martes, 30 de septiembre de 2025
A veinticico años del nacimiento de las Leonas
Durante los Juegos Olìmpicos de Sydnei 2000 el selecciinado femenino de hockey, saliò a la cancha con una leona cosida en la camiseta, a partir de allì, nunca mnàs las dejarìan y serìa el sello del conjunto que en 25 años, ,logrò que el recambio generacional no las afectara y nunca dejò los primeros puestos.
En el cielo y en la Tierra no está pasando lo mismo. Hay nubes a montones oscureciendo la hermosa Sidney cuando aquel jueves olímpico empieza a despertar. Todos son soles, en cambio, en la Villa, donde un grupo de argentinas ve la luz en cada lugar. Esas chicas se preguntan si es verdad que están a punto de jugar una final olímpica después de todo lo que pasaron. Se cruzan, se juntan, se felicitan, sonríen. No están viviendo un día cualquiera. Y ya la Leona que lucen en esas remeras blancas desde hace sólo un puñado de días no es desconocida en la fauna del deporte.
Al día siguiente llega el partido contra Australia. El del oro. Las locales, lideradas por Alison Annan, imponen sus condiciones de entrada. Se ponen rápido en ventaja y a los 3 minutos del segundo tiempo, cuando convierten el 3-0, ya no queda más nada por hacer. La recuperación del complemento no alcanza. La derrota por 3 a 1 deja a las argentinas con la medalla de plata. Pero, de repente, ocurre...
Son un puñado de minutos que pasaron. Dos, cuatro, seis quizá. Ya no importa. Las imágenes le apuntan al corazón. Masotta y García, unidas en el pasado, el presente y el futuro del seleccionado, tienen la vista clavada en el piso. Aymar y Stepnik se abrazan, lloran y hacen de hierro esa amistad nacida en Rosario y forjada en cientos de viajes a Buenos Aires y en cientos de noches en el CeNARD. Rognoni pasa por su cabeza las imágenes de una película y de un año muy difícil para ella. Y no puede disimular la bronca. Pero una escena captura la emoción como una esencia fundamental de ese grupo.
Allá, en el arco que da al alma del Parque Olímpico, la arquera Antoniska llora sin consuelo. De rodillas y sola en la más inmensa de las soledades. Alguna, ya no importa quién, gira la cabeza y la ve. Y sale corriendo a buscarla y a bancarla. Y atrás va otra. Y otra. Y otra más. Entonces el seleccionado argentino de hockey convertido definitivamente en las Leonas, se hace más equipo cuando se forma el racimo humano. El público -australiano en su mayoría- no sabe hacia dónde mirar. Grita por sus Hockeyroos, las flamantes campeonas olímpicas, pero no puede dejar de pasar por alto las imágenes del adversario cargadas de un potente simbolismo. Allí se produce el quiebre. Y la fiesta es argentina.
Hasta que llega el otro momento. El del podio, el que se ganaron. Una a una es nombrada. Y una a una recibe su medalla aquel 29 de septiembre de 2000. Entonces los pechos se hinchan y están a punto de reventar por un orgullo inmenso. Recuerdan las mañanas heladas de los entrenamientos del profe Luis Barrionuevo, los masajes y los cuidados de Sergio Lemos y el doctor Francisco D’Angelo, la organización de la jefa de equipo Claudia Médici, las charlas eternas con la psicóloga Nelly Giscafré y la sabiduría de Sergio Vigil y Gabriel Minadeo para plantear de la mejor manera cada partido.
Allá van Mariela Antoniska y Paola Vukojicic, Cecilia Rognoni y Magdalena Aicega, María Paz Ferrari e Inés Arrondo, Jorgelina Rimoldi y Anabel Gambero, Ayelén Stepnik y Luciana Aymar, Karina Masotta y Vanina Oneto, María de la Paz Hernández y Mercedes Margalot, Laura Maiztegui y Soledad García. Allá van las Leonas fundacionales. Las que empezaron a hacer historia hace 25 años. Las que pusieron la semilla del mejor equipo femenino argentino de todos los tiempos. Las que se subieron al primero de seis podios olímpicos. Pero, sobre todo, las que les marcaron un camino a las que vinieron después. Y eso importa más, mucho más, que la gloria de Sidney.
