domingo, 27 de diciembre de 2020
De trabajar en el ferrocarril y manejar un taxi a transformarse en ícono de Rosario Central y dirigirlo en 7 etapas: la historia de Don Ángel Tulio Zof
Marcador de punta izquierdo como futbolista, jugó en Argentina, México, Canadá y Estados Unidos, pero no temió volver a su trabajo como ajustador mecánico o subirse a un taxi cuando colgó los botines. Sin embargo, una casualidad lo sentó en el banco de suplentes. Y pasó a la historia como un verdadero maestro, con huella más profunda en el corazón de los Canallas.
Ángel Tulio Zof, fallecido hace seis años, fue acaso el mejor director técnico de la historia de Rosario Central, en el que jugó en los años cincuenta y dirigió en siete etapas distintas, y con el que obtuvo tres campeonatos, además de apagarle incendios haciéndose cargo de los distintos planteles, ya siendo muy veterano, en momentos muy complicados.
Zof terminó siendo un personaje que excedió el marco de un jugador o entrenador y en 2005 fue nombrado “Ciudadano Ilustre” de Rosario, ciudad en la que estuvo vinculado también a su trabajo como ajustador mecánico en los ferrocarriles, y hasta manejó un taxi cuando regresó de su etapa final de futbolista en Norteamérica.
Nació el 8 de julio de 1928 en Rosario en el seno de una familia humilde y trabajadora. Sus padres, Antonio Zof y María Boemo, eran inmigrantes italianos de la región del Friuli, y le transmitieron la cultura del trabajo y, como buenos campesinos, los pies en la tierra.
Zof comenzó a jugar al fútbol en el club Gath y Cháves del barrio rosarino de La República y a los 17 años pasó a formar parte de las divisiones inferiores de Rosario Central, aunque su debut en Primera (ante Newell’s Old Boys, en 1950) se demoró cinco años porque, en esos tiempos, la formación era fija y su ídolo, Alfredo Fogel, no salía nunca hasta que con el paso del tiempo se fue generando el espacio.
Por las mañanas seguía trabajando en los ferrocarriles como varios de sus compañeros. Cuando por fin arregló un sueldo cuando comenzó a alternar en la Primera, volvió eufórico a su casa porque lo que cobraría representaba mucho más que lo que percibía por el otro trabajo, hasta que le advirtieron que la paga era simplemente el básico que cobraban los futbolistas.
Además de Fogel (al que reemplazó como marcador de punta izquierdo) cumplió el sueño de jugar con otros de sus ídolos y a quien siempre mencionaba, el “Torito” Waldino Aguirre. En el torneo de ese año, 1950, Rosario Central descendió de categoría debido a que tuvo que sufrir el éxodo de muchos de sus jugadores, pero en 1951 consiguió regresar a la máxima categoría con bastante comodidad. aunque tuvo continuidad como titular recién en 1953.
Guillermo Ferretti, autor del libro “Ángel Canalla” y con “cientos de cafés” tomados en su casa durante una década, servidos por su esposa Norma (que decía que recordar cuestiones de fútbol le daba vida) indica que Zof siempre se caracterizó por su caballerosidad y buen comportamiento. Para su publicación, su ex compañero Federico Vairo (luego destacado jugador de River y de la selección argentina) le contó que siempre bromeaba con el partido que jugó ante River en el Monumental y en el que Zof tuvo que marcar a Enrique Omar Sívori, quien le dio un paseo justo cuando lo estaban observando dirigentes italianos que se lo llevaron a la Juventus.
“Gracias a mí, River completó la herradura de su estadio”, solía decir, con ironía. Vairo relató que en uno de los goles, Sívori la empujó y con la cancha embarrada, él se tiró en la línea y no la pudo sacar y a los segundos, vio cómo Zof le daba la mano al goleador adversario para felicitarlo por el gol, con toda la bronca: “Al final yo me embarraba todo para que luego él saludara efusivamente a quien nos marcó el gol. Siempre fue así”.
1955 fue su último año en Rosario Central. Se destacaba por su muy buen estado físico y por ser derecho, pese a que jugaba como marcador de punta izquierda. En 1956 pasó a Huracán, dirigido por Adolfo Pedernera, pero sólo jugó 11 partidos por las permanentes medidas de protesta de los jugadores ante la falta de pago del club, y en 1957 fue capitán en Quilmes, en la Primera B, y peleó el ascenso pero no pudo conseguirlo.
