Ruíz, miembro fundador del Foro de Periodismo Argentino (FOPEA), docente e investigador de la Universidad Austral, cita al biógrafo del expresidente Hipólito Yrigoyen, Manuel Gálvez: “Yrigoyen gobierna sin prensa, lo que lo coloca en una situación de inferioridad”.
Aquello se manifestó entre 1928 y 1930 en extremo, ni los propios radicales leían el diario oficial. Además tenía en contra a los “colosos del periodismo” (los que hoy se denominarían hegemónicos, los grandes grupos o las corporaciones).
Al gobierno poco le intereso realizar un reparto publicitario. La realidad indicaba que el mandatario no buscò jamàs la subvención a los medios como habían realizado sus antecesores y como se practicaba en muchas provincias. Según Gálvez, Yrigoyen mantuvo una ejemplaridad ética,” intransigente y moralista”, las criticas no fueron atenuadas con avisos oficiales, lo que le valió por ejemplo que no hubiera eco ante la rebaja de ciertos artículos de la canasta básica, de primera necesidad.
Galvez marcó como un error esa actitud:” fue permanentemente despreciado y denostado.” Todo gobierno y con más razón si es combatiente y agresivo necesita de buena prensa”, subrayó.”De otro modo, sus actos serán tergiversados o acallados”. De esa manera tuvo que confrontar con el periodismo quien en 1930 fuera derrocado por el primer golpe de estado.
Ante los periodistas acreditados en la Casa Rosada, Yrigoyen no fue benévolo, por el contrario, los apodó en forma despectiva los” corresponsales” , jamás aceptó brindar reportajes y les dificultó el ingreso a su lugar de trabajo, llegando a clausurar la sala de prensa de la Casa de Gobierno. Siempre los miró como enemigos (que si bien lo eran, no hizo mucho para conciliar las posiciones ni atraerlos). Los consideraba gente venal y sin principios.
La defensa de sus actos la llevo a cabo Yrigoyen desde el diario oficial, todas las mañanas se reunía con el redactor principal y le brindaba ideas para los artículos, se ocupaba también de titular las notas y verificar los editoriales. Sin embargo, evitó ser agresivo, solo lo hacía de manera elíptica, como al sentirse injuriado por un diario de nombre femenino, le ordeno al periodista que lo llame “Ramera”.
Aún antes de su caída no supo hacer valer sus “armas mediáticas disponibles”, rememora Ruíz tomando como fuente al libro Vida de Yrigoyen, el hombre del misterio publicado en 1999. Un momento clave fue el 5 de Septiembre de 1930, un día antes de la asonada de Uriburu que culminó con quince años de democracia e inauguró un periodo se más de cincuenta años de inestabilidad política donde la falta de libertad y el autoritarismo predominaron como forma de gobierno, el subdirector de La Época, un diputado radical que mantenía un asiduo vinculo con el Peludo le transmitió los fuertes rumores sobre la inminencia del golpe. Haciendo oídos sordos a la creciente versión, el presidente mantuvo su posición y minimizó las “habladurías”. “No haga caso, amigo, son rumores”, escriba “San Juan y Mendoza, redimidas”.
Fue el final de La Época como medio y el del legislador, la nota no apareció y el general José Félix Uriburu se erigió como nuevo presidente avalado por los grupos conservadores y la ayuda de cadetes del Colegio Militar. El caudillo radical poco tiempo antes los había llamaba despectivamente 'Palanganas' a los organizadores del movimiento (boca grande y poco contenido). Pero, pese a su desorganización, su falta de cohesión, sus contradicciones ideológicas y la ausencia de apoyo civil, los Palanganas se salieron con la suya, los medios contribuyeron a ese éxito de la gente que se alzó en base a una política hecha de arrebatos, comentarios periodísticos exaltados, conspiraciones y discursos inflamados.
Fuentes:
Ruiz. Fernando, “Guerrras Mediàticas”, Sudamericana, Buenos Aires, 2013
Uriburu: el origen de la tragedia argentina, Suplemento Eñe, Clarín 2/3/12 http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/historia/Uriburu-origen-tragedia-argentina_0_656934321.html. Consultado el 5/6/2014
Otero, Osvaldo, La Revolución de las Palanganas, Capital Intelectual, 2011
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