Fuente: Ryan, M..A 25 años de la histórica medalla olímpica del hockey femenino: nacieron en Sidney 2000 y son Las Leonas para toda la vida, Clarìn 29 de Septiembre de 2025
viernes, 12 de septiembre de 2025
Dìa del Bibliotecario: la Bibloteca Un refugio humano en la era del ruido
El Día del Bibliotecario celebra un acto revolucionario tejido con paciencia que hoy, frente a la intoxicación masiva y el odio algorítmico, cobra renovada actualidad. Libros, memoria y conocimiento.
Cada 13 de septiembre, al conmemorarse el Día del Bibliotecario en Argentina, se activa una memoria poderosa y serena. No es solo el reconocimiento a una profesión, sino la celebración de un acto revolucionario tejido con paciencia. Ese día, en 1810, en el fragor de la gesta independentista, la Primera Junta de Gobierno creó la Biblioteca Pública de Buenos Aires. En medio de la incertidumbre, los revolucionarios entendieron que la verdadera batalla no se libraba solo en los campos de combate, sino en el terreno, más resbaladizo y decisivo, de las ideas y el tiempo necesario para cultivarlas.
Mariano Moreno, el secretario de Gobierno, fue el arquitecto de esta visión. Para él, la libertad era inseparable del acceso al conocimiento. La creación de la biblioteca, junto a la Gazeta de Buenos Ayres y la traducción de El contrato social de Rousseau, no eran meros caprichos culturales; eran los pilares de un nuevo orden en el que el conocimiento tenía un lugar central. Eran «signos de ilustración y un medio seguro para la conservación y el fomento de las ciencias y las artes». Moreno, designado protector de la nueva institución, veía en los libros un arsenal más poderoso que cualquier cañón. En La Gazeta del 13 de septiembre, argumentaba: «La Junta (…) llamará en su socorro a los hombres sabios y patriotas, que reglando un nuevo establecimiento de estudios, adecuado a nuestras circunstancias, formen el plantel que produzca algún día hombres que sean el honor y gloria de su patria». La biblioteca era ese plantel, el crisol donde se forjaría, con la lentitud necesaria, el ciudadano de la república por nacer.
Este acto fundacional adquiere su dimensión épica cuando se lo contrasta con otros momentos del pasado. La historia humana es también la historia de una lucha feroz por la memoria. La biblioteca de Alejandría, faro del conocimiento antiguo, sucumbió al fuego, un recordatorio eterno de que la barbarie siempre ve en el libro acumulado a su enemigo. Los autos de fe de la Inquisición, las piras nazis con obras «degeneradas» donde las llamas consumieron a Thomas Mann, Sigmund Freud y Stefan Zweig, los bombardeos sobre la Biblioteca Nacional de Sarajevo en 1992: son episodios de una misma pulsión, la de silenciar las voces discordantes, homogenizar el pensamiento y enterrar la evidencia de que otros mundos son posibles. Por contraste, la decisión de Moreno es su antítesis radical: en lugar de quemar libros, fundar una biblioteca. En lugar de restringir, abrir. En lugar de embrutecer, educar.
Esta pulsión destructiva tuvo un capítulo trágico y cercano en nuestra historia. Durante la última dictadura militar, el terror se ejerció también sobre las bibliotecas privadas. Familias enteras, ante el horror de los allanamientos, optaron por enterrar sus colecciones de libros en patios y jardines, escondiendo bajo tierra lo que consideraban más preciado: el pensamiento crítico, la literatura prohibida, las ideas peligrosas. Esas bibliotecas sepultadas eran un acto de resistencia silenciosa, un testimonio concreto de que cuando el pensamiento es perseguido, se vuelve subterráneo, pero no muere. Espera, entre la tierra húmeda, el momento de ser desenterrado, de volver a la luz. Esta imagen potentísima habla del libro como objeto subversivo, tan peligroso que debe ser literalmente enterrado para protegerlo, y tan valioso que merece ser desenterrado para construir futuro.
