Apenas tres días después
salida de Fernado De las Rùa y cuatro
del día en que Domingo Cavallo pasara a ser un cadáver político publico (no así
en la actividad privada en donde diversos sectores lo siguen convocando como un
referente) dado que sus planes económicos trajeran aparejado una crisis que dejaría
a dos tercios de la población desocupada , los intelectuales intentaban encontrar una
explicación .
Se buscaba saber porque la palabra crisis ya no solamente
era recurrente, sino porque cada vez se
profundizaba, no solamente en lo social sino también en lo político donde el
hastìo había llevado a una explosión que hizo gritar al unísono "Que se vayan
todos".
Entre los intelectuales entrevistados , Juan Jose Sebrelli ligò
la crisis política a la econòmica :” ambas interactúan y se realimentan”,
subrayaba.
Hace 12 años se indagaba sobre el enigma de la Argentina, el “enigma de
nuestro fracaso”.Nos preguntamos cómo un país que hace un siglo tenía todas las
posibilidades para progresar ha llegado hoy a semejante decadencia.
Critico de la
Argentina tomando pautas históricas como socioculturales,
Sebrelli destestaba la utilización política del fútbol y la alienación que èste
provocaba. Autor de libros como Tercer mundo, mito burguès ;Los
deseos imaginarios del peronismo; el riesgo del pensar; Las señales de la
memoria;: La era del fútbol; las aventuras de la vanguardia y crítica
de las ideas políticas argentinas, entre otros ; proponía fundamentalmente un
cambio , reclamaba:”reducir el gasto
político —no el social—, regionalizando al país e instaurando un sistema de
recaudación eficiente. Sin estas reformas, el país sigue siendo inviable por
más que cambien las personas.
La nota completa publicada en Clarín se reproduce aquí:
El enigma de nuestro fracaso. En medio de la crisis más
honda que los argentinos hayamos conocido, nos preguntamos cómo un país que
hace un siglo tenía todas las posibilidades para progresar ha llegado hoy a
semejante decadencia. El ensayista Juan José Sebreli cree que hay que buscar
las razones en un ciclo económico que viró dramáticamente alrededor de 1930 y
en un diseño político con los vicios del movimientismo y sin las virtudes de la
estructura de partidos.
-Habrá razones para explicar por qué la Argentina vive desde hace tanto de crisis en
crisis?
El siglo XX es el siglo del fracaso argentino. El fracaso que estamos viviendo
no es ni del gobierno que acaba de irse, ni del anterior. Yo creo que se
remonta a los orígenes mismos de la Argentina como nación. Básicamente, se puede
hablar de un Estado argentino desde 1880, cuando se abre un ciclo
liberal-conservador: un régimen oligárquico, con una democracia restringida o limitada.
Ese modelo pronto enfrenta diversas crisis. ¿Son predominantemente políticas o
económicas?
-Toda crisis tiene dos aspectos: el político y el económico. La de hoy y la de
siempre. Los que pretenden decir que estamos ante una crisis política, nada
más, o meramente económica, se equivocan, ya que ambas interactúan y se
realimentan.
-Todo el mundo se pregunta hoy cómo puede ser que un país que tenía tantas
posibilidades hace un siglo viva hoy semejante crisis. ¿Qué cree usted?
Hay un enigma fundamental en la historia argentina, en esta evolución que
asombra al mundo entero, y es cómo es posible que uno de los países que al
comienzo del siglo XX formaba parte de los diez más ricos del mundo, de pronto,
a mediados del siglo XX, se derrumba. Y se derrumba en una caída sin fin, hasta
llegar en estos momentos tan abajo. Ese es un misterio que a todos los
economistas del mundo les parece un fenómeno increíble. Pero la historia de la Argentina es la de un
milagro al revés. Es el único país que se subdesarrolla, con todas sus
posibilidades.
-¿Cómo podría descifrarse ese enigma?
Ese enigma podría explicarse por otro enigma, desde el punto de vista
económico, que es cómo una sociedad pobre, como era hasta la década del 70 del
siglo diecinueve, de pronto, en ese boom del 80, asciende. Cómo viene ese gran
boom es también un enigma. Tanto el ascenso, como el descenso, fueron extraños.
Y, justamente, la decadencia, en el aspecto económico, no en el político, se
explica por el ascenso.
-¿Cómo es eso?
El ascenso viene de dos circunstancias del mercado internacional
extraordinariamente favorables. La primera fue el alza de los productos
agropecuarios y la baja de los industriales, que era ideal para un país
agroexportador. Esa fue la causa fundamental del boom: ciertas circunstancia
que las clases dominantes argentinas creyeron que eran eternas. No lo eran. Y
la segunda fue la disponibilidad de capitales excedentes, sobre todo ingleses,
que se invirtieron en Argentina y posibilitaron la modernización. Esas dos
situaciones extraordinarias, que fueron las causas del gran boom argentino,
desaparecen bastante pronto.
