viernes, 27 de diciembre de 2019

Iom ha Shoá : Si hasta ahora, alguien dudó de hasta qué punto puede un hombre hacer a su prójimo, a qué grado de bajeza e instinto animal puede llegar un hombre, vinieron los sobrevivientes y lo testimoniaron ( Aaron Appelfeld, sobreviviente y escritor)

Luego de la muerte de los últimos testigos, no debemos dejar el recuerdo de la Shoá en manos de los historiadores solamente. Ahora llegó la hora de la creatividad artística. Pasaron sesenta años desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial y me parece que estamos entrando a una nueva etapa respecto de nuestra relación con la Shoá.

Me resulta difícil, por ahora, definir exactamente cuál es el cambio.
Probablemente, esto ocurra porque los sobrevivientes que vivieron esos acontecimientos están desapareciendo lentamente. Los sobrevivientes fueron el terror de todos los que escribieron sobre Shoá; y no hay diferencia si el que escribe es un periodista, un cronista, un historiador o un escritor. 

Los que se salvaron controlaban que los acontecimientos relatados sean correctos, que los nombres de las personas y los lugares no fueran omitidos, que los detalles no fueran cambiados. Los sobrevivientes no permitían pasar ningún dato por alto.

Varias veces recibí su enojo porque no especifiqué los detalles o escribí lo ocurrido durante la Shoá o después de ella; de forma tal que merecí la crítica de las víctimas. La memoria cronológica era
aprovechada como un ancla a la que se agarraban con todas sus fuerzas.
El recuerdo y el perpetuarlo fueron la fuerza y el motor de los sobrevivientes. El juramento de contar hasta el final, no dejar un rincón abandonado, rodear el miedo desde todos los lugares- este
juramento que juró cada sobreviviente le dio fuerza para hacerlo. Un libro de memorias tras otro, un Diario tras otro, fueron editados de a cientos y aún esta labor continúa. Mientras aquellos que se salvaron seguían viviendo entre nosotros, parecía que el dolor de la Shoá iba a hacer temblar hasta el final de los días. El historiador escribirá y los sobrevivientes serán como una individualización de la Shoá. El recuerdo no quedará en el campo de lo abstracto. Ahora estamos cerca del final de esa época en la cual la Shoá deberá mantenerse sin aquellos que se salvaron, sin la fuerza del recuerdo cotidiano.
Mientras estaban entre nosotros, la Shoá tenía una presencia concreta, la Shoá tenía un nombre particular, un apellido, ciudad, pueblo y aldea. El sobreviviente contó o evitó hacerlo. Su presencia, su andar y su silencio fueron testigos. La presencia permanente de los sobrevivientes entre nosotros extrajo a la Shoá de la zona de lo increíble hacia la luz y el conocimiento. Si hasta ahora, alguien dudó de hasta qué punto puede un hombre hacer a su prójimo, a qué grado de
bajeza e instinto animal puede llegar un hombre, pues entonces vinieron los sobrevivientes y te lo contaron.

Ellos fueron el ghetto de Varsovia, el ghetto de Vilna, los Campos de concentración y los Campos de liberación. Ellos no estuvieron en las calles predicando ética. Al contrario, su silencio fue mayor que sus palabras. Ahora los sobrevivientes se están yendo de este mundo y se siente un temblor: cómo se manejará el recuerdo de la Shoá sin ellos.
En otras palabras, cómo se protegerá la individualidad y la intimidad que los sobrevivientes le impusieron a esta tremenda prueba. No olvidemos: cada libro de Memorias o libro histórico que fue editado, fue siempre acompañado por los sobrevivientes. Los escritos y los testigos estaban entrelazados entre sí.


Los sobrevivientes de la Shoá se ocuparon mucho de testimoniar oralmente y por escrito el terror. Zajor, recordá, escribieron en cada abertura, en cada puerta. Su consagración y la síntesis de sus vidas
no deben transformarse en un archivo cerrado. Es indispensable un debate sobre una nueva pregunta.



Recuerdo sin sobrevivientes por Aarón Appelfeld , Bama

Ricardo Dudda, Letras Libres, 4 enero 2018



1) Aharon Appelfeld (1932-2018) , nacido 1932 en Chernovitz, en la región
de Bucovina, un territorio entre Ucrania y Rumanía , narró en más de
cuarenta libros sobre su infancia durante el Holocausto y la historia
de los judíos europeos. Crítico con el sentimentalismo, fue un
defensor de la ficción y de la ingenuidad y la bondad en el arte.

La generación de Appelfeld no habló del Holocausto. Hubo hijos que no
supieron lo que sufrieron sus padres. Appelfeld se vio tentado de
hacer lo mismo. ¿Qué “hechos” iba a contar de la guerra si cuando
comenzó solo tenía siete años? La ficción le ayudó a contar. “La
guerra está sepultada en mi cuerpo, pero no en mi memoria. No invento,
sino que elevo de las profundidades de mi cuerpo sensaciones y
pensamientos que fui absorbiendo durante mi ceguera.” Appelfeld
defiende la ficción para narrar el Holocausto, pero también para
salvar al individuo de los procesos históricos: “El arte cuestiona
constantemente el proceso por el cual un individuo se reduce al
anonimato.” La ficción es también una manera de enfrentarse a la
memoria.



https://www.letraslibres.com/espana-mexico/revista/en-busca-aharon-appelfeld

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