Papel y tinta
Hoy, ese legado se defiende en un nuevo frente. Las redes sociales, aquellas que prometían ser el ágora global democratizada, se han convertido con frecuencia en el escenario de un nuevo tipo de embate: la intoxicación masiva, el odio algorítmico, la posverdad y el deliberado embrutecimiento colectivo. Es la tiranía del tiempo acelerado y la indignación efímera. Frente a este ruido, las bibliotecas públicas ofrecen un refugio a escala humana y un punto de encuentro. Es el espacio donde el acto de lectura –físico, táctil, profundo– devuelve la escala humana al conocimiento. Pasar las páginas de un libro, subrayar una frase, perderse en una digresión: son ritmos anticuados que constituyen, precisamente, la cura para la velocidad enfermiza. Por más valiosos que sean los recursos digitales –y sin dudas lo son–, nada reemplaza el contacto sensorial con el libro, ese objeto que es vehículo de ideas y testigo físico del tiempo que dedicamos a entenderlas. La materialidad del libro, su peso, su olor a papel y tinta, anclan la experiencia del conocimiento en un ritual pausado que contrarresta la fugacidad de la pantalla.
Moreno, en su texto «Sobre la libertad de escribir», parece haber intuido el peligro de nuestro tiempo: «Si se oponen restricciones al discurso, vegetará el espíritu como la materia; el error, la mentira, la preocupación, el fanatismo y el embrutecimiento harán la divisa de los pueblos, y causarán para siempre su abatimiento, su ruina y su miseria». Las restricciones hoy no son solo decretos, sino la saturación de basura informativa que paraliza el juicio crítico.
Las bibliotecas, por lo tanto, son mucho más que un depósito de libros. Son un acto de resistencia tranquila. Son la herencia viva de Moreno, de los bibliotecarios que custodiaron saberes bajo dictaduras, de las familias que enterraron sus tesoros por miedo y por amor. Son el espacio que preserva la diversidad del pensamiento, que ofrece las herramientas para descifrar el mundo y que, en comunidad, custodia el ritmo pausado y esencial de aprender. Honrar su legado, hoy, es defender estos santuarios de luz y de tiempo contra la oscuridad que avanza, disfrazada de like, de fake news y de odio gratuito. Es entender, como ellos, que sin ilustración no hay libertad, que sin tiempo humano no hay comprensión, y que, sin ambas, no hay patria posible. En un mundo que privilegia la inmediatez y el volumen sobre la profundidad y la reflexión, las bibliotecas permanecen como faros de cordura, recordándonos que algunas verdades solo se descubren en silencio, página a página, recuperando el tiempo robado y devolviéndolo a su escala humana.
Fuente: Lorenz. F. Revista Acciòn , 10 de Septiembre de 2025
lunes, 8 de septiembre de 2025
Como abogado durante la dictadura Alfonsín dignificò la profesión cuya único y obstinado objetivo fue siempre encontrar justicia
En el Día del Abogado, las figuras de Raúl Alfonsín, Genaro Carrio, Augusto Conte, Emilio Mignone y otros profesionales del derecho adquieren relevancia. Como cada 29 de agosto se celebra el Día del abogado. En esos letrados, podría decirse, se corporiza la búsqueda de la justicia.
En el caso del fallecido líder del radicalismo ejerció en toda su dimensión su condición de abogado para reclamar por quienes en la última dictadura militar eran “detenidas por grupos armados que prima facie actuaban con ejercicio de autoridad” y convertían a aquellas personas a las que raptaban de sus casas o en cualquier otra circunstancia en la tétrica y fantasmal figura de ‘desaparecido’.
Alfonsín peregrinaba sin desmayo por los ámbitos de la Justicia y entre tantos papeles que llevaba estaba la lista de los familiares de esas personas que había sido secuestrada y cuyo paradero se desconocía. “Los recursos de hábeas corpus oportunamente interpuestos a favor de esas personas no han dado resultado alguno. Los órganos del poder público a los cuales se han requerido los informes de ley han contestado en todos los casos que esas personas no están registradas como detenidas”.