-Ahí empieza la decadencia de la economía argentina?
-Primero, los productos agropecuarios bajan y los industriales suben en el
mercado mundial. Por lo tanto, la
Argentina empieza a tener desequilibrio fiscal. Segundo, no
hay más capitales excedentes, como causa de la Primera Guerra
Mundial y, sobre todo, por la crisis del '29. Y tercero, Inglaterra deja de ser
el país hegemónico. El país hegemónico pasa a ser Estados Unidos, con el que
teníamos relaciones malas, entre otras causas, porque las economías eran más
bien competitivas. Es decir que todo cambió y de manera desfavorable. Lo que
era extraordinariamente favorable fue extraordinariamente desfavorable. De ahí
viene nuestra crisis económica.
-¿Las crisis políticas cumplen un ciclo parecido?
-Entre 1880 y 1916 la clase dominante es la burguesía ganadera agroexportadora
de la pampa húmeda. Lo fue por esas condiciones económicas favorables y logró
liderar a los demás sectores sociales. Obviamente, ese consenso se rompe cuando
las cosas empiezan a andar mal. Es el período de la democracia restringida o
limitada, porque el poder está en manos de una minoría, no hay sufragio
universal, el sufragio se hace en forma fraudulenta, no hay voto secreto... En
fin, surge de allí un tipo de elección totalmente ilegítima. Pero a pesar de
que el poder estaba en manos de una oligarquía se creaban las condiciones para
una futura democratización. Por ejemplo, se dieron posibilidades de ascenso
social, básicamente a través de la educación.
-¿Ese ascenso cultural no hacía previsible un enfrentamiento con el modelo
democrático restrictivo?
-Lo que pasa es que dentro de la clase dirigente, que no es lo mismo que clase
dominante, había un ala progresista —en la que militaba Sáenz Peña— que
consideraba que había que pasar de la democracia restringida a la ampliada.
También hubo presiones y levantamientos radicales. Pero la clase dirigente
pensaba que aun ampliando la democracia, ellos iban a seguir en el poder,
porque iban a ganar las elecciones. Nunca pensaron seriamente que podían ser
desalojados.
-Con las elecciones de 1916 y el voto universal, ¿no se encarrila el sistema
político?
-Acá se mezcla lo económico con lo político. En ese momento parecía que todo iba
fantástico, porque la economía iba bien. Ese aliento se completa gracias al
final de la democracia restrictiva, en 1916. Parecía que tocábamos el cielo.
Sin embargo, cuando parecía que completábamos todo el ciclo, aparece la grieta
del edificio político, porque los conservadores no logran constituirse en
partido. Frente a estas elecciones en serio se hace un intento de crear un
partido democrático conservador, y ese es el Partido Demócrata Progresista,
liderado por Lisandro de la
Torre, que en ese momento era un conservador realmente de
avanzada. Lamentablemente, ese partido fracasa. Y eso es muy malo, ya que una
democracia, dentro de un sistema capitalista clásico, no puede funcionar sin
que la clase dominante pueda expresarse en un partido político. Si no puede
hacerlo, va a tratar de destruir el sistema de partidos, como efectivamente
ocurrió. Por otra parte, la concepción de la política que tenía Yrigoyen no era
democrática, porque él no consideró nunca a la Unión Cívica Radical
como un partido sino como un movimiento, expresión de la Nación y del pueblo. Así no
se puede admitir, al mismo tiempo, la legitimidad del adversario, porque sería
el que está en contra de la
Nación y del pueblo. Esa concepción, que después va a llevar
al extremo el peronismo, es la causa de que el sistema de partidos no funcione
desde 1916 hasta 1983.
-¿Cómo reaccionó el radicalismo específicamente frente a esa crisis?
Con respecto a lo económico..., bueno, el radicalismo no ve nada. Ya desde Yrigoyen,
la economía no le interesó al radicalismo. Paradójicamente, los primeros que
intuyen que hay que cambiar algo son los conservadores. Y lo hacen, justamente,
con la restauración del conservadorismo después del 30. El ciclo oligárquico,
que empezó con Roca, termina con Justo, que restauró la democracia restringida
y limitada gracias al fraude. En cierto modo, Justo logró reestructurar un poco
la economía, pero en lo político se había vuelto atrás con el fraude.
-¿Qué respuestas tiene el peronismo para las crisis?
