugar todos los partidos en el estadio Centenario, sede de aquel torneo, la primera Copa del Mundo. El documental y el olvido "Pertenecer a una generación que en esa época tenía entre cinco y diez años nos impulsó a trabajar sobre un tema que ha marcado a la sociedad uruguaya". La frase, correspondiente al creador y director del documental Mundialito, Sebastián Bednarik, fue el disparador para que la película se estrenara en 2010. Con la intención de sacar a la luz lo sucedido en lo político y lo social durante el gobierno militar (1973-1985), el documental fue realizado gracias a una profunda búsqueda de archivos y 70 entrevistas. Ezequiel Fernández Moores, columnista de LA NACION, lo comparó en el propio 2010 con la película The 16th Man ("El decimosexto hombre") referida al Mundial de rugby Sudáfrica 1995, y Fernando López, crítico de cine de LA NACION, publicó su opinión en 2011. El largometraje saca del olvido este campeonato para que quede presente en la historia del fútbol. Sin embargo, en los sitios de Internet de la FIFA y la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) actualmente no hay registro alguno del éxito de la selección local. Desde el punto de vista futbolístico, la expectativa por ver a estas selecciones y por la posibilidad de un éxito de la selección celeste era muy grande luego de una década del 70 en la que los resultados no habían sido buenos; tras el cuarto puesto en el Mundial de México 1970 y una mediocre actuación en Alemania 1974, no había logrado clasificarse para Argentina 1978. Además, venía de un no muy positivo cuarto lugar en el Sudamericano (hoy Copa América) 1975 y ni siquiera se había podido clasificar para la semifinal en 1979. Andrés Varela, productor y co-guionista de la película Mundialito de 2010 junto a Sebastián Bednarik, sostuvo que la organización y la conquista del torneo es para Uruguay “como un hijo no reconocido. Todo el mundo sabe que existió, pero no está dentro de esas hazañas que se manifiestan permanentemente como el Maracanazo de 1950, determinadas Copas América o Mundiales de buen papel. No es una estrella más en la camiseta y ni la FIFA lo considera un torneo oficial. Fue quedando en la nebulosa cuando comenzó a descubrirse lo que había atrás”. La dictadura uruguaya de 1973-1985 había lanzado un plebiscito para el 30 de noviembre de 1980, es decir, menos de un mes antes del inicio del Mundialito, en el que se proponía el voto a un proyecto de reforma con la idea de proponer unas elecciones con un candidato único, Gregorio Álvarez, con la idea de sacar provecho a una especie de boom económico a partir de la euforia por el inminente inicio del torneo de fútbol. Por esos meses atronaba en los medios una marcha que decía “Bajo un sol y nueve franjas/y por ser mejor entre mejores/van detrás de una esperanza/los campeones del fútbol mundial/Bajo un sol y nueve franjas/nuestra Patria será un gran hogar/con la Copa de Oro/damos un tesoro/de amor, paz y libertad”. La canción hacía referencia a la “libertad” en una época de presos políticos, censura previa y grupos musicales que debían presentar las letras de sus canciones en la Jefatura de Policía para ser autorizadas. Terminó imponiéndose otra marcha de Alberto Triunfo a pedido de radio Monte Carlo, con el jingle “Uruguay, te queremos/te queremos ver campeón” pero al mismo tiempo hubo un enorme gasto de dinero en todos los medios con el lema “sí por el progreso y sí por la paz, sí por la esperanza y sí por Uruguay”. Uno de los más influyentes para que la Copa de Oro fuera disputada en ese tiempo en suelo uruguayo fue el inversor y periodista italiano Silvio Berlusconi. El empresario nacido en Milán, futuro presidente del club Milan y futuro primer ministro de Italia, utilizó el torneo para impulsar definitivamente su carrera en el mundo de los negocios de los medios de comunicación y el fútbol. El 21 de