En
Mayo de 1928 Marcelo T. de Alvear,
abrió por última vez como presidente argentino las
sesiones ordinarias del Congreso Nacional. Si bien decidió dejar de lado el
balance de sus años de gestión, enfatizó la importancia del sufragio universal, el voto secreto que había
sido puesto en marcha en 1916 al ser electo Hipólito Irigoyen, su antecesor “Las
costumbres políticas han abandonado los viejos
métodos de selección forzada,
aunque cuidadosa, de los hombres, y han asegurado el predominio veraz y
definitivo, de los valores representativos
de la democracia”.
El
traspaso de la banda presidencial de un presidente democrático a otro del mismo
carácter por segunda vez consecutiva ,
se daría en Octubre de ese año cuando el mismo Alvear coronó a Hipólito
Irigoyen, hecho que durante el siglo XX solo se repitió en Argentina en 1994
cuando Carlos Menem asumiera la primera magistratura luego de su re elección.
Alvear
criticaba a los detractores de esta forma de gobierno:” Este fenómeno podrá desalentar a quienes nunca creyeron en la bondad o en la utilidad práctica de nuestro régimen
constitucional, y también a quienes se proclaman desencantados del mismo sin haberlo vivido y practicado. Dentro
y fuera del país hay mucha gente en ese estado de ánimo”.
El
mandatario fustigaba a la vez a aquellas personas que además nada aportaban
para el mejoramiento del sistema, “no han
hecho nada por enaltecerlo, propiciando, con el ejemplo y la acción, su aplicación, su depuración “.
De
todas maneras, las actitudes antes mencionadas fortalecían su pensamiento en
defensa de la democracia, reconforta el “espíritu
de quienes hemos tenido fe en la inspiración de los forjadores
de nuestra nacionalidad y de sus instituciones”.“Esa conclusión tranquilizará nuestra
conciencia y embellecerá el recuerdo de
las luchas que libramos para que el país entrase en la senda de esas instituciones y por ella hiciera su progreso, venciendo todos los inconvenientes que
pudiera tener el sistema elegido
En
el mismo discurso Alvear reconocía lo perfectible de la democracia, sin embargo
estaba convencido que:” No hay otro medio
de estimular la evolución política y
de lograr que el pueblo corrija sus errores
de concepto y mejore sus procedimientos de selección”.
Asimismo destacaba
un principio fundamental que los
gobernantes debían acatar “el
respeto y la garantía de los pronunciamientos de la opinión. Sean cuales fueren
sus resultados”.
Por
último, recordó un pensamiento suyo de 1926: «si el patriotismo nos exige empeñarnos para
que ningún retroceso se cumpla en el
progreso de la Nación, no hay más que un camino legítimo a seguir:
contribuir a la mayor ilustración de
nuestras masas y al desarrollo de su conciencia moral». Ideas que si
las tuviéramos que traducir a nuestros días implican: invertir en educación y
defender tanto la escuela como la
universidad pública gratuita.
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