viernes, 18 de octubre de 2019

La final Boca- River 1976, bajo el gobierno de la dictadura militar, se disputó sin incidentes, con una convivencia normal, con un entusiasmo indetenible y una organización caótica

En 1976 River y Boca se encontraron en la final que indicaba el reglamento del Campeonato Nacional. Un solo partido en cancha neutral, alargue y penales. Fue la única vez en la historia que se registró esta circunstancia en el campeonato local ( el de Diciembre de 2018 en España, fue por Copa Libertadores) En su libro “La Final” de 2016 publicado por editorial Aguilar, el periodista Diego Estévez reconstruye los antecedentes con los que llegaban los eternos rivales al momento de verse las caras y describe minuciosamente cada fotograma de esa película en la que se convirtió el partido, presenciado en plena dictadura por 90.000 espectadores que desbordaron la cancha de Racing.

Era el 22 de Diciembre de 1976, nueve meses antes el Proceso de Reorganización Nacional.instauró la cultura del terror,  mediante un golpe de Estado, la Junta Militar encabezada por Videla Massera y Agosti gobernaba el país. el Bajo ese marco dictatorial se disputó el partido.

Estévez reseña :" A las cinco de la tarde se abren las puertas del cilindro, pero las colas serpentean desde hace rato en las calles del barrio. Se grita por Boca y también por River. No hay incidentes. La convivencia es normal, lo cual es llamativo si se tiene en cuenta la realidad del siglo XXI. Algunos de los 350 policías —hoy en día, una cifra irrisoria— son, quizás, los más exaltados: el palpado de armas es poco amable, el ingreso de paraguas y banderas de palo está prohibido y hasta el mínimo desacuerdo se dirime con un palazo. Dos cosas quedan claras: el entusiasmo es indetenible y la organización, un caos…
"Dentro del estadio, el espectáculo emociona. Los de Boca, en la bandeja superior, llenan las populares con avidez y no dejan de saltar. Los de River, en la inferior, responden a puro grito, y cientos invaden la platea lateral más cara. Los lugares libres van desapareciendo, la gente comienza a ponerse de pie y los pasillos de las plateas se vuelven peligrosamente intransitables", describe Estevez.

A falta de una una hora para el comienzo , afuera, las colas serpenteantes dejaron paso a una marea humana que pugna por ingresar. En tanto, a dentro, el clima impacta: el cemento vibra tanto que algunos pedazos de revoque de la bandeja superior caen peligrosamente en la inferior, donde las discusiones por la propiedad de una platea se dirimen a gritos y, en algunos casos, a trompada limpia ( nada o casi nada ha cambiado en este aspecto en 43 años)

De pronto, el “Mariscal” Perfumo, capitán de los “millonarios”, asoma por el túnel local y los de River descargan un arsenal de papelitos. Falsa alarma: Perfumo desaparece por el túnel central, el del árbitro. Casi al instante, Rubén Suñé -capitán xeneize– repite la maniobra y los de Boca también caen en la trampa.

La espera se hace larga. Las cámaras de Canal 7 se aprestan, mientras cronistas y relatores de radio de todo el país se apretujan en las escasas cabinas de transmisión, de cuyos techos la policía debió desalojar a una turba de colados. En el campo, más de ciento cuarenta fotógrafos buscan la mejor posición.

Hasta que, exactamente a las 21.03, cuando la tensión ya no se aguanta, la silueta inconfundible del “Pato” Fillol emerge del túnel local, y tras él, todo River. La bandeja inferior del Cilindro estalla. Tres minutos más tarde, el “Loco” Gatti pisa el césped con todo Boca detrás. Ahora los que es-tallan son los de arriba (y algunos de las plateas de abajo). No hay sorteo: para eso fueron Suñé y Perfumo al camarín del árbitro, Arturo Ithurralde. Los equipos posan para la posteridad y los fotógrafos, ahora sí, pierden toda compostura. La búsqueda del mejor ángulo provoca empujones, malas caras y caídas.

Lentamente, el campo de juego se despeja. La mente de todos se turba, se empantana. Por eso, seguramente, es que nadie puede imaginárselo, porque no siempre es fácil darse cuenta, tomar conciencia de que uno es testigo o protagonista de un hecho histórico. Boca y River están por jugar la final del Campeonato Nacional de 1976. Noventa minutos a todo o nada, a un solo partido y en cancha neutral. Si empatan, habrá media hora de alargue. Y si siguen sin sacarse ventajas, deberán ejecutar penales. De los más de trescientos cincuenta partidos disputados entre ambos, nunca antes habían disputado una final. Por eso es que la mente está empantanada, la respiración, contenida y la boca, reseca. Y si todos estaban en un solo cuerpo, ahora se reunieron en su centro vital: el corazón, que bombea como un desesperado y ruega por ese pitazo inicial que pareciera no llegar.


Fuente: La Final de Diego Estévez. Editorial Aguilar – 2015
Un Superclásico con Supermorbo, revista Un Caño
http://revistauncanio.com.ar/picado/un-superclasico-con-supermorbo/


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