sábado, 17 de noviembre de 2018

Ana Frank es una maestra de vida, sostiene en el diario su condición de persona en un proceso de deshumanización, además de un gesto de belleza sobre la violencia de un mundo atroz, es la posibilidad de crear ante la muerte, y tal vez también un mensaje de esperanza

El Diario de Ana Frank frente a la rememoración como forma de memoria ,es la evocación de una escritura de resistencia, una ética a través de la palabra, como también es un gesto de belleza sobre la violencia de un mundo atroz, es la posibilidad de crear ante la muerte, tal vez también un mensaje de esperanza, y si bien, no lo podemos saber con certeza, ni tampoco saber si está o está mal, fue con seguridad un acto de resistencia donde no hay inocencia, aquí se unen la resistencia , la belleza y la infancia, reflexiona Emanuel Taub en “De Ana Frank a nuestros días”.

En otro pensamiento, elevando el diario y a Ana y su legado como testimonios de aprendizaje trascendiendo a la muerte que el nazismo impuso sobre ella y el mundo, el educador español Francisco Dominguez, escribe Las tres grandes enseñanzas que me dejó el Diario de Ana Frank. En primer lugar, manifiesta"Ana Frank es una maestra de vida, es la muestra de que el verdadero encierro está en nuestra mente, que jamás valoramos la oportunidad de ver el cielo azul y el respirar aire fresco hasta que ya no la tenemos, que la felicidad está más cerca de lo que nos imaginamos.

Luego resalta la importancia de tener presente a Ana Frank y a su libro a lo largo de la vida, “El Diario de Ana Frank es de esos libros que pueden ser leídos en distintas etapas de nuestra vida y siempre le encontraríamos una enseñanza acorde a las circunstancias que estemos pasando.

El mismo autor, enfatiza lo significativo del diario y de su hacedora:” Las palabras de Ana Frank volcadas en su diario transmiten los sentimientos, anhelos, sueños, temores, valores e ideales de una adolescente en un contexto de persecución, odio, guerra y encierro. Su diario íntimo brinda testimonio del Holocausto y a la vez puede ser pensado como un acto de resistencia junto con otras acciones como: continuar estudiando; conservar esperanzas, proyectos; enamorarse; todo ello implica sostener su condición de persona en un proceso de deshumanización, más aun Ana Frank da testimonio en su diario de la persecución y atrocidades del régimen nazi y se convierte en el símbolo del Holocausto. Se constituye en una advertencia contra el fanatismo y las creencias equivocadas que conducen a la irracionalidad.

Por último la educadora Patricia Daez se refiere a la casa de Ana Frank como museo, es posible unir el espacio recordatorio también a Ana y a su diario cuya misión está en la difusión del el mensaje de resistencia, en coincidencia con Taub citado líneas arriba y a su vez de esperanza y fortaleza enfrentando al prejuicio y buscando desterrar la discriminación en nuestros días.

En síntesis, el diario de Ana Frankl tomando las palabras de Daez:” promueve el mensaje universal humanista de educar para la equidad de derechos y desarrollar en los jóvenes y sus comunidades, actitudes de compromiso social, respeto y responsabilidad sobre otros.



Ana Frank, valores, sueños e ideales que perduran, La Plata, 12 de junio de 2017
http://servicios.abc.gov.ar/lainstitucion/organismos/direccionprovincialplaneamiento/anafrank/ana_frank.pdf

Daiez, Patricia Metáfora y metonimia en la Casa de Ana Frank1 -Argentina Patricia Daiez
http://conti.derhuman.jus.gov.ar/2012/10/6_seminario/mesa_39/daiez_mesa_39.pdf

Dominuz Francisco.“ Las tres grandes enseñanzas que me dejó el Diario de Ana Frank”, 11 de Febrero de 2015 
http://educacion-internacional.blogspot.com/2015/02/las-tres-grandes-ensenanzas-que-me-dejo.html

Taub, Emanuel .La escritura como resistencia: reflexiones sobre el Diario de Ana Frank De Ana Frank a nuestros días: textos y proyectos que construyen convivencia, EUDEBA, Ciudad de Buenos Aires ; 2013; p. 364 - 368