Con 29 años, pensó en dejar el fútbol pero un empresario, Héctor Almide, se lo llevó a México con otro ex compañero de Rosario Central, Roberto Appicciafuocco, con quien abriría una exitosa parrilla, “El Gaucho”. Fue por un par de meses al Oro de Guadalajara y luego, al Atlético Celaya, pero el equipo descendió y en 1961 firmó para el Morelia. De allí se fue a Canadá, donde vivió nuevas experiencias: le tocó marcar a Stanley Mattews (quien fue nombrado sir, fue el primer Balón de Oro europeo en 1956 y el jugador que se retiró más tarde en el profesionalismo, a los 50 años), debido a que la liga permitía que jugadores de otros torneos se anotaran en sus vacaciones; y ejerció como DT por primera vez, en Toronto, con jugadores yugoslavos, húngaros e italianos, con los que no compartía idiomas y utilizaba una mesa de billar con pelotas de papel y chapitas y si le entendían, levantaban el pulgar. Tras ser subcampeón de la liga, se trasladó a los Estados Unidos para jugar en los Philadelphia Ukranians y luego se mudó a Nueva Jersey para jugar en el Hakoaj de Nueva York mientras empezó a trabajar también en la General Motors y fue parte del primer partido televisado en la historia del soccer.
Sin embargo, cuando ya parecía instalado en los Estados Unidos, decidió retornar a la Argentina en 1963 luego de sufrir algunos problemas con el nacimiento de una de sus hijas. Regresó entonces como ajustador mecánico a los ferrocarriles y al mismo tiempo, manejaba un taxi, alejado completamente del fútbol.
Sin embargo, con el taxi comenzó a llevar a algunos ex jugadores de Rosario Central que viajaban a Bigand para jugar en el Independiente de esta localidad y cuando el equipo se quedó sin DT, estos jugadores hablaron de él en el club y terminó arreglando para quedarse con el puesto aunque con una condición: “Quiero que los pibes coman bien y de ser posible, que aquel que esté estudiando lo siga haciendo. Ya veremos cómo hacemos con los trabajos que tienen. Me interesa eso y que sean educados, buena gente. A algunos los conozco. Si se da eso, agarro”.
Zof terminó ganando la Copa de Oro (hoy Copa Santa Fe) en la final ante Unión y así llegó a ser conocido y terminó siendo contratado por Newell’s Old Boys, aunque él se enteró por los diarios y por sus compañeros del ferrocarril a la mañana siguiente, cuando la decisión se había tomado la noche anterior. “Guardé el diario, me puse el mameluco lleno de grasa, agarré las herramientas y empecé a trabajar. Al rato se aglomeraron todos los obreros. Me preguntaban quién era ese Zof. No creían que era yo”, relató 40 años más tarde y remató con las palabras de “aliento” de uno de sus compañeros de trabajo: “Dos partidos y te rajan”.
Pero dirigió tres años a Newell’s. Luego siguió en Los Andes, con el que le ganó a River en un recordado partido en el Monumental en 1968, y ganó el Torneo Reclasificación en 1969 hasta que Rosario Central lo contrató a mediados de 1970, reemplazando en el cargo nada menos que a Sívori para el Nacional, en el que llegó a jugar la final ante Boca y cayó 2-1 tras ir en ventaja 1-0 en el Monumental, aunque logró clasificarse para la Copa Libertadores.
Aquel equipo que perdió ante Boca en la final del Nacional de 1970 fue la base para el que sería campeón nacional 1971 dirigido por Ángel Labruna (quien lo admiraba, al punto de que una vez, ya fallecido, su mujer lo fue a esperar a la puerta de salida de un vestuario para comentarle cuánto lo respetaba su marido) y luego, con Carlos Griguol, en 1973. En 1971, luego de renunciar, pasó a Atlanta, amenazado por el descenso, pero pudo salvarlo. Volvió por segunda vez a Rosario Central en 1972 y renunció cuando el Huracán de Menotti le ganó 5-0 como visitante en el Metropolitano 1973 y se fue a Atlético Ledesma de Jujuy para 1974 y en cinco años, logró clasificarlo tres veces para los Nacionales (1976, 1977 y 1978) y descubrió a dos juveniles como Héctor Chazarreta y el salteño Humberto “Coya” Gutiérrez.
Tras su paso por el norte argentino, volvió a Rosario Central para su tercera etapa en 1979, en reemplazo de Griguol, y su inicio no pudo ser mejor en el Metropolitano: cinco triunfos consecutivos y once invicto. Conocedor a fondo de los jugadores técnicos, trajo desde Ledesma a Miguel Bacas, a Chazarreta y a Rubén Díaz, y también sumó a juveniles de las divisiones inferiores como Edgardo Bauza, Oscar Craiyacich, Juan Calos Ghielmetti, que se sumaron a Félix Orte, Guillermo Trama y el lateral Jorge García. Ese equipo, llamado “La Sinfónica”, fue semifinalista de los dos torneos del año, ambos ganados por River.
Al año siguiente, en 1980, fue campeón Nacional en la final ante el Racing de Córdoba de su admirado Alfio Basile, ya con la incorporación del veterano goleador Víctor Marchetti, y los juveniles Daniel Sperandío y Daniel Teglia. Dirigió a Rosario Central hasta 1982 y en 1983 se incorporó a Platense con ex jugadores de Rosario Central como Ramón Bóveda, Roberto Cabral e “Hijitus” Gomez, y en 1984 volvió a Ledesma y lo clasifico para otro Nacional.
