El periodismo -me decía años atrás un viejo profesor- suele enterarse apenas del diez por ciento de las pujas y de los negocios del poder". Y de ese diez por ciento, añadía el profesor, el periodista puede publicar sólo la mitad. Los porcentajes, caprichosos, claro, aumentaron en los últimos años beneficiados por el anonimato de las redes sociales. Y suben fuerte cuando, en plena batalla por el queso, los protagonistas usan a la prensa para extorsionar. Los medios son útiles para blanquear lo que puede obtenerse de modo clandestino. Y también para que el perdedor de la batalla denuncie lo que antes había callado, acaso porque también él recurría a trampas similares. "Creemos estar informados de todo -me decía aquel viejo profesor-, pero no estamos enterados de nada". La mayoría de las veces, la bomba no alcanza siquiera para iniciar una causa legal. Pero provoca ruido y humo. El ruido dificulta la escucha. El humo dificulta ver. Ideal para los profesionales de la distracción. Para el discurso de la trasparencia sin sentido. Creer que todo lo visible es verdad. Lo que nos dejan ver, claro.
La actual batalla por el control del fútbol argentino incluye también al poder político, económico y mediático. Carlos Menem privatizó hasta el aire en los años '90, pero no pudo con el fútbol. Marcelo Tinelli era el rey del micrófono, pero se quedó mudo después del 38-38. Ahora es Mauricio Macri, ya no como presidente de Boca, sino como presidente del país, el que confronta con la corporación del fútbol. Unos podrán hablar de trasparentar un ambiente corrupto. Otros de defender una centenaria cultura democrática que, supuestamente, es clave porque mantiene a los clubes en manos de los socios. Más allá de los bien intencionados, la puja, muchas veces, termina convirtiéndose en una batalla que, simplemente, busca cuidar un viejo negocio. O imponer uno nuevo.
"¿Qué es una fuente? ¿Es una cacerola?", se preguntó años atrás en un programa de TV Julio Grondona, furioso porque el periodista se negaba a citar a la "fuente anónima" que le había dado la supuesta información. Las fuentes, está claro, no tienen por qué ser inocentes. Suelen perseguir un interés. Eso sí, las fuentes siempre son oportunas. Entregan escuchas telefónicas sólo cuando a ellas les interesa, aunque tengan dos años de antiguedad. Acaso por eso aparecieron recién ahora las escuchas difundidas el lunes por TyC Sports y repetidas hasta el hartazgo por otros medios, especialmente por los que tienen intereses comprometidos en la batalla. El principal perjudicado por esta nueva bomba es Fernando Mitjans, el presidente del Tribunal de Disciplina que entró en la AFA en 1995 de la mano de Mauricio Macri (entonces en Boca) y que en los últimos meses había emitido dictámenes lapidarios contra el Comité de Regularización liderado por Armando Pérez.
Hasta la FIFA, que lo cuenta como vicepresidente de su Comisión de Apelaciones, rol clave para dictámenes de peso en el fútbol internacional, destacó siempre su conocimiento del fútbol y de sus reglamentos. Pero las grabaciones exponen a Mitjans poco menos que con la camiseta de Boca puesta. También luce sumiso Luis Segura, ex presidente de la AFA. Distinto al Grondona, en viejas grabaciones, aparece en cambio honrando el apodo de "Don Julio". Años atrás, un dirigente hoy de peso, convencido del poder de su club, lo fue a ver apenas asumido para imponerle el pliego de condiciones: un hombre en el Tribunal de Disciplina, otro en el Colegio de Árbitros, fixture sin clásicos en las primeras fechas y lista anticipada de jugadores de su club convocados a selecciones juveniles. Grondona sólo habló cuando el dirigente ya cerraba la puerta. "!Mirá que hasta River descendió eh!". Horas después, el dirigente también fue a besarle el anillo. Los tiempos cambiaron. El poder ahora, como lo desnudan las grabaciones, lleva el nombre de Daniel Angelici. El presidente de Boca apenas pide, habla poco. No sorprenden tanto sus demandas y por eso acaso el silencio de muchos otros dirigentes. Sí sorprende en cambio la sobreactuación de sus interlocutores.
Lejos de disculparse, más lejos aún de temer alguna sanción, Angelici justificó ayer su actuación. Son años de Donald Trump. Del poder que se ostenta. Lo políticamente correcto ya no importa. Boca, se quejaba ayer Raúl Gámez, presidente de Vélez, no sólo forzó un partido que no debía jugarse (por el cupo a la Libertadores), sino también "te elige el árbitro y después te pide que no se equivoque". Apuntado ayer por medios que hasta meses atrás censuraban informes del libro "El Tano", que desnuda su poder, Angelici confía en que, esta nueva mancha, una más, no afecte el control que se le asigna en la futura Superliga, según el nuevo reparto del poder que se planea en la AFA. Son negociaciones que, desde hace ya un tiempo, no siempre van en línea con los deseos del poder político, por más afinidades que existan. Porque por un lado está los poderes políticos, económicos y mediáticos. Y, por otro, eterno, también está el poder que da la pelota.
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