Alfonsín no vacilaba y ponía el cuerpo en ese derrotero en procura de establecer en qué lugar se hallaban quienes habían sido secuestrados y estampaba su firma en cada una de los hábeas corpus en los que figuraban los nombres y apellidos de esas personas que la dictadura había bautizado como ‘desaparecido’. El entonces líder radical no reparaba en si este o aquel era radical o no. Sólo le bastaba saber que había sido cercenada su libertad y emprendía con enjundia ese peregrinar por dependencias policiales y judiciales.
“Como Anexo I de este escrito acompañamos una nómina de los desaparecidos en cuyo directo interés actuamos con la indicación de la fecha de su desaparición y de los trámites judiciales realizados en relación con cada uno de ellos”, rezaba uno de los tantos escritos que Alfonsín presentó, en este caso acompañado por otros letrados. Y completaba: “Como Anexo II acompañamos una nómina de otras personas desaparecidas en circunstancias semejantes. Son cuatrocientos trece casos con correspondientes datos”, reflejaban los escritos.
Con el retorno al imperio de la democracia liderada por Alfonsín en 1983 pudo conocerse la verdad y hubo justicia. Los responsables de atroces violaciones a los derechos humanos que se habían cometido durante la dictadura debieron enfrentar el llamado ‘Juicio a las Juntas’ en el que fueron condenados. Pero Alfonsín ya hacía tiempo que como abogado había cargado sobre sus hombros una lucha que dignificaba la profesión del abogado cuya único y obstinado objetivo es siempre encontrar Justicia.
Fuente: r
Leandro Pablo Vivo. "Los abogados que enfrentaron a la Dictadura", Nuevos Papeles, 30 de agosto de 2025.
domingo, 7 de septiembre de 2025
Para Sarmiento “La escuela pública es parte del orgullo nacional, un espacio que garantiza derechos y distribuye la riqueza simbólica de nuestro país ( Dra. María Luz Ayuso, 2024)
María Luz Ayuso, maestra, licenciada en educación y doctora por la Universidad de Buenos Aires. Es docente de Historia General de la Educación en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, e investigadora del Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educación de la misma facultad, dio su punto de vista sobre Sarmiento y su rol en la educación,
El padre del aula
“Sarmiento fue el principal impulsor de una educación para todos y todas, en una sociedad que estaba en profunda transformación. A través de la educación se propiciaba la igualdad social, y se ocupaba de formar al ciudadano para la nación que se estaba formando”, comentò Ayuso.
“Uno de los elementos discursivos en educación más atacado es el sujeto en el cual pensaba, un sujeto ideal que se alejaba en mucho al sujeto real de nuestro territorio en esa época”.
Sarmiento tenía ideas muy progresistas para su tiempo, y otras diametralmente opuestas. La educación debía ser para todos , igualaba de forma completa a mujeres y hombres, algo polémico para la época. Pero a la vez, dejaba fuera a los indígenas, a quienes no consideraba siquiera dignos de ser educados.
Cuando Sarmiento se exilia en Chile, por su oposición al régimen de Rosas, de allí lo envían a Estados Unidos a estudiar el sistema educativo de esa nación en ciernes. También viajó por diversos países de Europa. Esa experiencia Sarmiento la vuelca en sus diversos libros, pero principalmente en “Viajes por Europa, África, y América” y en “De la educación popular”, ambos de 1849.
“En su libro Educación popular presenta distintos aspectos del amplio programa de educación que estaba imaginando a través de una educación popular que sería obligatoria, gratuita y sin religión para todos los niños y niñas entre seis y catorce años”, explicó Ayuso.
La educación, antes de las iniciativas de Sarmiento, era para las élites. Con mucha presencia de la iglesia, y generalmente con la ausencia de la mujer. Lo principal, entonces, del legado de Sarmiento, fue el generar una educación normalizada y común para todas
Durante su presidencia construyó más de 800 escuelas, y la cantidad de alumnos pasó de 30 mil a 100 mil, en un país de 2 millones de habitantes.
“Esa escuela común fue toda una batalla cultural que generaría profundos cambios políticos y sociales", subrayò la experta. "Fue el primer momento de gran expansión del sistema educativo argentino junto con la creación y expansión de un sistema de formación de maestras y maestros a través de las Escuelas Normales a cargo del Estado Nacional y distribuidas por todo el país”.