En la temporada 1986/87 volvió para su quinta etapa en Rosario Central, que acababa de ascender desde el Nacional B con Pedro Marchetta como entrenador. Contaba con jugadores de buen pie como Roberto Gasparini, Osvaldo Escudero, Fernando Lanzidei, y Alejandro Lanari en el arco, más jóvenes como Hernán Díaz, Ariel Cuffaro Russo, Jorge Balbis y Adelqui Cornaglia. Terminó siendo campeón en su primera temporada en la máxima categoría, superando a Newell’s por un punto y se mantuvo en el cargo hasta 1990, cuando ya el equipo no pudo recuperar el nivel por la venta de su gran figura, Omar Palma, a River Plate.
Como tantas otras veces, Zof promovió entonces otra camada de juveniles como Juan Pizzi, José Chamot, David Bisconti y Alberto Boggio. Se fue en la temporada 1990/91 pero volvió cuatro meses más tarde reemplazando a Carlos Aimar y hasta 1992, que se fue a San Martín de Tucumán, en su sexta etapa.
Su séptimo ciclo comenzó a mediados de 1995 reemplazando a Marchetta y con el equipo ya clasificado para la Copa Conmebol, con jugadores como Cristian “Kily” González, Darío Scotto y Roberto “Nuno” Molina y se reforzó con Eduardo Coudet, el peruano Percy Olivares y especialmente, desde Gimnasia, con el uruguayo Rubén “Polillita” Da Silva, un expreso pedido suyo a la dirigencia.
Y como tantas otras veces, apeló a los juveniles como Roberto Bonano, Martín Cardetti, Horacio “Petaco” Carbonari y Federico Lussenhof. Llegó a la final ante Atlético Mineiro, en la que perdió 4-0 en Belo Horizonte y ganó 4-0 y por penales en la vuelta en Rosario, consiguiendo así su tercer título de auriazul. Dirigió al equipo hasta 1997, cuando se retiró. Fue a las divisiones inferiores, aunque cada tanto tuvo que hacerse cargo del plantel profesional como en el Apertura 2004 y Clausura 2005, acompañado de Cuffaro Russo, y consiguió clasificar al equipo para la Copa Sudamericana 2005 y la Libertadores 2006, apagando otro incendio cuando ya era “Don Ángel” o “El Viejo”. Allí volvió a anunciar su retiro.
Allí fue convocado por Jorge Bernardo Griffa para su fundación para trabajar en asesoramiento y capacitación con profesores y futbolistas de su club y estuvo un año pero tuvo que dejar por problemas de salud.
Es el que más partidos dirigió a Rosario Central en el profesionalismo (608) y el más ganador, con 3 títulos (1980, 1986/87 y la Copa Conmebol 1995).
“Cuando comencé era muy exigente. Ponía multas por llegar tarde, por insultar, por todo. Creía que hacía bien porque imponía disciplina. En una oportunidad llegué y escuché la vocecita de uno de los muchachos que decía ‘ahí vienen esos hijos de…'. Ahí recapacité y pensé ‘tiene razón. Si trabajo con ellos, tengo que ser un compañero más’. Cometí muchos errores, pero con el tiempo aprendí y no multé más a nadie”, reconoció una vez.
Falleció el 26 de noviembre de 2014 y al año siguiente, Rosario Central bautizó con su nombre a la Ciudad Deportiva de Granadero Baigorria, y el Ministerio de Educación lo calificó como “Maestro de la Vida”.
“¿Cuál es la clave del éxito? El buen jugador de fútbol. Por ahí se habla del DT, pero no, es el jugador. Si yo no elijo bien, si sólo pienso en defender para tratar de zafar, nunca voy a tener posibilidades de salir campeón ni de estar peleando arriba”, solía sostener aunque, al contrario de lo que parecía, la mayoría de sus indicaciones previas a los partidos, aunque sencillas, eran sobre la defensa porque creía que arriba había que darles libertades a los atacantes y no casualmente él mismo había sido defensor.
Ferretti, su biógrafo, lo califica como “un tipo simple, sencillo, al que le gustaba poner el inodoro en el baño y la heladera en la cocina”.
“A los 30 años tenía proyectos largos. ¿Y ahora qué puedo tener? Hay que ser inteligente y tener siempre inquietudes. Me levanto todos los días pensando qué puedo hacer. Si pensara ‘las sé todas’, entonces me estancaría y perdería. No me doy cuenta de la edad que tengo”, le dijo a la revista “El Gráfico” a los 76 años.
Quien lo definió con su clásico sentido del humor fue otro centralista, el fallecido Roberto Fontanarrosa, en su libro “No te vayas campeón” (2000): “Una vez más, el viejo Zof había conseguido lo que logran esas amas de casa que, con dos pesos, mandan a los chicos a la escuela, les compran delantales, pagan la luz, pagan el gas, compran la comida y todavía se arreglan para que les sobren unos centavos para hacerle un regalo a alguna vecina”.
Levinsky, Sergio, INFOBAE ( Argentina), 26 de Diciembre de 2020
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