diciembre de 1980 compró los derechos de televisación del certamen para 43 países y venderlos al empresario uruguayo Angelo Vulgaris. El mes previo al campeonato, el Estado convocó a un plebiscito obligatorio nacional para consultar sobre la reforma de la Constitución Nacional, con el objetivo de ganarse el voto del pueblo. A pesar de sus esfuerzos, el "no" derrotó al "sí", por 57 contra 43% (en Montevideo la diferencia fue mayor, con 63,25 a 36,75%, impulsada por movimientos sociales opositores). El resultado negativo derivó en que el festejo político superara al deportivo y en que la organización de la Copa de Oro no cumpliera la misión de ser pantalla política de la cruda realidad. Empresarios y militares evidenciaron su enojo por los números del plebiscito. El grito de los hinchas en el Centenario durante el torneo fue considerado la voz de la mayoría de un país cansado del proceso de facto más largo de la historia de Uruguay: "Se va a acabar, se va a acabar la dictadura militar". En el puntapié inicial, frente a una multitud, el presidente de la FIFA, João Havelange, calificó como "buena gente" al mandatario de facto Aparicio Méndez. El elogio pasó a la historia. En tanto, ni el propio plantel campeón ni su federación llevaron a cabo un reclamo formal para recibir algún reconocimiento por el título. Sí hubo, pero a cargo de la intendencia de San José y 35 años después, en 2016, un homenaje en Hostería del Parque, sede de la concentración del plantel celeste. La conquista de la Copa de Oro causó gran alegría en Uruguay, y fue un gran éxito entre dos profundas decepciones futbolísticas: las no clasificaciones para los mundiales Argentina 1978 y España 1982. Sin embargo, con el tiempo el logro quedó algo eclipsado por los éxitos internacionales de clubes uruguayos en la época: Nacional, en 1980, y Peñarol, en 1982, obtuvieron las copas Libertadores y Europeo-Sudamericana. La cara política de la competencia Por su parte, el gobierno de facto uruguayo tomó como ejemplo la organización de la Copa del Mundo de 1978 para hacer algo similar dos años después y mostrar su "éxito". La ceremonia inaugural, a estadio lleno, con canción oficial e himno, fue una vitrina perfecta. En la escena de la época tallaban importantes personalidades políticas y deportivas: el hoy ex jefe de Estado Jorge Battle, el marino Yamandú Flangini (el máximo dirigente de la AUF en los años ochentas), los ex integrantes del plantel campeón Fernando Álvez y Hugo de León, presos políticos, militares, guerrilleros tupamaros y presentadores televisivos, entre otros. Ramón Díaz en seleccionado argentino, durante el 2-1 sobre Alemania.Ramón Díaz en seleccionado argentino, durante el 2-1 sobre Alemania. Uno de los más influyentes para que la Copa de Oro fuera disputada en ese tiempo en suelo uruguayo fue el inversor y periodista italiano Silvio Berlusconi. El empresario nacido en Milán, futuro presidente del club Milan y futuro primer ministro de Italia, utilizó el torneo para impulsar definitivamente su carrera en el mundo de los negocios de los medios de comunicación y el fútbol. El 21 de diciembre de 1980 compró los derechos de televisación del certamen para 43 países y venderlos al empresario uruguayo Angelo Vulgaris. El mes previo al campeonato, el Estado convocó a un plebiscito obligatorio nacional para consultar sobre la reforma de la Constitución Nacional, con el objetivo de ganarse el voto del pueblo. A pesar de sus esfuerzos, el "no" derrotó al "sí", por 57 contra 43% (en Montevideo la diferencia fue mayor, con 63,25 a 36,75%, impulsada por movimientos sociales opositores). El resultado negativo derivó en que el festejo político superara al deportivo y en que la organización de la Copa de Oro no cumpliera la misión de ser pantalla política de la cruda realidad. Empresarios y militares evidenciaron su enojo por los números del plebiscito. El