Frente a la crisis del sistema político y a la crisis del agotado modelo
agroexportador, el peronismo da dos respuestas, pero perversas. Frente al
agotamiento del modelo agroexportador, el peronismo propone una economía
cerrada, basada en el mercado interno. Es un error, porque la riqueza de las
naciones surge de la exportación. En lo político instaura un semitotalitarismo,
porque la mitad de la población nunca logró ser asimilada, ni el Ejército ni la Iglesia fueron doblegados
del todo. Por eso terminaron volteándolo.
-¿Se podría decir que desde entonces el Ejército hizo las veces de partido
conservador?
La crisis del sistema político y la crisis del sistema económico llevan, a su
vez, a otra crisis más profunda todavía, que es la ausencia de una clase
dirigente, y aun, de la clase dominante. Cosa que es gravísima, y que sería
como la causa de todas ellas. La última clase dominante que hubo, en cierto
modo también dirigente, fue la burguesía terrateniente agroexportadora.
Podríamos fechar la decadencia de esta clase en 1945, no por el 17 de octubre,
sino porque el Ejército, frente a la clase dominante que está contra Perón, le
dice no, y admite la posibilidad de que Perón sea candidato. En ese momento,
por primera vez, la clase dominante no domina. Pero después se piensa que en el
'55, con la caída de Perón, su vuelta era posible. Todo el mundo decía:
"Vuelve la oligarquía".
-¿Volvió?
-No volvió nada. Porque, si había podido ser derrotada políticamente, ya
económicamente no representaba nada, porque no reportaba los beneficios de los
cuales pudiera gozar el resto de las clases. Por lo tanto, no podía ejercer su
hegemonía. A partir de entonces, no hay ninguna clase dominante. Existen una
serie de sectores sociales, entre los cuales sigue estando, como uno más, la
burguesía agroexportadora. Pero tiene que pujar con otros: burguesía
industrial, burguesía comercial, burguesía financiera, incluso con sectores
corporativos, como los sindicatos, que convierten al país en una anarquía
total. No hay ninguna clase capaz de disciplinar a las otras y de imponer un
modelo económico que sea coherente. Y ahí está el misterio de por qué no se
sale de las crisis. Ese es el drama argentino, que todavía seguimos viviendo
hoy.
-La recuperación de la democracia, en 1983, ¿pudo haber sido una interrupción
del drama?
-En el 83 cambian las cosas. Por primera vez, se vuelve, desde el 16, a intentar un sistema de
partidos. Después del 55 se presentó un dilema insoluble. En la democracia es
imprescindible el sufragio universal, pero con él inevitablemente triunfaba el
partido peronista, que no era democrático. Estábamos ante un dilema sin
solución, ya que no se podía hacer democracia ni con el peronismo, ni sin el
peronismo. La solución viene en 1983 porque por primera vez el peronismo fue
derrotado limpiamente. Pero, además, la derrota del peronismo lo obliga a
reformarse y a convertirse, por primera vez, en un partido político más o menos
democrático.
-¿No son marcas de salud del sistema?
En cierta forma, sí. Los partidos, tanto el radicalismo como el peronismo,
buscan abandonar su movimientismo. Transformarse en partidos implica reconocer
la legitimidad del otro como adversario, cosa que hasta el 83 no había
existido. Pero sobreviven lastres del pasado, como quizás empecemos a reconocer
en el proceso que se abrió esta última semana.
-¿El radicalismo que triunfa políticamente en 1983 contaba con posibilidades de
éxito en materia de política económica?
-Alfonsín debió pasar por la experiencia del fuerte fracaso de su primera
política económica para comenzar a proponer reformas y privatizaciones. Sus
iniciativas, formuladas con escasa convicción, recién fueron realizadas por
Menem, quien logró la estabilidad pero perdió la oportunidad, durante su
segundo mandato, de concretar una refundación del Estado, reduciendo el gasto
político —no el social—, regionalizando al país e instaurando un sistema de
recaudación eficiente. Sin esta reformas, el país sigue siendo inviable por más
que cambien las personas.
Fuentes:
La historia de la Argentina es la de un milagro al revés, Clarin 23 de Diciembre de 2001 http://edant.clarin.com/diario/2001/12/23/o-330612.htm
La historia de la Argentina es la de un milagro al revés”, diario Los Andes ( Mendoza) 19 de febrero de 2002
http://archivo.losandes.com.ar/notas/2002/2/19/sociedad-33768.asp
Archiópoli, MateoArgentina, Neoliberalismo y las consecuencias de la Convertibilidad en la década de 1990”. Revista Ciencia Politica Nº17 " http://www.revcienciapolitica.com.ar/num17art4.php