sábado, 11 de agosto de 2018

Carta de Ricardo Gálvez a Juan Gálvez, su padre:"Estoy seguro de que estás bien, rodeado de tus amigos, disfrutando con tu alegría ,relatando anécdotas que supiste cosechar, y a tus adversarios, tratando de conocer tus secretos"

  Ricardo Gálvez, a más de 50 años de la muerte de su padre, Juan- el 3 de marzo de 1963 tras ser despedido de su auto en una competencia de TC en Olavarría, decidió escribir un libro homenaje a quien fuera uno de los más grandes pilotos que corriera en Argentina. “El campeón eterno (Galerna), recrea anécdotas y vivencias, así como fue portar el apellido luego de su partida. 

   En el libro le escribe una carta, una descarga de emociones donde logró de alguna manera plasmar sus sentimientos hacia Juan Gálvez: “Al fin pudo conocerlo y hacer justicia”, asegura.
            Hola, viejo:
Quiero aprovechar esta oportunidad para contarte algunas cosas que pasaron en estos años que no te veo.
Cuando te fuiste, mamá prefirió que nos mudáramos para estar más cerca de la familia Olaechea. Compramos una casa inmensa en Adrogué, tan grande era esa propiedad que probábamos autos en el fondo, hasta un cartódromo armamos.
Los primeros años fueron difíciles para todos, nadie estaba preparado para que no estés resolviendo problemas, pero, a pesar de todo, nuestra vida se rehízo y salimos adelante.

Los años de colegio transitaron con la normal rebeldía de dos hermanos que sentían, como vos y Oscar, la misma pasión por los autos plantadas en sus genes.

Con Juancito solo esperábamos que la vida nos diera la oportunidad de subirnos a un auto de carrera. Ya sé que vos preferías otra cosa para nosotros, pero a veces la voluntad no alcanza.

Esa misma pasión que rodeaba todo tu entorno lo llevó a Raúl Cottet, luego de recuperarse de tu partida, a intentar retomar las carreras, pero ahora en tu butaca, como piloto.

Tratábamos de colarnos en todas las carreras y, a partir de estos viajes, empezamos a sentirnos más cerca de la historia del turismo de carretera. La pasión comenzó a ingresar en nuestro cuerpo. La gente se emocionaba al conocernos. Vivimos muchas carreras de ruta y comenzamos a sentir la misma sensación de aquel público que enmarcaba tus caminos. Mamá, que ya no sabía cómo impedir que su auto desapareciera durante las siestas, decidió, como último recurso, comprar una cadena con candado, para inmovilizarlo por el paragolpes a un árbol. Una tarde que se acortó su siesta, descubrió nuestro secreto. Enorme fue su sorpresa cuando vio que en el árbol solo había un paragolpes encadenado.

Para manejar un auto de carrera teníamos que aprender mucho, pues sabíamos que el camino no iba a ser fácil. Todas las preguntas de la gente, sorprendida al conocer nuestra ascendencia, inquirían sobre nuestro futuro en el TC.

Quiero contarte que hoy sigo trabajando sobre tu recuerdo. Ya son más de 54 años que no estás con nosotros y no he dejado de insistir en que vos merecés mucho más. De todos modos, hoy el autódromo se llama "Oscar y Juan Gálvez", un acto de verdadera justicia.
Por mi amistad con Hugo Mazzacane, actual presidente, suelo visitar la ACTC, aquella que, junto a un grupo de pilotos, fundaste y hoy sigue funcionando en ese lugar.
Es realmente emocionante ver sobre la pared de la calle un enorme cartel en el que puede leerse "Edificio Juan Gálvez".

Sé que faltan cosas, te entiendo, también reconozco que por tu proverbial humildad jamás reclamarías nada, pero, créeme, pronto se hará justicia.

Tu legendario turismo de carretera ya no es el mismo, no hay más carreras de ruta ni grandes premios, tampoco copilotos. La categoría está muy lejos de sus orígenes, todo ha cambiado y las competencias se han adaptado al nuevo siglo.

Si pudieras manejar un auto de la actualidad, seguramente te sorprenderías, y mucho. Sin embargo, las velocidades finales no se han modificado notoriamente, como te imaginás, son casi las mismas que las tuyas. Lo que no cambió es el público, el fervor y la pasión que ustedes plantaron por aquellos tiempos no ha dejado de proliferar.

Bueno, papá, solo quise alegrarte un poco con algunas poquitas anécdotas. Quiero contarte que todos estamos bien, aunque jamás dejamos de extrañarte, tal vez ahora más que nunca. Tus nietos crecen bajo la firme mirada de Silvia, mi señora. Matías es el menor y, como no podía ser de otra forma, el mayor se llama Juan como el abuelo. Verás que esta es la tercera generación de hermanos Gálvez.
Estoy seguro de que vos también estarás bien, rodeado de muchos de tus viejos amigos y parientes. Te imagino con más tiempo para disfrutar, con tu alegría de siempre, relatando tantas anécdotas que supiste cosechar, y a tus adversarios, atentos, tratando de conocer tus secretos.
Termino esta carta despidiéndome con un beso enorme, con el convencimiento absoluto de que volveremos a estar juntos para seguir esta charla.
Hasta siempre, papá.


Fuente: Gálvez, Ricardo "Juan Gálvez. El campeón eterno", Galerna, Buenos Aires, 2018

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