grito de los hinchas en el Centenario durante el torneo fue considerado la voz de la mayoría de un país cansado del proceso de facto más largo de la historia de Uruguay: "Se va a acabar, se va a acabar la dictadura militar". En el puntapié inicial, frente a una multitud, el presidente de la FIFA, João Havelange, calificó como "buena gente" al mandatario de facto Aparicio Méndez. El elogio pasó a la historia. Uruguay, ganador de la Copa de Oro de Campeones del Mundio.Uruguay, ganador de la Copa de Oro de Campeones del Mundio. Si hubo una figura futbolística a la cual se extrañó mucho, esa fue el volante ofensivo neerlandés Johan Cruyff, también ausente en Argentina 1978. Pero tampoco participó otra estrella de su país, Ruud Krol, defensor de la Naranja Mecánica, que manifestó que trasladarse al otro lado del mundo en época de Navidad excedía sus "competencias de futbolista profesional". El Comité Organizador del certamen consiguió, igual que dos años atrás el del Mundial 1978, el apoyo del influyente estadounidense Henry Kissinger, en tanto que consiguió de los argentinos el asesoramiento para temas de logística y seguridad. Estos vínculos de Cataldi (quien también fue diputado y miembro del gabinete del presidente constitucional Julio María Sanguinetti) con el poder del fútbol también fue importante para muchos negocios paralelos alrededor del Mundialito. No casualmente, las distintas comisiones organizadoras estaban conformadas por miembros de la Marina y dirigentes de los distintos clubes uruguayos. En una de sus tantas reuniones por la organización del torneo, en Madrid, Cataldi encontró avales económicos en el empresario griego de frigoríficos Ángelo Vulgaris y su socio Fertis, a quienes ofreció ser partner comerciales y los derechos de televisión, pero al poco tiempo, se encontraron con la fuerte presión de la Organización de televisión Iberoamericana, la poderosa OTI, que amenazó con que si le otorgaban esos derechos, se quedarían sin los del Mundial de España 1982, que estaban en su poder. Vulgaris, que terminó preso por narcotráfico y murió en la ruina pocos años más tarde, llamó desesperado a Cataldi para tratar de resolver la situación a pocos días de que comenzara el torneo y todo se resolvió cuando el dirigente futbolístico uruguayo contactó al entonces vicepresidente de la FIFA, el italiano Artemio Franchi, y éste les introdujo a un gran empresario mediático compatriota interesado en comprar parte de esos derechos, Silvio Berlusconi, quien dio así uno de sus primeros golpes y revendió los derechos a 43 países. Todo se resolvió en una reunión en Uruguay a la que asistieron, entre otros, dirigentes de alto nivel de la FIFA como el alemán Hermann Neuberger, Grondona, el almirante Carlos Lacoste (hombre fuerte del fútbol en la dictadura argentina 1976-1983 y uno de los vicepresidentes de la FIFA en ese tiempo) y Franchi. Pero no todos los negocios terminaron allí, porque gracias a sus vínculos con Havelange, Cataldi consiguió que la selección brasileña eligiera como lugar de concentración a “Los Aromos”, tradicionalmente utilizado por Peñarol, su club, y por esta razón, el predio fue remodelado y acondicionado al más alto nivel para alojar a estrellas como Sócrates, Junior, Batista o Toninho Cerezo, que brillarían en el Mundial 1982 y que llegaron a la final ante Uruguay en el Mundialito. De esta forma, a Peñarol le salió gratis reformar su lugar de concentración. A diferencia de la internacional, la televisación interna de Uruguay no fue en colores. Y la transmisión radial sería la última de un gran acontecimiento deportivo por parte del relator Víctor Hugo Morales (Radio Colonia), que pronto emigraría a la Argentina. La final entre Brasil y Uruguay se jugó el 10 de enero de 1981 y se impusieron los locales 2-1 con goles de Barrios y Victorino -máximo anotador del certamen y quien días más tarde le daría