En 35 años de democracia , existe una democracia consolidada a veces más aparente que real, pero nunca desmentido por una proclama o un Estatuto revolucionario


La democracia de 1983 fue de una índole completamente distinta, quizá por el recuerdo cercano de la dictadura militar y sus horrores. El preámbulo de la Constitución, que la acunó, la colocó en la senda del Estado de derecho. Por primera vez se afirmó la institucionalidad republicana, sobre la que se construyó una democracia de ciudadanos, partidos, sufragio competitivo, representación y debate argumentado. La doctrina de los derechos humanos le dio un fundamento ético y el juicio a la Junta fue una suerte de Pacto de la Alianza democrático.
A la vez, la democracia se nos presentó como la panacea, con la que se comía, se curaba y se aprendía. ¿Habría podido consolidarse esta propuesta fundacional sin esa dosis de ilusión, de potencia? No lo creo. Solo que, como ocurre habitualmente, la dura realidad no se modifica solo con democracia. La vieja Argentina seguía en pie, y a medida que comenzaba a manifestarse, se desgastaba la ilusión, principal sostén de un gobierno  lanzado a una aventura casi imposible.
Treinta y cinco años después, ¿que queda de aquella democracia?  Medida con la vara de 1983, hoy todo es decepcionante. Después de diez años de Menem y doce años de los Kirchner, separados por una crisis abismal, nuestro balance es decepcionante. Los gobiernos evolucionaron hacia el decisionismo, que fue derrumbando la institucionalidad republicana. Partidos organizados desde el gobierno invirtieron la lógica democrática y transformaron las elecciones en procesos de producción estatal del sufragio.
El pluralismo, dejó lugar al unanimismo faccioso, alentado desde el Estado pero resistido por una buena parte de la sociedad. Los derechos humanos -maravillosa creación de nuestra sociedad- se convirtieron en una herramienta más de la política facciosa. Todo eso sucedió en un proceso de deterioro estatal, gestión calamitosa y una corrupción que superó todo lo imaginable.
 Cuál es el balance de quienes, munidos con las herramientas del saber histórico, pueden ver un poco más allá de sus experiencias personales 
Con una mirada distante y desapasionada, el balance de lo ocurrido entre 1916 y 2016 es mucho menos negativo. Atrás quedaron los ensayos juveniles de la democracia, y también el largo ciclo de golpes militares, que reiteradamente interrumpieron procesos con los que la democracia pudo haber sido, quizás. La virulencia de los factores desestabilizadores se ha atemperado. En estos treinta y cinco años años las instituciones democráticas han debido arreglárselas solas, y hasta han explorado la vía del "golpe blando", ciertamente nefasta pero de consecuencias menos dramáticas que el golpe militar.
Luego de tres décadas y media, y pese a los desaguisados que tan frescos tenemos, existe hoy una base para la democracia mucho más consolidada que en 1983. Esto es así sin épica, solo por la habituación al sufragio bianual y a un funcionamiento institucional normal, a veces más aparente que real, pero nunca desmentido por una proclama o un Estatuto revolucionario. Y más allá de los discursos facciosos con que algunos los envuelven, los verdaderos  derechos humanos están celosamente custodiados por una opinión pública atenta y sensible.
Hay grandes defectos, pero al menos hay acuerdo en una agenda de reformas, políticas e institucionales. Hay mucho que hacer con el sufragio, con los partidos y con su financiamiento; se hará cuando haya una mayoría -quizás ocasional- a la que estas reformas le convengan, como ha ocurrido siempre. También está en agenda la transparencia institucional, los controles del poder y la posible corrupción, así como una reforma profunda de la justicia. Todo se hará, paso a paso, o a veces con un paso atrás y dos adelante.
No están allí las grandes dudas de nuestra democracia, mediocre pero sólida, sino en su capacidad de recuperar el Estado y reconstruir el instrumento capaz de traducir las iniciativas de los gobernantes en políticas eficaces y sostenidas.
Solo así podemos imaginar una solución -Dios sabe en que plazo- para el más importante problema de nuestra nuestra sociedad: cómo reducir el mundo de la pobreza. La democracia puede convivir con él un tiempo, pero no indefinidamente.

Por Luis Alberto Romero , Publicado en Los Andes el 4 de noviembre de 2018.