“Cuando Sarmiento estuvo en EEUU conoció a Horace Mann. Él lo ayudaría a llevar adelante su proyecto de implantación y expansión de escuelas normales a través de la llegada de varias maestras y maestros norteamericanos a nuestro territorio. Sarmiento imaginaba que ese contingente de maestras y maestros podía ser difusor de esa de la escuela normal en nuestro territorio y así lo fue”,
“La presencia de las mujeres en la educación es un tema interesante para pensar su lugar en la sociedad de la época. Si bien la presencia de las maestras en las escuelas tiene beneficios económicos, entre los argumentos se entendía que eran más baratas para contratar, también es un acto revolucionario“, sostuvo la historiadora.
“Se estaba pensando en la continuidad que tenían las mujeres en el cuidado de los niños respecto a la crianza, pero al mismo tiempo se está sacando a la mujer de ese espacio donde estaba confinada, que era el espacio doméstico, para ubicarlas en el espacio público, que solía ser exclusivamente para los varones”.
“En esa batalla cultural que realiza la escuela pública argentina, las maestras y maestros ocuparon un lugar fundamental como sujetos difusores de cultura. En los primeros años de formación del sistema, las escuelas normales y los colegios nacionales son para muchos pueblos y ciudades centros culturales con una importante función social”, contó Ayuso.
“El proyecto de la escuela moderna acompaña el proceso de integración social que tenía Sarmiento, en particular, vinculado a los saberes que distribuirían a toda la población: un idioma común, leer, escribir, contar", dijo la historiadora. "También un relato del pasado que dijese “esta es la historia de la nación”, el conocimiento del territorio a través de la geografía, una moral cívica que dejara atrás la moral religiosa del pasado colonial, y también borrando cualquier otra marca cultural”.
“La escuela pública es parte del orgullo nacional, un espacio que garantiza derechos y distribuye la riqueza simbólica de nuestro país, por eso las educadoras y educadores la defendemos, porque donde está la escuela está la patria”, concluyó Ayuso.
Fuente Ayuso, M. L ( 2024) ¿Què Significò Sarmiento para la educaciòn Argentina?, UBA Ciencia, Universidad de Buenos Aires.
lunes, 1 de septiembre de 2025
150 años del "nacimiento" del Polo en Argentina
Hace 150 años, don David Shennan personificaba maravillosamente al animador ferviente e incansable, al hombre que todo lo logra porque pone corazón y entusiasmo, al luchador que convence y arrastra a los amigos en la prosecución de un ideal. Por esos motivos y los que comentamos en los próximos párrafos, le corresponde el calificativo de pionero del polo en la Argentina.
Fue en la estancia Negrette, que Shennan poseía en Ranchos (actualmente General Paz) en la provincia de Buenos Aires, donde se efectuaron los primeros partidos de polo registrados por las crónicas periodísticas; es decir, los primeros encuentros que por su importancia o trascendencia merecieron ser comentados por la prensa, ya que se cree que desde hacía un tiempo se jugaba “polo” en Buenos Aires, en unos terrenos situados en Caballito, aledaños al actual club Ferro Carril Oeste.
Los partidos de Negrette son el punto de partida de la historia del polo argentino: tal exteriorización se dio en una serie de encuentros, el primero de los cuales se jugó el 30 de agosto de 1875 en esa hermosa estancia, a raíz de una invitación hecha a un pequeño núcleo de “jugadores” de la Capital Federal.
Protagonizaron este acontecimiento deportivo, dos equipos denominados Ciudad y Campo, donde los polistas de éste último hicieron tres goles en un pequeño lapso de tiempo. Algunos de los hombres de Ciudad no conocían el juego, lo que implica la desigualdad del encuentro. Shennan y su connacional R. King jugaron brillantemente, bien apoyados por sus compañeros. Como todavía no se había tenido en cuenta la implantación de handicaps, los de Ciudad, por sus menores conocimientos, jugaron con un hombre de más.
De esta manera, podemos certificar que el 30 de Agosto de 2025, se cumplieron . 150 años del nacimiento del Mejor Polo del Mundo.
Fuente: Asociaciòn Argentina de Polo
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