a Nacional el título intercontinental al marcar el único gol del partido, en Japón, ante el Nottingham Forest-. Sócrates había empatado, de penal. En medio de los festejos de los jugadores uruguayos, atronaba desde las tribunas del Centenario el grito de “se va a acabar, la dictadura militar” y, si bien al principio la banda musical trató de tapar el sonido con su música, fue el propio presidente uruguayo Méndez el que pidió que abandonara la idea para no exacerbar más al púbico. En medio de la vuelta olímpica se generó una controversia con el zaguero Hugo de León, que lo hizo enfundado en la camiseta de su nuevo equipo, el Gremio de Porto Alegre y por esta actitud, considerada por el Gobierno como “antinacionalista”, terminó siendo el único componente del plantel que no recibió un automóvil como premio. El reconocido periodista Jorge Savia cubrió ese torneo para el diario El País de Montevideo y recordó que como forma de agradecimiento al pueblo de San José, donde se entrenaron, los jugadores de la selección celeste regresaron a la Hostería del Parque de la localidad, desde el estadio Centenario, mientras su micro era seguido por antorchas y los festejos, junto al director técnico Roque Máspoli –arquero de la selección campeona del mundo en 1950- duraron hasta avanzada la madrugada. No obstante, Savia considera que, como otros periodistas y seguidores, ese título “le terminó generando un tremendo daño al fútbol uruguayo aunque sea de manera indirecta, porque quizás excesivamente confiado por el logro de aquella gesta, apenas seis meses más tarde se llevó un soberbio cachetazo al perder por 2-0 ante Perú en el debut de la clasificación mundialista para España 1982 en el Centenario y terminó siendo eliminado por segunda vez consecutiva, algo inédito hasta entonces”. Pasados los años, ni el propio plantel campeón del Mundialito ni la AUF elevaron ningún reclamo formal para recibir algún reconocimiento por el título, que quedó eclipsado por los éxitos de Nacional, y Peñarol con las Copas Libertadores e intercontinentales de 1980 y 1982, respectivamente. Apenas hubo un homenaje de la intendencia de San José y otro de la Hostería del Parque de esa localidad en 2016, a 35 años del campeonato. Por si fuera poco, por años tampoco se supo dónde se encontraba el trofeo de 18 quilates, creado por el orfebre Walter Pagella. Recién en enero de 2018, las autoridades de la AUF descubrieron que se encontraba en la caja fuerte del Banco Santander en la Ciudad Vieja de Montevideo y por el que el artista trabajó contrarreloj durante catorce horas por catorce días seguidos y para comprar el oro, utilizó tres cheques diferidos que le dieron los empresarios griegos Vulgaris y Fertis. Los dirigentes uruguayos descubrieron también que la Copa -.que primero estuvo guardada en el Banco República y luego en la Tesorería de la AUF- no estaba asegurada y por eso, tampoco la exhibieron en ningún museo. Pagella sólo recibió el treinta por ciento de los gastos, más allá de los honorarios profesionales. Aquella final entre Uruguay y Brasil del 10 de enero de 1981,m que en Uruguay se vio por televisión en blanco y negro, fue la última transmisión radial desde el otro lado del Río de la Plata por Víctor Hugo Morales, quien contratado por radio El Mundo para integrar el equipo de “Sport 80”, se mudó pocos días más tarde a Buenos Aires y debutó en el relato el mismo día que Maradona lo hizo en Boca ante Talleres de Córdoba el 22 de febrero de ese año. Fuentes Levinsky, Sergio , INFOBAE, 30 de Diciembre de 2020. A 40 años del “Mundialito”, el torneo que le salió caro a la dictadura uruguaya y en el que Maradona tropezó antes de la final" Koniszczer, Fedderico, "Mundialito de Uruguay", aquel torneo repleto de estrellas del fútbol que la historia olvidó, La Nación , Buenos Aires,14 de abril de 2020

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